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36 tarjetas rojas: cómo vivió el árbitro argentino Damian Rubino en el campo la erupción de violencia del partido de futbol con más expulsados de la historia

Una tarde primaveral de marzo de 2011 en la pequeña ciudad de Claypole, ubicada a unos 26 kilómetros al sur de de Buenos Aires, se jugaba un partido sin trascendencia entre dos conjuntos de uno de los campeonatos de la quinta división del futbol argentino.

El Claypole local recibía al Victoriano Arenas en lo que tenía que ser un encuentro “como tantos otros” entre dos equipos que merodeaban por la mitad de la tabla.

Había rivalidad, pero nunca para imaginar que ese modesto encuentro de un torneo regional terminaría dando la vuelta al mundo y pasaría a tener un lugar en el futbol como el partido con más expulsiones de la historia.

En total fueron 36 las tarjetas rojas las que sacó el árbitro Damian Rubino tras la batalla campal que se desató sobre el campo una vez finalizado el partido.

No se salvó nadie, ninguno de los jugadores en el terreno de juego, ni los del banquillo.

“No había antecedentes que el partido pudiera terminar de forma violenta”, le dice a BBC Mundo Rubino, quien nunca había vivido una situación similar desde que decidió dedicarse al arbitraje a los 17 años.

“Suelen pasar incidentes menores, alguna peleas, pero no es algo que pase todas las fechas”, señala Rubino.

“Se trata de una liga aficionada y los jugadores tienen sus trabajos, tienen una vida y a veces trascienden los problemas de la vida cotidiana al partido de futbol”.

Los hechos

Pese al paso del tiempo, Rubino tiene fresco el recuerdo de aquel día.

“El partido fue tranquilo en general, no hubo incidentes mayores. Hubo un expulsado al final del primer tiempo, pero por dos amonestaciones, algo normal para la categoría”, cuenta.

Las imágenes del partido que dan vueltas por las redes sociales confirman en gran medida las palabras del árbitro argentino, aunque dada la confusión que se vivió sobre el campo a veces resulta complicado aclarar paso a paso lo que ocurrió.

“El segundo tiempo se desarrollaba tranquilo”, continúa el árbitro con su versión de los hechos.

“Pero el jugador que fue expulsado en el primer tiempo, el número 7, se queda mirando la acción del otro lado del alambrado, ya sin la ropa de jugador”, explica Rubino.

“Cuando pito el final del encuentro ingresa por detrás de la policía por una puerta que estaba abierta y le pega un golpe de puño a un adversario”, relata.

“Y cuando le pega el golpe, comienza a correr porque todos los jugadores le quería ir a pegar, intentan con patadas, con todo, entran al vestuario, pelean y luego salen hasta que la policía intervino”.

Costó bastante tiempo para que las autoridades pudieran controlar los focos de pelea que surgieron por todo el campo, mientras Rubino veía con detalle la situación.

“Nunca tuve miedo porque con nosotros nunca hubo un inconveniente, pero nunca es lindo estar en una situación de este estilo porque siempre lo ideal es que termine el encuentro, vayan todos a los vestuarios y nos retiremos a nuestros domicilios en paz”.

Rubino justifica que no mostró las tarjetas rojas en ese momento, a diferencia de las que sacó durante el partido, “porque no es lo recomendable, ya que generaría más violencia”.

“La principal infracción que yo logro percibir es la de dar o intentar dar voluntariamente sin importar si el impacto llegó a destino o no”.

“En este caso hubo infinidad de jugadores que arrojaban piñas y patadas, pero desde mi posición se hace muy difícil apreciar si algún jugador no llegó a hacer algo, desde mi perspectiva todos participan”, señala.

“En la confección del informe yo detallo quienes están expulsados y quienes están amonestados, y en este caso los incluyo a todos en la casilla de expulsados porque a criterio de la terna arbitral todos estuvieron involucrados en la pelea”, explicó.

Repercusión

La cantidad de expulsados no pasó desapercibida y fue considerada como un récord en el mundo del futbol, convirtiendo a Rubino en una celebridad, reclamado por medios de comunicación de todo el mundo.

“No es un récord positivo y no me satisface ser parte de él, porque no fue positivo para mi carrera”, lamentó el colegiado argentino.

“Siempre que hablo sobre mi carrera, digo que lo ideal es tener un perfil bajo, que en los partidos pase desapercibido, con lo cual este hecho de estar en el centro de atención no me alegró nunca”.

La actuación de Rubino generó posiciones encontradas y el tribunal de disciplina de la Asociación de Futbol Argentina (AFA) revisó la decisión y sólo terminó sancionando a dos jugadores por equipo.

“Después de casi 10 años continúo pensando que lo correcto y lo más justo era eso, pero hoy no sé si lo volvería hacer porque las consecuencias no fueron de las mejores”, señaló.

“No me favoreció y tal vez me perjudicó porque estuve como un año sin dirigir a ninguno de esos dos equipos pese a que nunca tuve problemas con ellos”.

El árbitro considera que durante su trayectoria nunca ha sido reconocido por tener un estilo “tarjetero”, sino de ser uno que trata de “tener una buena relación con el jugador, con el cuerpo técnico, más allá que siempre existan los errores”.

Pero reconoce que la figura del árbitro no es respetada lo suficiente en Argentina.

“No ha cambiado mucho el concepto que hay del árbitro en general en el ámbito futbolístico”, dijo.

“No tiene mucho respeto ni credibilidad, hay mucho fanatismo y mucha subjetividad, y la gente sólo trata que se favorezca a su equipo”.

Pese a ello sigue arbitrando partidos, consciente de la lucha que prácticamente tiene perdida para que su nombre nos sea sólo recordado por el partido de las 36 expulsiones ya hace siete años.

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