DE MIS NOTAS

María Cristina nos debe gobernar

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En medio de la vorágine política que vivimos se desarrollan, casi con carácter de impertinencia total, los preparativos finales para el día de las elecciones este próximo 6 de septiembre. Elegir en estos momentos un nuevo presidente con el mismo sistema arcaico, podrido y corrupto nos resulta a muchos una locura de paísito tercermundista, incapaz de valerse por sí mismo, y a merced de los vientos politiqueros que nos quieren gobernar.

Pero María Cristina nos debe gobernar. María Cristina es la Carta Magna. Es el único remanente de institucionalidad que nos queda como instrumento de cambio. Si queremos cambiar el pasado debemos desarrollar los instrumentos de transformación dentro del sistema constitucional; de lo contrario nos hundimos todos en la anarquía de las multiformes posibilidades de intromisión espuria de grupos que llaman a la convocatoria de una constituyente prematura, convocándola sin desarrollar los mecanismos de diálogo, los puentes de comunicación y concertación necesarios, previos.

Luego, toda esa demanda de anular las elecciones, posponerlas o anularlas es un grave error que socava el objetivo principal, el fin último de la transformación política que buscamos. Hay que votar para ganar tiempo dentro de un proceso que demanda tiempo. Es como emular la semilla que germina cuando se completa el ciclo de germinación, no se puede apresurar saltándose una etapa.

Por eso, con tiempo, después de este 6 de septiembre, debemos continuar con el proceso de desarrollar esos instrumentos de gobernabilidad hacia el destino de la plena certeza política y democrática de un Estado refundado. Debemos sentarnos a hablar. Definamos cuáles son los tres o cuatro temas de mayor prioridad. Discutá-moslos. Concertémoslos. Suscribamos acuerdos y luego, ya con los mismos definidos, llamemos con tiempo a una constituyente con esa agenda de cambio ya concertada. Esto demandará tiempo. Las divergencias ideológicas no son infranqueables, pero sí espinosas. Será un proceso lento y arduo, pero factible si todos cedemos algo hasta lograr la unidad.

Cualquier otra concepción de borrón y cuenta nueva no solo es irresponsable, sino peligrosamente ingenua. Los cambios no aparecen de la noche a la mañana. No hay que confundir acontecimientos —persecución penal contra los políticos corruptos, etc. que está llevando la Cicig— con las transformaciones que exige una reforma política que eventualmente desemboque en la refundación de un Estado institucional y políticamente fuerte.

Primero hay que llenar los vacíos de poder, como lo sugiere Edgardo Buscaglia en su libro Los vacíos de poder en México: “La delincuencia organizada se inserta en los vacíos de Estado. Estos vacíos de Estado se deben a la ausencia de un acuerdo político para controlar este tipo de conductas nocivas, ya que son las mismas élites las que se benefician de los vacíos institucionales y de las conductas nocivas que estos causen. La élite político–empresarial sabe que una vez que se establecen y ponen en marcha unidades de investigación patrimonial, sus campañas electorales, su discrecionalidad en la asignación de contratos gubernamentales y en la compraventa de inmuebles se verá mucho más limitada”.

De manera que este 6 de septiembre, votemos. Vote por el que usted, estimado lector, le parezca mejor —indiferente a que esté de primero, segundo, cuarto o en último lugar. Vote por ese candidat@ y sus diputad@s. Esa diversidad de representación en el Congreso abona hacia un sistema de pesos y contrapesos muy necesario en la próxima legislatura.

Lo que no hay duda es que “Guatemala ya cambió…”

alfredkalt@gmail.com

ESCRITO POR:

Alfred Kaltschmitt

Licenciado en Periodismo, Ph.D. en Investigación Social. Ha sido columnista de Prensa Libre por 28 años. Ha dirigido varios medios radiales y televisivos. Decano fundador de la Universidad Panamericana.