Revista D

El canto del quetzal es objeto de estudio en Francia

Guatemalteco investiga nuestra ave nacional para obtener su doctorado en el Museo Nacional de Historia Natural de París, Francia.

El biólogo estudia las señales del Pharomachrus mocinno para fines de monitoreo. (Foto: Cortesía Pablo Bolaños).

El biólogo estudia las señales del Pharomachrus mocinno para fines de monitoreo. (Foto: Cortesía Pablo Bolaños).

El quetzal habita en los bosques nubosos y elude la presencia de los humanos, por ello pocos han tenido la oportunidad de apreciarlo y de escuchar su canto. Pablo Bolaños, biólogo guatemalteco, estudia un doctorado en Bioacústica, en  el Museo Nacional de Historia Natural de Francia, e investiga los sonidos del ave nacional desde el año pasado. Dará a conocer los resultados en el 2018, en una revista científica, el resto del 2017 se dedicará a analizar seis mil horas de grabaciones que obtuvo en el Volcán Atitlán, en Sololá, y en el departamento de San Marcos.
Pablo también es músico y cuando buscó una especialidad para continuar sus estudios halló en la Bioacústica la integración de sus intereses. Localmente las opciones de una carrera de este tipo eran limitadas, por lo que aplicó al programa de becas de Guatefuturo pues su intención era estudiar en el extranjero. Y salió favorecido, comenzando el doctorado en el 2016. Se interesó en el quetzal porque son escasas las  investigaciones centradas en su canto y por ser una especie en peligro de extinción.


 

Trabajo de campo

El biólogo comenta que persiste la impresión entre los guatemaltecos de que el ave habita solo en Cobán, debido en parte al biotopo que hay en ese departamento y que lleva su nombre, pero explica que vive en los bosques nubosos de todo el país siempre que tengan una extensión relativamente grande. Por ello centró su trabajo de campo en las faldas del Volcán Atitlán, ubicado al sur del lago del mismo nombre pues, a determinada altura, ese tipo de vegetación es propia de la cadena volcánica. 
Al conocer lo vulnerable de su entorno optó por colocar equipo en puntos estratégicos entre los árboles y programar 12 grabadoras para recoger el sonido ambiental. Así lo hizo en dos ocasiones. La primera en febrero del 2016, por dos semanas y, la más reciente, en febrero y marzo de este año, meses en los que también usó equipo para obtener audios específicos, usando micrófonos ultradireccionales y así recoger sonidos puntuales del ave.
El biólogo estudia las señales del quetzal para fines de monitoreo, estas, procesadas como algoritmos en un software especializado, podrán aportar para su protección determinando, por ejemplo, los individuos que hay en un área y conocer los diferentes tonos que emiten de acuerdo con sus actividades: demarcación de territorio, cortejo o alimentación.
“Recoger el sonido nos permite estudiarlo sin tocarlo”, indica Pablo. Los lugares donde obtuvo los audios fueron la reserva natural privada Los Andes, en Sololá, y el proyecto municipal El Refugio del Quetzal, en San Rafael Pie de la Cuesta, en San Marcos. En este último pudo observar juntos a cinco especímenes comiendo. La actividad del quetzal, dice Pablo, está ligada a las frutas. El aguacatillo, baya de un árbol propio de la región mesoamericana, se considera su principal fuente de alimento, pero come un montón de especies más, asegura. De su visita a San Marcos tampoco olvida el avistamiento de un ejemplar macho en vuelo.
 

Experiencia

Pablo invierte el tiempo en Francia totalmente a su investigación, hacerla en el Museo Nacional de Historia Natural, que pertenece a la Universidad de La Sorbona, le da acceso a material usualmente consultado solo por académicos. Compara su experiencia a trabajar en un laboratorio a tiempo completo y cuenta que tuvo en sus manos un libro del siglo XIX donde aparece la primera descripción científica de nuestra ave nacional, que figura en los registros de taxonomía como Pharomachrus mocinno. Entre paréntesis, menciona Pablo, se coloca el apellido de quien hizo la descripción, así como el año en que ocurrió, en este caso corresponde al del naturalista mexicano Pablo de la Llave, en 1832. De la Llave nació en 1773 y murió en 1833, fue también sacerdote, político y hebraísta.
Pablo encontró peculiar que las descripciones de esa época admitían adjetivos como magnífico, maravilloso o increíble. Ahora, dice, deben ser con rigor científico pues esos calificativos son inadmisibles, pero son reflejo de como antaño, la frontera entre el arte y la ciencia no estaban tan marcadas.
Un colega colombiano de Pablo hace un estudio del paisaje sonoro nocturno de Guyana Francesa,  es ingeniero en sistemas y apoya al guatemalteco en ese campo, mientras él compensa el gesto con datos de su formación como biólogo. “Me ha ayudado mucho en la cuestiones de programación e informática, que he tenido que aprender bastante”, dice el biólogo.
En el recorrido de su investigación ha ido sumando otro tipo de aportes de instituciones como la Universidad de La Sorbona, el Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos, la Embajada de Francia en Guatemala y National Geographic, entidad que le proporcionó el equipo de audio para el trabajo de campo en el país.
 

Guatemalteco

  • Pablo  Bolaños Sittler (1979). Es estudiante de doctorado en el Museo Nacional de Historia Natural, en Francia. Master en Ciencias, en Manejo de Vida Silvestre y licenciado en Biología, ambas carreras cursadas en la Universidad de San Carlos de Guatemala.
  • Lo asesoran en Francia, Jerome Sueur, profesor e investigador en el Museo Nacional de Historia Natural, y Thierry Aubin, director de investigación en el Centro Nacional de Investigación Científica.
  • Ha sido  catedrático de Biología en la Universidad del Valle de Guatemala y tiene  una faceta como músico, entre otros, en grupos como Saraguate, Pe al Cubo y Chichikúa.

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