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Rubén Amorín, estrella que no se apaga

Un cuadro con una  foto en blanco y negro en el centro de un altar adornado con lucecitas de Navidad y flores artificiales en la sala de la casa vuelve a traer a la mente de familiares y amigos al más grande y laureado entrenador de la historia del futbol guatemalteco: Rubén Darío Amorín Mattos.

Familiares recuerdan al extécnico Rubén Amorín, en un altar en la que fue su casa de habitación, tras un año de su fallecimiento. (Foto Prensa Libre: Francisco Sánchez).

Familiares recuerdan al extécnico Rubén Amorín, en un altar en la que fue su casa de habitación, tras un año de su fallecimiento. (Foto Prensa Libre: Francisco Sánchez).

“Aquí le hicimos su altar para rezarle siempre”, expone doña Francisca Montes viuda de  Amorín.

Después de un año de fallecido, la  imagen de aquel hombre previsor continúa resplandesciente desde lo más alto en la mente de las personas que le tenían mucho aprecio, pero principalmente en la de doña Paquita, su esposa durante 58 años.

“Recuerdo que una noche antes de su partida yo le pregunté: ¿Con quién vas a domir hoy? Y el me respondió: Contigo. Esa fue la última palabra que pronunció, pese a que ya hacía días que él no hablaba”, relata con lágrimas.

Comenta que la vida ha sido triste y difícil sin la presencia de don Amorín, pero que ha sabido soportar el dolor gracias a que su familia la ha apoyado siempre.

“Ha sido bastante triste, pero lo  hemos superado poco a poco con el cariño que me demuestran. Aquí está mi hija —Rosario—, el campeoncito que tenemos  —su nieto Rubén David—, que nos hace la vida más alegre por sus triunfos, ya que él es un atleta de natación que ha ganado medallas”, expresa.

Agrega que  le gusta entretenerse con los  quehaceres domésticos. “Me gusta hacer manualidades. Voy viendo la televisión y al mismo tiempo hago mis trabajitos para regalarle a las amigas. Me pongo a coser, y ahí vamos”, dice.

Resalta que con frecuencia lo van a visitar al Cementerio General, zona 3, donde fueron depositados sus restos el 25 de diciembre del 2014.

Expuso que lo hacen con un poco de temor debido a las noticias de robos que ha escuchado que  se dan en ese camposanto.

“Le hicimos su lápida muy bonita, y yo además le hice una Virgen del Rosario, porque es nuestra patrona de toda la vida, y se la fuimos a poner. A él no le han robado nada, pero a mi tío abuelo que era un gran músico, Julián Paniagua, a él sí le robaron el busto que se le mandó a hacer. Era de de mármol, y se lo robaron. Me dio una gran tristeza”, se lamenta.

Expone que la visitan amigos de la familia y de don Amorín, como Pepe Mitrovich, Carlos Girón y Víctor Hugo Monzón.
“Mitrovich y su esposa Elsita siempre me llaman. Pensé que hoy —23 de diciembre— vendría don Carlitos Girón, pero no ha venido. Él siempre nos trae paches o pastel. Talvez no va a tardar en venir”, indica.

Doña Paquita explica que ya no ven partidos de futbol desde hace un tiempo atrás.

“Ya no los vemos. Ni él —Amorín— tampoco los veía, ya no se daba cuenta de nada. Lo recuerdo serio; pero con nosotros era risueño. Estuvimos juntos toda una vida”, comenta.

CARTAS DE AMOR

Doña Paquita indica que uno de sus mayores consuelos en sus horas de pesar es leer las cartas que don Rubén le escribía y enviaba cada vez que se iba de viaje.

“Sus cartas son lindas y todavía me pongo a leerlas. Me recuerdan tantas cosas. Como viajaba tanto. Muchos se preguntan por qué tanta carta; pero no. Como él viajaba tanto, me dejaba cartas y yo le daba. Tengo tal vez como mil cartas guardadas en 58 años de casados”, indica.

Muy cautelosa doña Francisca entró en el  cuarto y regresó con un cofre de madera en sus manos. Era su gran tesoro que tenía bien guardado. Confesó que ni a sus hijas les había querido mostrara lo que en él guardaba. Eran las cartas que le escribía don Rubén.

“Las cartas son solo mías”, dijo, mientras sonreía con un poco de melancolía.

“Mi mejor gol, mi mejor campeonato eres tú y la familia”, se lee en uno de los últimos párrafos de una de las cartas escritas por Amorín a doña Paquita y que ella quiso compartir.

A decir de doña Paquita los últimos 11 años de vida fueron los más sufridos para Amorín Mattos.

“Once años estuvo malito. El último lo pasó postrado. Poco a poco fuimos superando todo eso con el amor y paciencia para soportar la enfermedad que tuvo”, expresa.

Doña Paquita compartió que esta Navidad y como las anteriores la pasó junto a sus hijos. Los cuatro son profesionales. El mayor, Luis Rubén es abogado, Julián Darío —el segundo—, químco biológo. Rosario —la tercera—, licenciada en Psicología, y la cuarta, Ana Isabel, es pedagoga.

Indica que ellos son el pilar de su vida, tras el fallecimiento de Amorín, y que su nieto Rubén David, de 12 años y campeón de natación, es quien la inspira a seguir adelante.

“Mi familia es mi orgullo y el claro ejemplo de lo que Rubén les inculcó siempre”, comenta doña Paquita.

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