TIEMPO Y DESTINO

En dirección a un régimen teocrático

Luis Morales Chúa

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El estado laico se bate en retirada. Diversas religiones, sectas religiosas, falsas sectas, y otras formas de conquista espiritual y emocional de los guatemaltecos, ocupan todos los espacios, por pequeños que fueren, abandonados por el espíritu liberal clásico.

La idea de que “no se mueve la hoja del árbol sin la voluntad de Dios” ha cuajado en grandes sectores de la población, particularmente entre los pobres.

En la zona 18 circulaba hasta hace poco tiempo un tuc-tuc (automóvil de tres ruedas utilizado para el transporte de pasajeros) pintado de rojo. En la parte trasera lucía la siguiente leyenda: “Con Dios me voy, con él regreso. Si no regreso, con él me fui”.

Conozco a un vecino que tiene una casa en alquiler. Solo la alquila a familias cristianas, no católicas. Y en una farmacia había un aviso que decía: “Se necesita empleada, debe ser cristiana”. Y no obstante que Guatemala es, oficialmente, un Estado laico, la evangelización del país es impulsada por el Gobierno desde hace seis décadas, al punto de que altos funcionarios, civiles y militares, se declaran abiertamente fieles de determinadas iglesias, y hace algunos años, el presidente de la Corte Suprema de Justicia fue filmado cuando rezaba, hincado, en una ceremonia pública.

En fin, el auge de la organización de iglesias no católicas se aceleró con la privatización de las frecuencias radioeléctricas. Las denominaciones no católicas compraron la mayoría de esos bienes del Estado y ahora ocupan gran parte de los tiempos de la radiodifusión nacional. Poseen, además, estaciones de televisión y una gran cantidad de sitios en internet. Y, por si eso fuera poco, los domingos, grupos de evangélicos tocan a las puertas de las casas y hablan a los vecinos de “la urgente necesidad de buscar a Dios”.

Así, hoy en día no se puede encender un radiorreceptor sin encontrarse con la prédica evangélica y en menor cantidad con programas católicos y, como no se producen en Guatemala encuestas oficiales acerca de las religiones, cada iglesia hace la suya y la divulga. Los evangélicos, protestantes o no católicos, rinden informes según los cuales cuentan con aproximadamente cincuenta mil (50,000) lugares donde se desarrollan cultos, bajo la guía de igual número de pastores. La Iglesia católica no se interesa por divulgar estadísticas; pero, reconoce que el protestantismo avanza y gana terreno.

Según publicación de Prensa Libre (3 de junio de 2015) el 45% de guatemaltecos profesa la religión católica; el 42% se declara evangélico; un 2% admite pertenecer a otras confesiones y un 11% está compuesto por agnósticos y ateos. Añade que una encuesta confiable encuentra que desde 2012 “el catolicismo ha ido en disminución y el protestantismo, en aumento. Durante enero del 2013 y el mismo mes del 2014, el descenso porcentual de los católicos fue de un 8%, y el aumento de los evangélicos, del 7%”.

Pero, en Guatemala no hay solo católicos y protestantes. Hay ortodoxos, judíos, musulmanes, pueblos indígenas que poseen sus propias creencias, y otros más que, en total, pueden alcanzar el 9 por ciento de la población. Dato de dudosa exactitud, por cuanto solo los pueblos indígenas, por ejemplo, no son el 9% de la población. Son más.

Un extenso artículo de Wikipedia, termina con las siguientes palabras “la nación guatemalteca tendría entre 86 y 97 % de cristianos en total, y podría ser el tercer país más cristiano del mundo, superado por solo por Malta –98% de cristianos- y Rumania con un 99% . En América Latina, Guatemala sería el 5º país con más protestantes, y el 10º con mayor número de católicos”.

Lo anterior indica que los no católicos ya están en condiciones de elegir al presidente de la República, lo cual revela a quien quiera creerlo que hay una república teocrática en el horizonte. Y ¿qué es la teocracia? Una escuela filosófica según la cual no hay poder en el mundo que no provenga de Dios. Esto incluye la idea de que los pueblos deben ser gobernados por Dios y no por las leyes humanas. Algo que el general Efraín Ríos Montt intentó poner en práctica. Y perdió.

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