IDEASTarjetas informales
A nadie escapa que la aprobación de límites a las tasas de interés que pueden cargar los emisores de tarjetas de crédito a sus clientes es una represalia de los eferregistas contra las empresas del sistema financiero, por la oposición de éstas a la emisión de los US$700 millones en bonos. Lo que aquellos no saben es que el tiro les puede salir por la culata.
Los dirigentes del partido en el poder podrán argumentar populistamente que aprobaron esos límites para ?ayudar? a los pobres clientes de las tarjetas de crédito, pero la realidad es otra.
Dejando por un lado las que puedan haber sido las intenciones del eferregismo, veamos las posibles repercusiones de esta decisión legislativa.
Según los diputados, al poner límites a las tasas de interés conseguirán que los clientes de las empresas emisoras paguen un interés más bajo sobre sus deudas. Esto es cierto en el corto plazo, pero las medidas económicas hay que juzgarlas con base en sus efectos en toda la población en el largo plazo. Bajo esa lupa, las perspectivas son distintas.
Para entenderlas, primero debemos comprender que las tarjetas de crédito se idearon como un medio de pago fácil y no como un medio de endeudamiento fácil. La finalidad de las tarjetas es evitar que las personas anden todo el tiempo con un fajo de billetes entre la bolsa, no para evitarles pasar por los engorrosos procedimientos de créditos bancarios.
Bajo esta perspectiva, el procedimiento de adquisición de una tarjeta de crédito es mucho más fácil que el de un préstamo bancario. Ahora bien, esta funcionalidad incide en que la cartera morosa de las emisoras de tarjetas de crédito sea bastante alta (ver Prensa Libre, 9 de Dic., pág. 6), lo que se traduce en un nivel de riesgo más alto. Cualquiera con el mínimo de conocimientos de finanzas sabe que a un mayor nivel de riesgo corresponde una tasa de interés más alta.
Si las personas utilizan las tarjetas de crédito para lo que éstas están diseñadas, en lugar de pagar altos intereses por su deuda, obtienen financiamiento gratuito de corto plazo (hasta por 55 días). El problema es que la mayor parte de personas somos lo suficientemente indisciplinadas como para no llevar control de nuestras finanzas y, cuando menos lo sentimos, estamos endeudados a más no poder. ¿Tienen la culpa de eso las empresas emisoras? No.
Ahora bien, ¿cuáles serán los efectos de la nueva legislación de precios tope a las tasas de interés? De entrada, que los requisitos para obtener una nueva tarjeta e incluso, me temo, para renovar las actuales, se incrementarán considerablemente, con lo que el proceso se volverá casi tan engorroso como el de un préstamo bancario. Esto con el objeto de reducir el nivel de riesgo y que sea acorde al nivel de las tasas de interés autorizadas.
Como consecuencia, una buena parte de los clientes actuales y potenciales de tarjetas de crédito se quedarán sin esa facilidad como medio de pago, simplemente porque no calificarán bajo los nuevos requisitos. Como siempre, los que no calificarán son los clientes ?marginales?, quienes, en teoría, serían a los que se quiere ayudar. El resultado, al final, es que las ?bajas tasas de interés? no les beneficiarán, porque no podrán acceder a poseer tarjeta de crédito.
Como última instancia, los emisores de tarjetas de crédito siempre tendrán la opción de emitir las tarjetas en otros países, con lo que el tiro le saldrá por la culata a los gobernantes, ya que no sólo será infructuosa su acción, sino que además se quedarán sin una buena fuente de ingresos fiscales. Eso es lo que pasa cuando los diputados aprueban leyes sin pensar en las consecuencias: hasta las tarjetas de crédito se irán a la economía informal.