SI ME PERMITE

Triste, buscando culpables

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“No le pidamos al docente que arregle los agujeros que hay en el hogar”, Pepe Mujica.

A esa máxima, el expresidente de Uruguay agrega: “En la casa se aprende a: saludar, dar las gracias, ser limpio, ser honesto, ser puntual, ser correcto, hablar bien, no decir groserías, respetar a los semejantes y a los no tan semejantes, ser solidario, comer con la boca cerrada, no robar, no mentir, cuidar la propiedad y la propiedad ajena, ser organizado. En la escuela se aprende: Matemáticas, lenguaje, ciencias, estudios sociales, inglés, economía y se refuerzan los valores que los padres y madres han inculcado en sus hijos. Muy difícil es hacer que el latón brille como el oro”.

El párrafo que el expresidente de Uruguay describe, no creo que se limite únicamente a su país, aquí en Guatemala es también una triste verdad que no podemos negar porque a nuestro derredor es evidente entre el comportamiento de muchos adultos y niños, también cuando se les escucha hablar o se les observa ciertos comportamientos, lo primero que nuestra mente formula es “en qué tipo de familia educaron a este individuo” y hasta allí lo dejamos.

Pero es triste cuando en esta realidad estamos esperando que alguien emita una ley que cambie este triste cuadro que nos rodea. Claro está que esto no se compone con emitir una ley o decreto, porque los que producen este tipo de documentos no siempre salen librados de la misma realidad que estamos apuntando, y ni siquiera esperemos que se formen mesas de trabajo para que nos digan con discursos retóricos y de poco contenido como arreglar nuestra patria urgida de un cambio.

La solución debe empezar con usted y con mi persona corrigiéndonos nosotros y una vez enfrentada esa etapa debemos asegurarnos que aquellos que están bajo nuestra responsabilidad, sea esta por familia o bien por trabajo, empiecen corrigiendo el modo de ser y también el modo de hacer las cosas. Porque si sencillamente nos desentendemos de este mal somos cómplices de que las cosas estén tan mal.

De qué nos sirven las estadísticas de cuánta gente a fin de año logra titularse, si tristemente después de graduarse no tienen la capacidad de funcionar para darle valor al título que ha logrado adquirir.

Cuando el Estado evalúe el rendimiento de los estudiantes para comprobar si en verdad están siendo bien preparados en el lugar donde estudian, claro está que será un buen cuadro estadístico para que alimente el discurso de alguien. Permítame la simple analogía, si yo soy el descuidado de mal alimentarme y no cuidar lo que es bueno para mi salud, muy probablemente en el momento de la estadística de nutrición seré un número más para el discurso de alguien. Yo, personalmente comí lo que quise y lo pagué con mi propio dinero, exactamente igual es la formación de mi conducta y mi educación.

Pareciera que nos gusta confundir la opinión de la gente buscando culpables o bien haciéndole el proceso más difícil para obstaculizar el camino para la urgente corrección. Posiblemente necesitamos más sentido común que leyes para darnos cuenta de que nos estamos autodestruyendo.

Esto me recuerda una anécdota personal, cuando me propuse ayudar a algunos que no sabían leer y escribir buscando resolver el problema, se me dijo que no tenía autorización y como no estaba registrado para hacer eso no debía hacerlo. Claro, no pedí que me felicitaran, pero tampoco que me lo impidieran.

samuel.berberian@gmail.com

ESCRITO POR:

Samuel Berberián

Doctor en Religiones de la Newport University, California. Fundador del Instituto Federico Crowe. Presidente de Fundación Doulos. Fue decano de la Facultad de Teología de las universidades Mariano Gálvez y Panamericana.