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Así es la remota aldea de donde salió Felipe Gómez Alonzo, el tercer niño migrante que muere en EE. UU.

Yalambojoch es una de las aldeas más lejanas de Nentón, Huehuetenango, donde casi la única opción para subsistir es la migración.

Catarina Alonzo Pérez, madre de Felipe Gómez Alonzo, se muestra desconsolada por su muerte. (Foto Prensa Libre: Heidy Samayoa)

Catarina Alonzo Pérez, madre de Felipe Gómez Alonzo, se muestra desconsolada por su muerte. (Foto Prensa Libre: Heidy Samayoa)

Situada a más de 400 kilómetros de la capital, esa comunidad vio nacer a Felipe Gómez Alonzo, el tercer niño guatemalteco migrante que muere en resguardo de la Patrulla Fronteriza de EE. UU.


Por décadas, Yalambojoch ha sido acechada por el fantasma de la migración. Durante el conflicto armado interno -de casi 40 años- muchas familias de ese poblado, ubicado en el norte del departamento, dejaron sus casas para salvar sus vidas y huyeron hacia México, pues en muchas de las aldeas cercanas ocurrieron masacres, según pobladores del área.

El tiempo ha pasado y las heridas de la guerra empiezan a sanar, principalmente en las nuevas generaciones que, si bien es cierto, ya no sufren por los enfrentamientos armados y las masacres, pero se enfrentan a otras realidades, la pobreza y la falta de desarrollo.

Esos dos factores obligaron a Agustín Gómez, de 47 años, a migrar hacia Estados Unidos junto a su hijo, Felipe Gómez Alonzo, 8; sin embargo, fueron detenidos el 18 de diciembre al cruzar la frontera a Estados Unidos por El Paso, Texas, de donde el día 23 fueron trasladados a la estación de la Patrulla Fronteriza en Alamogordo, según información del Ministerio de Relaciones Exteriores.

De acuerdo con el servicio de vigilancia de fronteras de Estados Unidos (CBP, en inglés), durante el día 24 el menor presentó “síntomas de resfrío” que luego evolucionaron a “náuseas y vómitos”, por lo que fue llevado al hospital. Horas más tarde fue dado de alta, pero su condición empeoró y falleció.

Este caso es una muestra de la cruda realidad que se vive en esa comunidad, donde pocos habitantes, que no superan los mil, hablan español, pues predominan los idiomas maternos Chuj y Poptí. El clima es frío -y muy intenso de octubre a enero- y las fuentes de trabajo escasean, la mayoría de los pobladores vive de lo poco que consiguen en jornales o de sus cosechas de maíz y frijol.

Se sabe que muchas de las familias del lugar huyeron en 1982 de una incursión del Ejército y paulatinamente, después de la firma de la paz en 1996, han regresado en busca de sus propiedades; pero el desarrollo continúa sin llegar. Esa aldea colinda con la finca San Francisco, la cual fue escenario de una de las masacres grande de la guerra, donde murieron 250 personas.

Carolina Gutiérrez, integrante de la Red Mesoamericana Mujer y Migración, dijo que Yalambojoch es una de las comunidades de Huehuetenango más golpeadas por la extrema pobreza, por lo que muchas de las familias optan por irse en busca de oportunidades.

Agregó que nadie -las autoridades- se acuerda de que esa comunidad existe, lo que se refleja con la falta de inversión estatal, pues los servicios básicos como energía eléctrica, drenajes y agua entubada son precarios. Además, el acceso a la educación es limitado, al extremo que el poblado más próximo es mexicano -Trinitaria, Comitán de Domínguez, Chiapas-, al que para llegar solo hay que recorrer nueve kilómetros.

Según fuentes locales, los vecinos de esta comunidad durante todo el año viven una odisea para conseguir trabajo, por lo muchos migran de manera temporal a campos de producción de melón de Campeche y Quintana Roo, México.  

Sin casusas establecidas

Las autoridades estadounidenses señalaron que no se conocen las causas de la muerte de Felipe y prometieron que se hará un “examen independiente y en profundidad de las circunstancias” del deceso.

El gobierno de Guatemala pidió una investigación “clara y resguardando el debido proceso”.

Con la muerte de Felipe ya suman tres los niños fallecidos estando en resguardo de la Patrulla Fronteriza. Otro caso es el de Jakelin Caal Maquín, 7, originaria de la recóndita comunidad de San Antonio Secortez, Alta Verapaz.

El pasado 8 de diciembre, la pequeña murió entre fiebres, vómitos y convulsiones cuando estaba bajo custodia por la Patrulla Fronteriza de EE. UU., país al que viajaba junto a su padre, pues huían de la pobreza.

El cuerpo de la pequeña Jakelin llegó el domingo por la tarde al aeropuerto de La Aurora, repatriado desde Texas, EE. UU. y fue inhumada el martes por la tarde.

Tercer caso

En agosto último, Yazmin Juárez, inmigrante guatemalteca, demandó a EE. UU. y solicitó una indemnización de US$60 millones por la muerte de su hija, de 21 meses, después de que esta se enfermó en un centro de detención del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) en Texas, informaron medios locales.

El abogado de la demandante, Stanton Jones, aseguró que el Gobierno “tenía el deber de proveer a esta niña pequeña de seguridad, condiciones sanitarias y cuidado médico apropiado, pero no lo hizo, lo que resultó en consecuencias trágicas”, según un comunicado recogido por medios estadounidenses.

El letrado argumentó que la niña entró en el país sana y que 20 días después le diagnosticaron una grave infección respiratoria que no superó.

Jones enfatizó que la menor no alcanzó los 2 años de edad porque ICE ofreció una atención médica “negligente”.
Juárez y su hija Mariee intentaron entrar de forma irregular en Estados Unidos el pasado mes de marzo, pero fueron arrestadas y enviadas al centro de Dilley, en Texas.

Los abogados de la guatemalteca aseguran que Mariee enfermó tras pasar a custodia del ICE, con fiebre superior a 38 grados, tos, congestión, diarrea y vómitos.

Pese a ello, una enfermera dio el alta a la menor pocos días después y dio el visto bueno para que viajara, lo que permitió a Juárez y su hija trasladarse a Nueva Jersey, donde reside la madre de la guatemalteca, tras ser puestas en libertad por las autoridades.

Sin embargo, la niña no superó la enfermedad y falleció el 10 de mayo en un Hospital Infantil de Filadelfia (Pensilvania) por insuficiencia respiratoria continuada.

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