Matrimonios que naufragan

El divorcio es uno de los factores de crisis que el hombre o la mujer pueden atravesar en algún momento.

Es un paso muy duro y difícil, y está catalogado por los psicólogos como el tercer factor de crisis, después de la muerte del esposo o de un hijo.

La crisis en un matrimonio es producida por causas bien identificadas, pero que no se descubren a tiempo, o no se quieren afrontar. Entre otras, está la irresponsabilidad de uno u otro cónyuge, la incompatibilidad de caracteres, la infidelidad, la falta de amor y comprensión y la ausencia de principios morales y espirituales.

Advierto que no soy simpatizante del divorcio, pero sí reconozco su necesidad en determinados casos. Sé que es el último recurso al que se debe llegar cuando se han agotado todos los demás y no queda otro camino. Cuando en un matrimonio se termina el amor, se pierde el respeto y no hay comprensión, ni nada, hay que dar este duro paso.

Tal es el caso de la esposa que hoy relata su vida conyugal, que sufre maltrato psicológico, explotación, humillación y más… y que en su frustración y desesperación busca, al final, a alguien a quien confiarse. Nos dice en un largo relato: “Mi esposo tiene muy mal carácter y además el vicio del alcohol y de las mujeres fáciles, por lo que he sufrido por años”.

“Hasta la fecha yo deposité en él todo mi cariño, pero me ha despreciado tanto y me ha pedido el divorcio muchas veces. Cierto es que hemos peleado mucho por sus vicios y maltrato, pero yo no quiero separarme de él por mis hijos, que están en plena adolescencia. Además, aun con todo, yo sigo queriéndole y no me imagino mi vida sin él, aunque sé que el a mí no me quiere”.

Y dice: “Esta situación me ha llevado a tal punto, que siento que he caído en depresión y que me estoy enfermando. A veces no quisiera ni abrir los ojos por la mañana para ir a trabajar. He pensado que solo con morirme se terminará este tormento en que vivo. Pero Dios me ha dado valor y fuerza para resistir y seguir luchando por mis hijos, que me necesitan”.

“Deme un buen consejo, Rina, porque yo nunca me he podido desahogar con nadie y todo me lo ‘trago’, como dicen. Pero ahora, él me sigue presionando más y más para que nos divorciemos; necesito a una persona con quien desahogarme, a quien confiarme y que me ayude a tomar fuerzas y valor para hacer lo que tenga que hacer.”

Amiga, disculpe mi franqueza, y no podría dejar de serlo en modo alguno. La verdad, yo la comprendo como usted no se imagina. Me duele que su corazón enamorado se ciegue ante la realidad y lo inevitable. No se puede retener a la fuerza a un hombre que no la merece, que manifiestamente no la quiere. No se puede mantener en esa situación a costa de su dignidad. ¿Cómo puede darles una buena formación a los hijos con ese ejemplar de padre? La verdad es que ese amor ciego no la deja actuar, ni decidir. Tómese de la mano de Dios y decida ya lo que tiene que decidir: divorciarse.

rina.montalvo@gmail.com

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