Revista D

Ventana clave en el arte

La Bienal de Arte Paiz ha sido un importante escaparate para dar a conocer nuevos talentos.

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Cargadores, obra de Guillermo Maldonado. Glifo de oro Bienal 2006. (Foto Cortesía Fundación Paiz)

Tras más de tres décadas de labor ininterrumpida, la Bienal de Arte Paiz (1978-2014), además de evolucionar con el paso del tiempo, ha sido un importante escaparate para dar a conocer nuevos talentos.

Organizada desde 1978, su dinámica ha cambiado con el tiempo. De ser un espacio cultural que convocaba a artistas de forma masiva, este año su edición número 19, por inaugurarse el 6 de junio, se manejó bajo el concepto curatorial Transvisible. Con este título, el espectador podrá observar cuatro temáticas definidas y la participación de un grupo de artistas, previamente seleccionados, en su mayoría jóvenes, que expondrán sus obras en distintos sitios del Centro Histórico.

A lo largo de 19 convocatorias, cada dos años, incluida la actual, ha pasado de un jurado calificador con premios a un concepto curatorial más selectivo.

Itziar Sagone, directora ejecutiva de Fundación Paiz, recuerda que la primera bienal surgió por iniciativa de la familia Paiz y del artista Zipacná de León, quien planteó la necesidad de un evento que diera a conocer el arte actual.

Para entonces, “todas las obras se exhibían en las afueras de los supermercados Paiz”, refiere. El valor significativo de esto, comenta Sagone, fue que abrió y se acercó a un público que no necesariamente tenía relación con el arte“. Por otro lado, permitió hacer un mapeo a escala nacional de lo que sucedía en el arte.

Hacia finales de la década de 1980, el gremio artístico planteó inconformidades. Por ejemplo, reclamaba que no podía exhibirse una obra contemporánea a la par de una porcelana. Esto obligó a los organizadores a cerrar categorías como la anterior, el dibujo infantil, y abrir otras como la fotografía, comparte Sagone.

Los cambios más profundos, sin embargo, surgieron con el nuevo siglo, cuando se trasladó la figura del jurado calificador a una curaduría. Los encargados de esta transición y de direccionar el rumbo fueron el cubano Nelson Herrera Ysla, la venezolana Rina Carvajal y el guatemalteco Luis González Palma, en la Bienal del 2006.

El concepto de curaduría, explica Sagone, parte de una investigación de lo que sucede en el arte local, y a partir de ello se lanza un eje temático, el cual tratará el gremio de artistas participantes.

Otro cambio importante se dió en la bienal del 2010 con el tema Ver para creer. El curador principal fue el colombiano José Ignacio Roca, quien impulsó dos cambios claves: eliminar los premios e invitar a artistas internacionales. “El objetivo era abrir el diálogo de un arte nacional a uno internacional”, comenta Sagone.

La bienal del 2012, bajo la curaduría del español Santiago Olmo, impulsó el tema de educación artística con un programa de radio, visitas guiadas y talleres especializados. Logró ampliar el número de 16 mil hasta 45 mil visitantes en los distintos puntos del Centro Histórico.

Este año, la 19 edición, bajo la guía de la curadora principal, la venezolana Cecilia Fajardo Hill, llevará el título de Transvisible, un término abstracto que trata cuatro temáticas. Dos de ellas, por ejemplo, son “masculinidad y violencia” y “territorio/cuerpo/travestismo/sexualidad”.

Una innovación que se presentará este año es una herramienta de mediación pedagógica a cargo de Andrea Mármol. “Son como centros de sensibilización para experimentar y jugar, para luego entrar a la muestra y ser más perceptivo”, dice Sagone.

Nuevos talentos

La Bienal de Arte Paiz, junto a otros espacios artísticos, ha significado una ventana para dar a conocer nuevos artistas. Es imposible mencionar a todos, pero resaltan los nombres de maestros consagrados como Efraín Recinos, Élmar René Rojas, Arnoldo Ramírez Amaya, Rolando Ixquiac Xicará y Enrique Anleu, entre los primeros premiados.

El artista y crítico de arte Guillermo Monsanto considera que los años ochenta fue un buen trampolín para hacer visibles los alcances estéticos de los artistas de occidente como Carlo Marco Castillo, Alfredo García o Rolando Aguilar, entre otros pintores. Y en la década de 1990, recuerda especialmente los trabajos de autores como Mariadolores Castellanos y Francisco Auyón, “que hoy son considerados trabajos maestros”, señala.

Críticas

A lo largo de los años, críticos de arte también objetan los cambios de esta reconocida convocatoria. El crítico de arte Juan B. Juárez identifica tres etapas importantes en esta muestra.

En la primera, una participación multitudinaria que lógicamente desembocaba en enormes exposiciones que incluían todas las obras presentadas al certamen, sin que mediara ninguna instancia de curaduría, expone.

En la segunda etapa se intentó mejorar la calidad de la muestra y se hizo una selección más o menos rigurosa de las obras que participarían en la exposición. Sin embargo, considera que no se ganó en calidad, y perdió popularidad. “Una gran parte de su público más fervoroso ya no se sintió identificado, sino más bien defraudado”, indica.

En el tercer momento, que se extiende hasta el presente, la bienal Paiz se transformó radicalmente y dejó de ser el certamen grande y tradicional y se convirtió, a la manera de las grandes bienales de Sao Paulo, La Habana y de Europa, en el recurso y la plataforma para promover al arte, a los curadores y a los artistas conceptuales. Lo que ganó en especificidad lo perdió en popularidad y actualmente es una actividad puramente artística, para artistas y no para el gran público, refiere el experto.

Para Monsanto, el principal problema radica en que muchos de los curadores actuales ya no buscan talentos. “Lo que suelen hacer es reforzar su manera de ver el hecho artístico como verdad absoluta, y de allí nacen los descontentos a los ojos de los no convocados”, afirma.

Reconoce el esfuerzo y recursos de la organización Paiz en la calidad y presentación de la exposición. El pelo en la sopa radica en los curadores. “Están decidiendo a dedo quién participa y quién no, con un listado oficial inamovible, como que no hubiera innovación en su visión del arte“, objeta.

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