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José Raymundo comparte su ilusión por brillar en Río 2016

Con una sonrisa de oreja a oreja, José Raymundo camina por la Plaza de la Constitución, para fotografiarse. Con los brazos entrelazados, le acompaña su padre por el lado derecho, y su madre por el izquierdo; ellos también posan para las postales después del acto de juramentación en el Palacio Nacional de la Cultura.

José Raymundo entrena desde muy temprano en el Estadio Mateo Flores. (Foto Prensa Libre: Jeniffer Gómez)

José Raymundo entrena desde muy temprano en el Estadio Mateo Flores. (Foto Prensa Libre: Jeniffer Gómez)

Cuando Érick Barrondo ganó la medalla de plata en Londres 2012, José Raymundo trabajaba en una panadería; cuatro años después, todo ha cambiado.

Entre la multitud de periodistas, invitados especiales y los deportistas que integran la delegación nacional que competirá en Río de Janeiro, resalta él; José Raymundo, quien camina de un lado a otro, con la emoción de un niño en una juguetería.

Lo que quizás en algún momento le pareció imposible, ahora lo vive a plenitud. “Mis papás se tomaron una foto con el presidente Jimmy Morales”, presume con sus compañeros del equipo de marcha, mientras les muestra en su teléfono celular la imagen.

“Yo nunca me imaginé que iba a estar en un hotel de cinco  estrellas y cuando me tocó mi primera competencia me hospedé en un hotel así. En ese momento dije que tenía que regresar a un hotel de ese nivel y eso me motivó, aunque parezca gracioso”, asegura el atleta quichelense.

Nació el 1 de septiembre de 1993, en Santa Cruz del Quiché.
En República Checa consiguió su mejor marca en la prueba de 20 kilómetros —1:22:49—, Y consiguió el pase a los Juegos Olímpicos, en abril del 2015.
Compitió en el Campeonato Mundial de la Iaaf en China 2015, en donde ocupó el puesto 48, con un tiempo de 1:29:01.
En febrero del 2013 ocupó el cuarto lugar en la Copa Centroamericana de marcha.
Llegó a la selección nacional de marcha en el 2012.


Su papá es agricultor y mensajero y su mamá, ama de casa. “Soy el cuarto de cinco hermanos. Crecí entre la milpa y conviví bastante con la naturaleza. Tuve una niñez muy bonita, rodeado de árboles”, recuerda Raymundo.

Es originario de Santa Cruz del Quiché. De pequeño trabajó como jardinero, a los 12 años, como vendedor de periódicos y también en una panadería; su último trabajo fue como herrero, cuando ya daba sus primeros pasos en la marcha atlética.

“Yo empecé corriendo y no marchando. Iba a correr con uno de mis hermanos y al principio era como un pasatiempo, pero después se puso más serio cuando vimos de que en las carreras pagaban bien, así que se vio como una manera de ganar dinero”, reconoce el marchista.

Sin embargo, el giro que tomó su vida comenzó una tarde cuando recogió un periódico y vio la noticia del récord mundial de Julio Martínez, un hecho que despertó una chispa en él para practicar deporte y soñar en grande. “Verlo a él y a atletas como Érick Barrondo, Jaime Quiyuch, Mayra Herrera y Mirna Ortiz, me hicieron creer de que sí se pueden lograr grandes cosas”, dice.

Para José Raymundo el comienzo fue difícil, pues no era muy veloz y se le complicaba mucho competir. “Fue entonces cuando me vio la entrenadora Teresita Collado y como yo no era muy rápido, me sugirió que mejor practicara marcha y eso fue lo que hice. Ella tenía razón porque ahí ya no me ganaban”, afirma.

La vida del chico, quien creció sembrando maiz y frijol, estaba por tomar un rumbo diferente. “Poder representar al país es algo muy bonito e importante. Nunca pasó por mi mente que yo iba a estar con grandes atletas haciendo lo mismo que ellos”, dice Raymundo.

El marchista quichelense se trazó retos y se dijo a sí mismo que para entrenar con los mejores no tenía que estar en España o China. “Al contrario, en Guatemala tenemos a un medallista olímpico. A veces no lo creo y pienso si es cierto o si estoy soñando, porque lograr una marca olímpica es difícil”, indica.

El deportista de 22 años logró la marca para los Juegos Olímpicos de Río 2016 en el Encuentro Internacional de Marcha, en Podebrady, República Checa, en el mes de abril del año pasado. El momento fue casi irreal y totalmente gratificante para él y su familia.

“Cuando se oficializó mi marca, lo primero que pensé fue en todo el sacrificio y las veces que entrenaba en Quiché con Teresita Collado. Muchas veces nos tocó entrenar de madrugada, y son recuerdos que todavía tengo en mi mente, porque padecía de bastantes carencias y a veces no tenía ni para un hidratante y son cosas que han quedado en el pasado. Gracias a Dios puedo decir que ya estoy mejor”, dice Raymundo con nostalgia.

Su principal agradecimiento por el momento que atraviesa en su vida va dirigido hacia Dios y después a su familia y amigos. “De un día para otro mi vida ha cambiado totalmente. Viajar por varios países tampoco pasó por mi mente nunca. Es una emoción de todos los días”.

Junto con los beneficios que le han traído los buenos resultados y el mejorar su nivel, también llegan las responsabilidades y presiones. El trabajo se ha intensificado desde que consiguió la marca olímpica; la exigencia está en su máximo punto y él está dispuesto a entregarse al máximo.

“Hay que entrenar cada vez más fuerte. Siento mucha emoción de poder representar al país y levantarme todos los días y poder decir, bueno voy a entrenar pero no por mí, sino porque voy a representar a Guatemala. Hay gente que espera mucho de mí. Uno se da cuenta de que hay mucha gente que aprecia nuestro trabajo y les digo que van a tener la entrega total de mí en cada competencia a la que vaya”, asegura.

Después de la histórica participación de Guatemala en los juegos de Londres 2012, con la medalla de plata de Érick Barrondo en la prueba de 20 kilómetros de marcha, cada uno de los integrantes del equipo nacional que verá acción en Río de Janeiro tiene altas expectativas y un toque especial de confianza.

Se cree que una medalla olímpica es posible. Se trabaja por ello y se compromete a dejar lo mejor de cada uno para buscar una nueva hazaña que pueda traer alegría a 14 millones de guatemaltecos sedientos de triunfos.

“Quiero hacer sentir orgullosos a los guatemaltecos. Espero en Dios poder aportar mi granito de arena. Poder hacer que los guatemaltecos se sientan orgullosos y puedan tomarme como un ejemplo de que las cosas se pueden lograr. Yo siempre lo he dicho, que  Érick ganó la medalla en Londres yo estaba trabajando en una panadería, pero cuatro años después mi vida ha cambiado y yo también estoy en los Juegos Olímpicos”.

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