PERSISTENCIA

Utopías molestas y la literatura

Margarita Carrera

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El humano siempre ha deseado alcanzar un “paraíso terrenal”. La Biblia y otros libros de índole religioso-literarios no hablan de lugares idílicos, de edenes en donde el hombre satisface todas sus necesidades y se ve protegido del dolor, la enfermedad y la muerte.

Con el surgimiento de la civilización (y por lo tanto de las leyes que coartan los deseos individuales y por el bien colectivo), nace la facultad utópica humana que consiste en satisfacer imaginativamente el anhelo de evadirse de todas las limitaciones corporales, locales, epocales.

Bajo la sombra de dicha facultad surgen, en la mente arcaica, las mitologías: historias de dioses y humanos gobernados por la magia. Los lugares utópicos creados por la imaginación (que no por el intelecto) son poéticos; escapan, por tanto, a rígidos sistemas lógicos.

En la mente occidental moderna, a partir de Sócrates y Platón, las utopías cambian. Dejan el campo mítico y mágico y quedan constituidas en un subgénero literario-filosófico en donde rige la razón, el intelecto, la lógica. Desde entonces, todos los proyectos utópicos son síntoma de un descontento del mundo en que se vive, de la sociedad. Por ello, las utopías son proyectos totalizadores que forjan organizaciones colectivas gobernadas por leyes que favorecen a la sociedad, eliminando al individuo.

Ahora bien, de acuerdo a E. L. Revol, la actividad política se ha encargado a través del tiempo, de convertir las utopías en realidades: los políticos se apoderan de la fórmula utópica y la aplican a la vida concreta, determinando, así, el curso de la historia. La historia humana vendría siendo una concatenación de utopías más o menos logradas. Generalmente, el logro de tales utopías se convierte en una pesadilla abrumadora para el individuo, prisionero de leyes ciegas (dura est lex, sed lex), al olvidar las prístinas necesidades de este y sus peculiaridades. De tal modo, que todo estado es devastador e implacable para el individuo.

La ficción utópica (no poética, sino lógica) refleja el camino de la historia, y al tornarse realidad se convierte en lo contrario; esto es, se convierte en “distopía”, en griego significa lo bueno, lo perfecto, pasa a “dis”, que equivale a lo arduo o malo. La palabra “topos” significa en griego “lugar”. En vez de acercarse el hombre al paraíso se acerca a su infierno. La historia ha venido saltando de la utopía a la distopía: del lugar perfecto se ha pasado al lugar pésimo.

Luego, se le plantea al intelectual un nuevo problema: al ser las utopías realizables, pero de manera nefasta, hay que impedir su logro. Entre los muchos escritores-filósofos que encaran este problema está Aldous Huxley, quien inicia su libro Un mundo feliz, con la queja del filósofo ruso Berdiaev: “Las utopías parecen mucho más realizables de lo que se ha pensado antes. Y en la actualidad nos hallamos ante una cuestión muy diferente que se ha vuelto imperiosa: ¿Cómo se podría evitar su realización definitiva?… Las utopías son realizables. La vida marcha hacia las utopías.

Otro escritor sarcástico, George Orwell, nos señala en su obra “1984” un temible mundo regido por un gobierno totalitario único, que llega a la completa deshumanización del hombre por el bien de la colectividad. En esta obra el progreso técnico ha provisto a los hombres de los instrumentos para una destrucción cada vez más indiscriminada. El mito del progreso político y moral sirve de pretexto para el empleo de los más horripilantes medios, a fin de exterminar a todo individuo pensante que se oponga a tal mito.

Las novelas utópicas son así “novelas de ciencia ficción”, que causan pavor en cuanto se observan que pueden convertirse en auténticas realidades y que de la utopía se ha pasado a la distopía.

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