Revista D

Patrick Desbois desentierra las atrocidades cometidas por los nazis

Gran parte del Holocausto sucedió en la antigua Unión Soviética. Este sacerdote francés investiga lo que pasó en cientos de centros de fusilamiento nazis que, hasta hace poco, seguían escondidos.

El sacerdote Patrick Desbois trabaja en Europa del Este para saber qué sucedió con los judíos durante la Segunda Guerra Mundial. (Foto Prensa Libre: Roberto Villalobos Viato)

El sacerdote Patrick Desbois trabaja en Europa del Este para saber qué sucedió con los judíos durante la Segunda Guerra Mundial. (Foto Prensa Libre: Roberto Villalobos Viato)

El Holocausto está marcado en el imaginario colectivo por lo que sucedió en campos de concentración como Auschwitz, Bergen-Belsen o Dachau. Sin embargo, al menos la mitad de los seis millones de víctimas judías fueron asesinadas en terrenos baldíos, bosques y barrancos, lugares recónditos que permanecen olvidados.

Esta gente fue fusilada en masa y enterrada en fosas comunes de la antigua Unión Soviética, las cuales han venido siendo descubiertas en años recientes.

Esta es la historia de una persona que ha sacado a la luz estos horrendos crímenes. No es historiador, ni detective, ni policía. Es un hombre de Dios. Se trata del sacerdote francés Patrick Desbois, quien, a través de la fundación Yahad-In Unum, que traducido del hebreo significa “juntos”, ha buscado los sitios específicos de las masacres, donde muchos, incluso, fueron enterrados vivos.

Patrick Desbois nació en Chalon-sur-Saône, Francia, en 1955.

Es jefe de la Comisión Episcopal para las Relaciones con el Judaísmo, de la Conferencia Episcopal Francesa. También es consultor del Vaticano.

Es fundador de la Yahad-In Unum, que promueve las relaciones entre católicos y judíos. Además, ha ayudado a localizar las fosas comunes de las víctimas judías de los nazis en la antigua Unión Soviética.

Obtuvo el título de Matemática (1977), por la Universidad de Dijon, Francia.

Ingresó al Seminario Mayor de Prado (1981) y fue ordenado sacerdote cinco años más tarde. En 1986 obtuvo la maestría en Teología por la Universidad Católica de Lyon.

Ha recibido numerosos reconocimientos, entre ellos, la Medalla al Valor del Centro Simon Wiesenthal, y la Legión de Honor del gobierno de Francia, por su trabajo en las investigaciones sobre el Holocausto.

Su libro es Holocausto por balas (2008).


Desde el 2004 ha entrevistado a cientos de testigos en Ucrania y otros países del Este de Europa. Algunos de ellos nunca habían hablado de aquellos atroces acontecimientos perpetrados por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial.

Desbois estuvo recientemente en Guatemala para dictar una conferencia organizada por el Museo del Holocausto, con sede en el Centro Histórico de la capital, donde está la exposición Genocidio por balas.

¿Qué lo motivó a emprender la búsqueda de algo que pasó hace 70 años?

Porque mi abuelo estuvo ahí. Fue deportado de un campo de prisioneros para soldados franceses en Rava Ruska, en el lado ucraniano, en el borde con Polonia. Pero él nunca habló sobre el tema. Lo único que me dijo cierta vez fue: “Para nosotros, aquello fue malo; para otros, fue peor”. 

Otro motivo es que sé que hay miles de personas que no han sido enterradas con dignidad y que fueron tratadas como animales por los nazis. Además, imagínese que Europa siga construyéndose encima de tumbas masivas; eso es inhumano. Sería como aceptar lo que hizo Hitler. Por eso hay que investigar qué pasó.

¿Cuántas fosas han descubierto?

Hemos encontrado más de mil 700 sitios de ejecución, pero no sé cuántos más podrían hallarse.

¿Por qué solo sabemos sobre lo que sucedió en los campos de concentración de Polonia y Alemania?

Primero, porque el Muro de Berlín y la Guerra Fría ocultaron todo lo que sucedió en la parte ocupada por los soviéticos. Asimismo, porque creo que los alemanes esperaban que el mundo olvidara esa parte de la historia.

Ahora la gente ha querido hablar. ¿Por qué lo hace con un sacerdote?

