CABLE A TIERRA

Lecturas de fin de año

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2022 fue un año muy intenso y complejo para el mundo y para nuestro país. En lo personal, fue un año para aceptar los cambios que comenzaron a finales del 2021 y adaptarme a una nueva etapa de vida, dándome tiempo para el necesario proceso de recuperar la serenidad, atender la salud y ver hacia adelante; un tiempo para dibujar nuevas metas. Por eso, este fin de año mi prioridad ha sido bajar el ritmo, retraerme para dar tiempo a actividades personales y familiares que se ven desplazadas por las urgencias y tensiones en que se ha convertido vivir —tratar de sobrevivir— en Guatemala. Ya solo poder hacer eso por unos días me hace una privilegiada en este país.

Haber tenido la Filgua este año en el mes de noviembre fue una buena oportunidad para abastecerme de algunos libros previo a mi anhelada pausa de fin de año. Escogí lecturas alejadas de los temas que suelo leer como parte de mi actividad profesional. Algo que me ha impresionado mucho los últimos años es ver cómo estamos perdiendo nuestra destreza para escribir. La dinámica en redes sociales tolera, sin inmutarse, los “horrores” ortográficos, el mal uso de la gramática y los fallos de sintaxis. Para muchos, “escribir” se ha reducido a revisar el chat; teclear unas pocas palabras, sin tildes, comas o puntos para las redes sociales.

La mayoría tampoco invertimos suficiente tiempo en leer, especialmente para leer literatura. En mi caso, he ido dejando la lectura de novela, poesía o arte “para después”. El buen amigo Raúl Figueroa Sarti me recordaba que: “Quien no lee literatura, difícilmente tiene buena redacción”. Así que, para el 2023, me he propuesto recuperar el balance entre la lectura de temas técnicos y la lectura literaria.

' Quien no lee difícilmente tiene buena redacción.

Karin Slowing

Así, en estos días, quedé encantada con un texto publicado por Editorial Cultura. Se llama Niñas inquietas, mujeres maravillosas: historias que inspiran y nunca expiran, de Tania Hernández y Marco Valerio Reyes. Una breve colección de anécdotas sobre seis magníficas mujeres artistas y literatas guatemaltecas. Con un lenguaje simple pero bien aplicado, los autores nos asoman a momentos que fueron hilando en ellas, desde niñas, la pintura o las letras en su misión de vida. Cada anécdota, acompañada de fragmentos de algunos de sus textos; y con ilustraciones de Martín Díaz Valdez, que me parecieron bellas y muy adecuadas para el libro.

A mis queridos Carmen y Luis, de Editorial Catafixia, les debo el placer de estar pasando unas horas con la poesía de Isabel de los Ángeles Ruano. Cariátides y Los muros perdidos me han acompañado estas tardes. Su esfuerzo editorial me dio también la oportunidad de leer y comentar este año el primer libro de Félix Alvarado, Ensayos desde un Estado Perverso. ¡Todo un privilegio!

Me ha costado, por la profunda carga emocional que me implica, pero antes de las 12 del 31 terminaré de leer Mapa de otros mundos, de Rodrigo Fuentes. Para el arranque de año será la biografía de Doroteo Guamuche Flores, El triunfador de Boston, de Julio César Arriola. También Diarios de saliva y encierro, de Carolina Escobar Sarti, que seguramente me dará otra perspectiva de la pandemia covid-19, desde la vivencia de esta gran poeta y humanista. Y, en tiempos de marcados retrocesos mentales, me he propuesto, en respuesta, leer a Elizabeth Ugalde con Confesiones de Venus. Y de paso, disfrutar las ilustraciones de ambos libros realizadas por la fotógrafa y querida amiga Vivian Guzmán.

Deseo que el 2023 sea el inicio de algo mejor para todos; por supuesto, dependerá de cómo votemos. En un plano más personal, mi meta es retomar la lectura de literatura. Creo que sí lo lograré, pues no lo dejé para el 2023. ¡Ya comencé!

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