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¿Qué clase de personas somos?

La socióloga Walda Barrios explica cómo el covid-19 ha puesto en evidencia desigualdades crónicas y obliga a un cambio global.

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Vista de Monte Carmelo II, Lo de Mejía, San Juan Sacatepéquez, bajo el cordón sanitario por casos de covid-19, el 12 de mayo de 2020. (Foto Prensa Libre: AFP)

Vista de Monte Carmelo II, Lo de Mejía, San Juan Sacatepéquez, bajo el cordón sanitario por casos de covid-19, el 12 de mayo de 2020. (Foto Prensa Libre: AFP)

El mundo ya no es el mismo. Con el cierre de las actividades a escala mundial a causa de la pandemia del nuevo coronavirus, sucumbimos ante una vulnerabilidad que, en paralelo, abre un nuevo capítulo en la historia de la Tierra: tanto la salud como la economía se encuentran en jaque.

Este mes se han registrado más de tres millones de personas contagiadas por covid-19 en el mundo, y 272 mil decesos. En Guatemala, los casos por contagio superan los mil, y se contabilizan menos de 30 muertes. Pocos territorios escapan de la pandemia.

Así como a muchos sectores, el confinamiento y los nuevos cambios mundiales han afectado al campo de las ciencias sociales. En un intento por entender a los individuos, la socióloga Walda Barrios-Klee apunta hacia los nuevos paradigmas y las dinámicas que engloban a los guatemaltecos y su identidad en tiempos de pandemia.

Como integrante de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), Barrios-Klee destaca las dificultades del presente local y mundial y, a pesar de las desigualdades sociales, prevé varios retos para el aseguramiento de un bien común en la denominada nueva normalidad.

Walda Barrios, socióloga. (Foto Prensa Libre: Hemeroteca PL)

 

¿Son las divisiones y las brechas sociales más evidentes durante el contexto de confinamiento?

Las brechas son marcadísimas a partir de la pandemia: los servicios básicos, como el agua potable, muestran una de las formas para combatir la pandemia mediante la higiene; esto implica tener un acceso permanente al agua, que no todos lo tienen.

También está presente en los espacios físicos. No es lo mismo estar confinado en un hogar donde cada persona tiene un espacio propio a uno con espacio reducido de una a dos habitaciones. Esto ha provocado también el aumento de la violencia doméstica.

De igual forma, las brechas se han evidenciado entre las personas que tienen acceso a Internet o computadoras con las que no. Algunas familias con suerte tienen una en casa.

El covid-19 ha puesto al descubierto las grandes desigualdades sociales que han existido y que existirán.

¿Cree que es fácil para las personas asumir un confinamiento y, sobre todo, cuando no es claro cuánto tiempo durará?

No se puede asumir. Hay mucha angustia. Todo esto crea un gran estrés al interior de la unidad doméstica.

¿Las expectativas de la sociedad se encaminan hacia un plano colectivo o individualista?

Va a ir siendo paulatino e individual. Será algo muy complicado y dependerá mucho de la responsabilidad personal de cada persona, en el sentido de autocuidarse. Hay quienes se ponen la mascarilla debajo de la nariz, que es como no llevarla. También está la conservación de la distancia entre unos y otros.

Se trata de una serie de cosas sencillas, pero que dependen de la conciencia del riesgo que tengan las personas. Creo que, aunque hay mucho miedo internalizado, no se ha tenido esa conciencia serena de los riesgos.

¿Cómo afecta eso a la masa?

Es un problema grave, porque en Guatemala tenemos una sociedad desordenada, consecuencia de una despreocupación por la educación colectiva que se evidencia en no respetar filas, en saltarse lugares; es una forma de conducta social que hemos tenido y que ahora se revierte en contra de nosotros.

Es cierto que ahora hay un poco más de disciplina —basada en el pánico, eso sí—, pero no estamos acostumbrados a seguir instrucciones.

¿De qué manera va a moldear la pandemia nuestra identidad social?

Cambiará la identidad global: Tendremos que aprender a vivir en colectividad. Eso implica un poco de sacrificio de los intereses personales en aras del bien común, que es el pensamiento gregario individual.

Ahora nos enfrentamos a una ciudadanía global, no solo guatemalteca. La pandemia a nivel mundial ha puesto de relieve las desigualdades de todos los países. Finalmente es una desigualdad globalizada que va implicará un nuevo cambio de conductas y comportamiento.