Porque están seguros de que no los voy a juzgar. Simplemente voy con ellos con una pregunta: “¿Qué pasó?”. Con mi equipo vamos para buscar la verdad y para saber exactamente dónde están los cuerpos.

¿Qué cree que pasa por la mente de esas personas que deciden hablar sobre lo que ocurrió durante la Segunda Guerra Mundial?

Mire, después de cinco minutos de entrevista con los testigos, ellos “desaparecen” de este mundo. Son personas de 75 o 90 años que se transportan al pasado y ven de nuevo a sus parejas, al rabino que es asesinado, los camiones nazis que van llegando cargados de asesinos. En esos momentos queremos entrar en su mente para saber qué es lo que está pasando. Para ellos, claro, todo eso es muy difícil.

¿Le inquietan las imágenes que le han creado los relatos que pueden llegar a ser horrorosos?

Tratamos las cosas con la mayor objetividad posible; insisto, estamos en la búsqueda de la verdad. Claro, he llorado luego de escuchar algunas experiencias; eso no lo puedo negar. Psicológicamente es muy difícil lidiar con ello, pero hay que hacer lo posible para no mostrarles lo horrorizados que podemos estar.

Entre esas historias se dice que, después de habérseles disparado a los judíos, la tierra se movía hasta tres días después.

Sí, porque mucha gente fue enterrada viva y trató de escapar. Los nazis impusieron una regla en julio de 1941, la cual consistió en usar una sola bala por judío, porque decían que las Einsatzgruppen (unidades especiales que se encargaban de las ejecuciones) estaban gastando demasiadas municiones. Así que hubo mucha gente que solo fue herida y quedó tendida cerca de las zanjas, y luego fue empujada por otros nazis. Así fue aquello; la tierra se movía porque hubo quienes intentaron escapar de las fosas.

¿La regla también se aplicaba con los niños?

No, no les disparaban; simplemente los lanzaban a los hoyos y los enterraban. Así sucedía también con los discapacitados y ancianos. Los nazis no usaban sus municiones porque sabían que esas personas no podrían salir.

Supongo que ahí fue cuando usted entendió mejor a su abuelo, cuando le dijo que para él todo aquello había sido malo, pero que para otros fue peor.

Así es. Adentro del campo de prisioneros era terrible, no había comida ni agua. Pero afuera, todo era peor.

¿Podría suceder otro Holocausto?

Sí, desafortunadamente. Por eso trabajamos en su prevención. Tenemos que enseñar a las nuevas generaciones que el terrorismo, el antisemitismo o el racismo conducen directamente a un genocidio. Al final del corredor, lo que hay es una enorme tumba.

Hay quienes niegan que el Holocausto haya sucedido.

El primero que lo negó fue Heinrich Himmler, quien trató de ocultar las masacres, pero, claro, no lo logró. Así que, lo que pienso es que todos aquellos que niegan el Holocausto, son hijos de Himmler.

¿Qué quiere lograr con estas investigaciones?

Educar. Todos debemos ser responsables por lo que hacemos.

¿Cuándo terminará su trabajo?

Hay un proverbio ruso que dice que la guerra no termina hasta que la última víctima sea enterrada. En mi caso, me atrevo a decir que el genocidio no acaba hasta que la última víctima sea sepultada. Los judíos no han sido enterrados dignamente; fueron tratados como animales. Ellos aún están en los campos, bajo las iglesias o edificios, pero no están sepultados como lo merece un ser humano.

Tengo entendido de que trabajó con la Madre Teresa de Calcuta.

Sí. De hecho, influenció mucho en mí. Estuve con ella en Calcuta, India, donde ayudé a inaugurar clínicas que atendían a enfermos terminales.

¿Cómo la recuerda?

Era una persona de gran corazón. Ella era de Macedonia pero se fue a ayudar a gente muy, pero muy necesitada en otra parte del mundo. No le importó. Pasó su vida haciendo eso, teniendo fe en Dios, pero no soñando porque no puedes darte ese tipo de lujo en Calcuta, porque ahí la realidad es dura.

¿Cómo quiere que lo recuerden?

¡No! No hay que pensar en mí. Hay que pensar en el trabajo que se ha logrado hasta ahora. En otras palabras, hay que pensar en las víctimas del Holocausto.

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