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Las jóvenes de Nicaragua que utilizan el fútbol para refugiarse del miedo y encontrar esperanza

Hasly se encontraba en la universidad cuando la violencia comenzó.

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Sintió miedo e impotencia cuando el campus de la Universidad Nacional de Ingeniería en la capital de Nicaragua, Managua, fue atacado durante la ola de protestas en contra del gobierno de Daniel Ortega.

Para Hasly, de 18 años, el futuro pasó a ser incierto.

Los estudiantes universitarios han estado en el centro de las manifestaciones que estallaron el pasado mes de abril.

Han sido víctimas de la represión de los grupos paramilitares que defienden al gobierno, que los acusan de intentar un golpe de estado en contra de Ortega.

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Y por causa de la crisis el campeonato sub17 femenino de la Confederación de Norteamérica, Centroamérica y el Caribe de Fútbol (CONCACAF) que se iba a disputar en Nicaragua en abril, tuvo que ser cancelado.

“Es muy difícil vivir en nuestro país ahora”, reconoció Hasly, quien se siente amenazada por la violencia que afecta el país en los últimos meses.

En ese tiempo han habido más de 2.000 detenciones.

“Las calles y autopistas no son vías seguras para viajar a la capital y a mi universidad. Nadie puede garantizar tu seguridad una vez que estés allí”, lamentó.

Refugio

Hasly simplemente quiere continuar con su educación.

Ella está estudiando ingeniería de sistemas y sueña en el futuro con una exitosa carrera profesional, pero desde hace meses no ha podido ir a su universidad debido al caos en el que se encuentra sumergido Nicaragua.

Más de 300 personas han perdido su vida y Ortega es visto por muchos como el gran problema de la crisis económica y social que afecta al país.

Pero en medio de tanto negativismo, el único escape que encuentra Hasly es a través del fútbol.

Fue de esa manera, junto a un balón, que se abrieron las puertas de la universidad para ella gracias a un programa que aprovecha el deporte para cambiar la percepción y ayudar a jóvenes mujeres a fraguar un futuro mejor.

Mary McVeigh Connor, cofundadora de la organización no gubernamental Fútbol Sin Fronteras (SWB, por sus siglas en inglés), es la persona que está detrás de la iniciativa.

“Creo que el fútbol es un espejo de la sociedad, pero también tiene el poder de darle forma”, aseguró Connor.

En Nicaragua las mujeres no juegan fútbol. Por lo menos no es algo que suceda de forma habitual y cuando lo hacen la gente suele fruncir el seño.

Y esa es la percepción que tratan de cambiar.

“La vida de una chica es extremadamente solitaria en Nicaragua”, dijo Connor, quien fue futbolista profesional antes de estar con SWB.

“Cerca del 30% de las jóvenes quedan embarazadas antes de los 18 años y alrededor de la mitad de ellas nunca llegan a la educación secundaria”, destaca Connor.

“La cultura machista dictamina las normas para las chicas, muchas de las que están internalizadas antes de alcanzar la adolescencia”, resaltó.

“El deporte, y en particular el fútbol, tiene una habilidad única de romper esas barreras, y les da la oportunidad de desarrollar un liderazgo y una confianza con la que pueden alcanzar resultados inesperados”, le dice a la BBC.

En peligro

En el programa de SWB, basado en la ciudad de Granada, participan 170 niñas y jóvenes entre seis y 20 años, pero logra llegar a unas 1.500 personas a través de varios campamentos, torneos y eventos especiales.

“En lugares donde las niñas reciben igualdad de oportunidades para jugar y son animadas y cuentan con el apoyo de sus familias, hermanos y la comunidad en la que se encuentran suelen tener mejores oportunidades para su educación y en la vida laboral”.

Sin embargo, la confusión generada por las protestas y la actuación del gobierno ha repercutido en cada uno de los rincones de Nicaragua y el programa también se ha visto directamente afectado.

Algunas sesiones han tenido que ser canceladas por temor a la inseguridad y los intercambios con grupos de futbolistas estadounidenses también tuvieron que ser suspendidos.

“Estos viajes nos suministra el equipamiento para un año y genera cerca del 35% de nuestro presupuesto operacional”, lamentó Connor, alertando que podría tener unos efectos devastadores para el futurode las personas que forman parte del programa.

Una de ellas es Hasly, quien no ha podido regresar a la universidad y permanece consternada por las muertes que han ocurrido en su país.

“La violencia afecta a todos los nicaragüenses y en especial a la gente joven. Muchos han abandonado el país en busca de un lugar seguro. Estoy muy triste”, comentó.

Ella se unió a Fútbol Sin Fronteras cuando tenía 8 años y todavía es una miembro activa de la organización, gracias a la cual pudo conseguir una beca para ir a la universidad.

Camino a seguir

Eso es con lo que sueña Francisca, quien todavía recuerda sus primeros días.

“Cuando tenía 8 años recibí muchos comentarios negativos porque los hombres pensaban que el fútbol no era para las mujeres”, comentó.

“Pero ahora es diferente. La población ha aceptado que no solo los hombres pueden jugar”, dice orgullosa.

El temor es que todo el progreso que se ha logrado sufra un grave retroceso afectado por la situación que atraviesa Nicaragua.

“Nuestro objetivo en el futuro es crecer más en Granada y trasladar el modelo a otros lugares del país”, explicó Connor.

“Esperamos que haya una vía pacífica para terminar con la violencia que está afectando a tantas familias”, dijo.

“Y esperamos que Nicaragua emerja del otro lado de esta difícil situación sea reflejo de la creatividad, determinación, esperanza y bondad que hemos visto de primera mano en los últimos 10 años”, concluyó.

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