PARALELO 30

Ethos

Samuel Pérez Attias

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El ethos determina la conducta, es el espíritu fundamental de una cultura… el sentimiento intrínseco que informa a las creencias, las costumbres y las prácticas de un grupo humano; es, en esencia, la raíz de la ética de determinada sociedad en el tiempo.

Las relaciones de causa/efecto, acción/reacción, insumo/producto, siembra/cosecha prevalentes en las leyes naturales, también se observan, en muchas circunstancias, en las dinámicas sociales. Así, los adultos de hoy cosechamos lo que fue sembrado en nosotros bajo el ethos imperante en los últimos 30 años. Somos la consecuencia social del ethos de hace una generación y los/as arquitectos del ethos actual. La generación adulta que hoy tomamos decisiones políticas, ambientales, económicas o empresariales lo hacemos acorde con el paradigma en el que fuimos formados e informados sobre nuestro entendimiento del mundo. Es decir, fue el ethos imperante durante nuestro crecimiento el que impactó nuestra formación. Ese paradigma tuvo mucho que ver con el ethos en nuestros círculos, en los centros de estudio y en el contexto social y político donde nos desenvolvimos.

La población expuesta a los valores occidentales vive hoy el resultado del ethos del fin del siglo XX, que se basa básicamente en asignarle valor a la individualidad: el yo, el antropocentrismo, el esfuerzo recompensado monetariamente a través del mercado, la valoración del otro según su éxito económico y posesiones materiales, no según su aporte a la sociedad. Se entiende a la solidaridad en función del bienestar propio, ignorando el valor intrínseco del ser humano; o sea, le doy valor a otro solo si ese otro me beneficia.

Le dimos valor a la individualidad por sobre la solidaridad, al egoísmo por sobre el altruismo, y al bienestar personal por sobre el bienestar integral. No nos extrañe entonces que hoy, en vez de ser una “sociedad”, somos un conjunto de individuos solitarios y dispersos, compitiendo por espacios en el mismo país. Paradójicamente hemos triunfado en ese aspecto, pero fracasado en otros: al valorar la individualidad y la acumulación material, hemos devaluado otras virtudes. Hoy no convivimos, sino sobrevivimos. No compartimos, sino competimos. No ayudamos, sino que vendemos o compramos. La experiencia nos permite reflexionar hoy ante los resultados de ese paradigma: la democracia se ha corrompido, el Estado fue capturado, la sociedad se ha fragmentado, la convivencia armónica se ha depreciado, la comunidad y la familia se han desintegrado y la solidaridad se ha devaluado. Es imperante comprender que somos parte de un ecosistema y no elementos ajenos al entorno.

Una de las fuerzas que moldean al ethos es nuestra capacidad de crítica, cuestionamiento y creatividad para cambiar el status quo. ¿Queremos cambiar la realidad de Guatemala? Qué tal si revisamos el ethos imperante y empezamos por allí.

Post Scriptum: yo también apoyo la permanencia de Cicig en Guatemala. #CICIGSí

Samperez1@gmail.com

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