En este tiempo nos hemos enfrentado a las dos caras de la naturaleza humana: la egoísta, malvada y salvaje; y la del deseo de ser gregario y grupal, solidario y preocuparnos por los demás. En ese sentido se están viendo casos con servidores públicos comprometidos como médicos y enfermeras, y también en actitudes de liderazgo comunitario que se voltean con la gente de distintas localidades.

Hemos estado viendo el lado oscuro y luminoso de los seres humanos, en cuanto a la identidad. Es momento de cuestionarnos la identidad: qué personas somos y qué seres humanos queremos ser.

¿Considera que la pandemia seguiría dando paso al rechazo de otras personas —contagiadas, positivas del covid-19, entre otras características—?

Sí, y ya lo hemos visto cuando vienen migrantes y han sido rechazados, o cuando se quiere sepultar en el cementerio local a una señora que falleció por covid-19 y la comunidad sale a oponerse.

Cerrar espacios físicos es una medida sanitaria, pero debe abordarse con racionalidad y no con actitudes de agresión y casi linchamiento. Ese el gran distintivo que nos está dejando la crisis: hay xenofobia y rechazo, que son producto del miedo.

Ha habido una respuesta satírica y de burla constante ante la pandemia, evidenciada en memes o chistes. ¿Es consecutivo que las personas reaccionen de esa forma ante casos serios?

Desde el punto de vista psicológico, eso es un mecanismo de defensa. Cuando los seres humanos estamos muy asustados podemos reaccionar huyendo, corriendo, o también burlándonos y minimizando un problema. Quienes hacen eso tienen alguna especie de miedo y carecen de herramientas para afrontar las situaciones.

Cara a la sociología, esas acciones mencionadas son resortes psicológicos que nos mueven como seres individuales para luego actuar en colectivo. El problema del colectivo es que puede ser un contagio. Las actitudes de burla y de irracionalidad tienden a replicarse más fácil que aquellas que demandan una óptica racional.

¿Es entonces el meme una manera de apaciguar los hechos?

Es una manera de fuga personal de quien lo hace. No lo crea un grupo, sino que lo reproduce cuando los distintos miembros se sienten identificados con el mensaje. A todo esto, contribuyen las redes sociales.

Desde los estudios sociológicos ¿cómo se infiere la nueva normalidad después de la pandemia?

Hay un gran conflicto y debates teóricos porque no sabemos si será nueva. Quisiéramos que sea novedosa en el sentido de querer cambiar nuestros comportamientos. Ahora debería haber más conciencia en distintos aspectos.

En la distribución de los roles, las mujeres estamos siendo sobrecargadas no solo por el trabajo, sino que la mayoría de las madres atienden el rol de maestras. Se supondría que en la nueva normalidad debería haber más colaboración de los hombres.

También se espera un cambio de las relaciones entre patrones y empleados; que haya un trato más humano y generoso que considere a las personas individuales. De igual forma se esperaría un cambio en la relación entre el Estado, la ciudadanía y las distintas instituciones, pues ha habido predominio de la prepotencia.

En la llamada nueva normalidad tendrían que acomodarse distintas cuestiones para que así vivamos en una sociedad más humana, considerando la vulnerabilidad de cada habitante.

A propósito de la relación estatal ¿Los mandatos serán más autoritarios o colaborativos con la ciudadanía?

Según estamos viendo el panorama actual, habrá un predominio autoritario sobre lo colaborativo. Aunque hay gente con actitudes comunitarias, pero son menos.

¿Se unificará la identidad guatemalteca ante la pandemia y la llegada de la nueva normalidad?

En un primer momento, tal vez. Pero lo veo difícil, porque somos una sociedad polarizada y dividida.

Guatemala es un país posconflicto, cuyas heridas nunca terminaron de sanar. Es un peso que cargamos que nos impide tener una idea más unitaria.

¿Qué beneficios cree que pueda traer la pandemia al bien común?

El sistema socioeconómico en el que nos hemos estado desenvolviendo durante la pandemia ha estado fundamentado en el individualismo, en un “sálvese quien pueda”, ahora vemos que no es así. La letalidad del virus tiene que ver con el contagio. Hay que aprender a ser personas distintas, colaborativas, y creo que eso es en lo que estamos: tratando de cambiar.