Los investigadores señalan en su trabajo, liderado por Lyad S. Zalmout, de la Universidad de Michigan, que este primate, que pesó entre 15 y 20 kilos, tiene unas características que retrasan el momento de la divergencia entre la rama de los grandes primates (gorilas, chimpancés, humanos, orangutanes y gibones) y de los monos cercopitecoideos (macacos, papiones, etcétera), que proceden de un antepasado común.
Las estimaciones que se habían realizado con el genoma indicaban que esa división se produjo hace aproximadamente entre 35 y 30 millones de años, pero realmente se carecían de huesos fosilizados que pudieran apoyar estas conclusiones genéticas sobre la divergencia entre ambas ramas.
Este vacío ha sido cubierto ahora por el hallazgo de un cráneo, logrado en el yacimiento árabe de Harrat Al Ujayfa y datado hace cerca de 29 millones de años. Este fósil presenta, según afirman, unas características de los catarrinos, el antepasado común de los monos del Viejo Mundo y hominoides, lo que supone que esa divergencia tuvo lugar más tarde de lo que se creía hasta ahora.