Pluma invitada

La crisis de la democracia

La tecnología, que alguna vez se consideró una herramienta para democratizar la información, se ha convertido en un arma de control y división.

En las últimas décadas, la democracia considerada durante años como el modelo político más deseable atraviesa una profunda crisis, tanto en América como en Europa. Los principios que la sostienen, como la participación ciudadana, la transparencia y los derechos humanos, parecen debilitarse frente al avance del autoritarismo, el populismo (demagogia) y la desinformación. Este fenómeno no solo pone en riesgo las instituciones democráticas, sino también la confianza de los ciudadanos en la política.


La crisis democrática se manifiesta de múltiples formas: el desencanto con los partidos políticos tradicionales, la baja participación electoral, la polarización social y la pérdida de credibilidad de los medios de comunicación y de las instituciones públicas. En muchos países, las promesas incumplidas han generado frustración, alimentando discursos que apelan más a las emociones que a la razón. Esa desconfianza abre el camino a líderes autoritarios que, bajo la apariencia de defender al “pueblo’,’ socavan las bases del sistema democrático desde dentro.


En América Latina, la fragilidad institucional ha permitido el auge de gobiernos con tendencias autoritarias o populistas. En países como Venezuela y Nicaragua, la concentración del poder, la censura y la persecución política son ejemplos claros de la erosión democrática. Incluso en democracias más consolidadas como Brasil o México, la polarización y el uso político de la información han debilitado la confianza en los políticos y en las instituciones. Este fenómeno no es nuevo: la historia iberoamericana ha estado marcada por ciclos de autoritarismo y democracia. Sin embargo, lo preocupante del contexto actual es que los retrocesos ocurren dentro de regímenes que se autodenominan democráticos.

Pese a ese panorama, la democracia no está aún condenada a muerte.


En Europa, la situación presenta matices diferentes, pero la tendencia es la misma. El auge de movimientos nacionalistas y autoritarios de derecha como en Hungría, Polonia, Italia o Francia reflejan un cansancio con la política tradicional y con las elites políticas que dominan la decadente Unión Europea. Líderes como Víctor Orbán, en Hungría, han promovido lo que él mismo llama una “democracia liberal”, donde se mantienen las elecciones pero se restringe la independencia judicial y la libertad de prensa. Ese modelo híbrido combina legitimidad electoral con prácticas autoritarias, poniendo en duda la verdadera esencia del sistema democrático.


Otro factor decisivo en esta crisis es la influencia de las redes sociales y la desinformación digital. En ambos continentes, los algoritmos priorizan contenidos extremistas que refuerzan prejuicios y emociones, debilitando el debate político racional. Las campañas de manipulación, tanto internas como externas, han demostrado su capacidad para influir en elecciones y erosionar la confianza del votante. Así, la tecnología, que alguna vez se consideró una herramienta para democratizar la información, se ha convertido en un arma de control y división. Sin ir muy lejos, esto lo podemos ver aquí mismo o en el vecino México.


Pese a ese panorama, la democracia no está aún condenada a muerte. Existen movimientos ciudadanos, organizaciones sociales y jóvenes liderazgos que trabajan por fortalecer la participación política, la transparencia y los valores judeocristianos. El futuro dependerá de la capacidad de las sociedades para reconstruir la confianza en las instituciones, exigir rendición de cuentas y defender los valores fundamentales de la libertad.


En conclusión, tanto en América como en Europa, la democracia enfrenta una de sus pruebas más difíciles desde mediados del siglo XX. La expansión del autoritarismo y del populismo revelan las debilidades estructurales de los sistemas políticos actuales, pero también ofrece una oportunidad para su renovación. Solo mediante una ciudadanía participativa, crítica, informada y comprometida será posible revertir la tendencia y asegurar una convivencia justa y libre. Amén.

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