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“Me avergüenzo de mi hijo”, la impotencia y desesperación de una madre ante su hijo problemático de 8 años

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El teléfono suena y Shelley sabe quién es antes de contestar. Es una llamada de la escuela de su hijo. Avergonzada deja su escritorio para que ninguno de sus colegas pueda escuchar.

“Necesita venir a buscarlo. No podemos controlarlo, tiene que venir ahora”, dice una voz demasiado familiar.

Es marzo de 2017 y el hijo de Shelley, Cruz, de ocho años, ha estado portándose mal en la escuela nuevamente.

Solo está en el tercer año de primaria pero su comportamiento ha sido un problema durante años.

“Ya cuando era un niño pequeño, mostró signos de ser problemático”.

“No le gustaba conformarse. Él era rebelde, tenía temperamento. No le gustaba que le dijeran qué hacer”.

A medida que crecía, Cruz frecuentemente causaba peleas con sus hermanos y hermanas.

También fue violento en clase, aunque no es algo de lo que él quiera hablar.

Shelley, sin embargo, conoce demasiado bien el alcance del problema y los efectos que tuvo en las relaciones de su hijo con los demás.

“Cruz no estaba haciendo amigos. Cualquier niño que tratara de acercarse, Cruz lo intimidaba y alejaba”.

“Entonces (como madre) te preocupa que si no puede hacer amigos en la escuela, si no puede encajar en un ambiente escolar, ¿cómo va a encajar en el mundo más grande?”

“Lo amo, pero quiero que todos los demás lo amen”. “Pero ¿cómo pueden ellos con la forma en que está actuando?”.

Desesperación

Shelley expresó su preocupación por el comportamiento de su hijo en la escuela cuando estaba en preescolar, pero con el paso del tiempo, la negativa del niño a seguir las reglas ha ido empeorando.

Esta vez, la voz al otro lado del teléfono explica que su comportamiento es insostenible.

Está obstaculizando la capacidad de aprender de él y sus compañeros de clase, y la escuela está tomando medidas.

No se dan más detalles sobre la naturaleza del último delito menor de Cruz. Shelley no pregunta. Ella no necesita hacerlo. Las llamadas telefónicas se han convertido en algo habitual, prácticamente cada dos semanas.

“Ha destrozado el aula… se está escondiendo debajo del escritorio… ha destrozado el trabajo de alguien”, le dijeron en ocasiones anteriores. En una de ellas, la escuela tuvo que ser evacuada.

Esta vez, a su llegada, se le dice que Cruz trató de abandonar los terrenos de la escuela trepando por la puerta principal.

Shelley se disculpa profusamente con el personal, como lo ha hecho en muchas ocasiones.

Pero esta vez es diferente. Sabe que Cruz está quemando sus oportunidades últimas.

La escuela está considerando la exclusión permanente.

Escuela especializada

La única solución es la de enviarlo a una escuela especializada.

Cuando la idea de enviar a Cruz a una unidad especializada para alumnos problemáticos fue mencionada por primera vez a Shelley por el “equipo de ayuda temprana” de su hijo, ella admite que se burló.

“Dije, ‘No, ahí es donde van todos los niños extraños, los marginados'”, dice.

Pero desesperada por el cambio y preocupada de que una exclusión permanente fuera inminente, decidió ponerse en contacto con Hawkswood, una escuela para niños problemáticos.

“Tan pronto como entré por la puerta, pensé: ‘Tiene que venir aquí. Esto es lo que él necesita“, dice ella.

“El personal me entendió”. “Es un incomprendido, y tenemos que llegar al fondo del problema”, dijeron.

Shelley se limpia las lágrimas mientras habla, recordando ese momento.

“La razón por la que me estoy emocionando es por la forma en que querían ayudarme“.

“Nadie me había escuchado. Mi familia estaba perdiendo la esperanza, y la escuela me devolvió esa esperanza“.

Durante la infancia de Cruz, la crianza de Shelley había sido escrudiñada por su propia familia, que criticó su forma de educarle pensando que tenía que ser más estricta.

Método

Han pasado 20 semanas desde que Cruz ingresó por primera vez en Hawkswood y su comportamiento ha mejorado y ahora está listo para regresar a la educación general.

La ceremonia de graduación de Hawkswood es un símbolo de eso, mostrando el gran trabajo que ha hecho durante su tiempo en la escuela.

Fue genial, fue encantador”, dice Shelley, recordando la sensación de orgullo que tanto ella como su hijo sintieron ese día.

Ella cree que la clave en el progreso de Cruz fue un aumento en su autoconfianza.

Empezaron a creer en él. Entonces comenzó a creer en sí mismo“.

“Nunca había participado en ninguna actividad deportiva en su escuela ordinaria”, continúa, dando solo un ejemplo de cómo ha cambiado.

“Pero en Hawkswood lo agarraron y le dijeron: ‘Puedes hacerlo’. Eres un buen futbolista”. “De repente Cruz se involucró en el fútbol, comenzó a querer participar en los deportes”.

Es mucho más capaz de controlarse a sí mismo. Puede disculparse, reflexionar sobre lo que ha hecho.

Entre las técnicas utilizadas por la escuela para ayudar a sus alumnos esta la de restricción conocida en el centro como “sujeción segura“.

Utilizado como último recurso, puede tomar muchas formas, pero significa que un maestro aplique presión, a menudo sobre los hombros del niño, para detener su movimiento.

En algunos casos, el adulto se debe poner detrás del niño, colocar sus brazos sobre él, la palma derecha en el hombro izquierdo del pequeño y la izquierda en el derecho, lo que impide que se mueva.

Es una técnica diseñada para proteger tanto al niño como a quienes los que lo rodean, por lo que se les explica que es por su propia seguridad.

El personal recibe capacitación regularmente sobre el uso de estas técnicas.

Para la escuela también es vital mejorar las habilidades de comunicación verbal de los niños y emplea un terapeuta de lenguaje.

“Muchos de nuestros niños aquí no pueden encontrar las palabras para expresarse cuando llegan por primera vez, y por eso que lo hacen a través de su comportamiento“, explica la directora Marie Gentles.

Final, ¿feliz?

Ahora, el comportamiento de Cruz no es perfecto, todavía tiene errores, pero hay una mejora notable.

“Es mucho más capaz de controlarse a sí mismo. Puede disculparse, reflexionar sobre lo que ha hecho“, dice Shelley.

Un ejemplo claro es que Shelley no ha recibido una sola llamada pidiéndole que recoja a Cruz de la escuela desde que regresó a la educación general.

Y Shelley cruza los dedos para que esto continúe así.

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