EDITORIAL
Una nueva faceta de la corrupción
Casi 200 días depués de que estallara a escala mundial el escándalo de corrupción en le Federación Internacional del Futbol Asociado (Fifa), la justicia de Estados Unidos toca las puertas de Guatemala con el señalamiento contra tres de los máximos dirigentes del futbol nacional, Brayan Jiménez, Rafael Salguero y Héctor Trujillo, este último magistrado suplente de la Corte de Constitucionalidad, sindicados de haber participado en una red de sobornos a nivel internacional.
La justicia de Estados Unidos, que se caracteriza por ser expedita, capturó ayer mismo al último de los dirigentes mencionados, quien se encontraba con su familia a bordo de un crucero en Florida. Una noticia que solo viene a confirmar que los altos niveles de corrupción en el país apuntan a una práctica generalizada, como se denuncia ahora en el campo deportivo, donde siempre han existido denuncias sobre el aprovechamiento de quienes ocupan esos altos cargos.
Esa es precisamente la denuncia que el jueves hizo en Washington la fiscal general Loretta Lynch, al afirmar que la acusación que pesa sobre los dirigentes del futbol guatemalteco es haberse aprovechado de sus posiciones para favorecer decisiones amañadas que redundaban en un enriquecimiento personal. Un delito que no es ajeno a los guatemaltecos y que hasta ahora solo había sido motivo de noticia en el mundo político, donde diputados, magistrados y exfuncionarios están bajo investigación judicial.
Pero en el ámbito deportivo, hasta ahora, todo se reducía a rumores, pues nunca se ha abierto una investigación para saber con algún grado de certidumbre cómo se manejan los recursos en muchas de las federaciones deportivas, donde la integración de las directivas despierta las más apasionadas pugnas. Esos cargos no son más que la parte visible de un entramado de relaciones que tarde o temprano terminan en tráfico de influencias, lo cual constituye la verdadera razón de ocupar las más altas posiciones.
Eso es precisamente lo que más se ha denunciado abiertamente en los medios de comunicación independientes, pues la búsqueda de esos cargos poco tiene que ver con la mejora del deporte y, por el contrario, esos personajes incluso pudieron haber llegado a negociar resultados de algunos encuentros futbolísticos, lo cual es una clara indicación de lo rentable que puede resultar en algún momento ocupar puestos de privilegio, como es el caso de la Fedefut, que simplemente ha sido utilizada para traficar mezquinos intereses.
La corrupción en el futbol nacional no es más que la triste muestra de que esa práctica es como un cáncer que se ha extendido a muchas estructuras del Estado, a las cuales se busca acceder precisamente para influir en decisiones que van en detrimento del país y que solo benefician a quienes las toman.
Mientras en Guatemala no se fortalezca la investigación sobre esos potenciales focos de criminalidad, se corre el riesgo de que el modus vivendi de los corruptos siga inalterable hasta que sus delitos los pongan en manos de un sistema de justicia diferente.