Gana quien logra tachar o marcar todos los números de su cartón. En algunos países, también hay premio por completar una hilera de números.
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Cómo el bingo se convirtió en una idea multimillonaria
El juego es sencillo: los participantes reciben cartones con una serie de números. Alguien va sacando bolillas numeradas de un bombo y anuncia el número. El jugador que tiene ese número lo tacha o lo marca.
El bingo fue una de las primeras formas de juego popular que se inventaron. (Foto Prensa Libre: iStock)
Si bien su nombre más popular es “bingo” -lo que se grita cuando uno gana- en varios lados también se lo llama loto, por su nombre en italiano (“lotto”).
De hecho, se cree que los italianos fueron quienes inventaron este juego, que existe hace por lo menos 500 años. Algunos incluso sostienen que ya se jugaba durante el Imperio romano.
Pero más allá de las distintas teorías sobre cuándo empezó exactamente, en lo que coinciden la mayoría de los historiados es que fueron los italianos quienes crearon este popular juego de azar, una de las primeras formas de juego popular.
No obstante, no fueron ellos quienes lo convirtieron en un fenómeno mundial.
Si bien el juego se hizo conocido en otras partes de Europa, donde era jugado principalmente por la aristocracia, el que lo popularizó en todo el mundo fue un estadounidense.
Se llamaba Edwin Lowe y fue él quien le dio al juego el nombre con el que lo conocemos hoy y quien transformó al bingo en un negocio multimillonario.
Juego de mesa
Lowe era el dueño de una compañía de juguetes de Nueva York que estaba por quebrar.
En 1929, año en el que comenzó la Gran Depresión, viajó al estado de Georgia, en el sur de Estados Unidos, y visitó el carnaval de Atlanta.
Ahí se encontró con un grupo de personas que jugaban ávidamente a una versión local de lotto, con frijoles para marcar los números. Cuando alguien completaba una línea de números gritaba “beano”, por el nombre del frijol en inglés: bean.
Encantado con este descubrimiento, Lowe regresó a su natal Brooklyn y les enseñó a sus amigos a jugar “beano”.
Cuenta la leyenda, que una de sus amigas se emocionó tanto cuando ganó, que gritó por error: “¡Bingo!“.
Y ese parece haber sido el “momento Eureka”: a Lowe le pareció el nombre perfecto para llamar al juego de mesa que decidió lanzar a través de su compañía. Resultó un exitazo de ventas y no solo salvó a su empresa.
También convirtió a Lowe en millonario. Cuando vendió su compañía, tres décadas más tarde, obtuvo US$26 millones.
Fenómeno
El bingo no solo se popularizó en las casas. En EE.UU., durante la década de 1930 se estima que se realizaron unos 10.000 bingos públicos por semana.
Y su éxito en ese país lo catapultó a la fama en el resto del mundo.
No solo se usó como pasatiempo. Los juegos de bingo también se utilizaron -y se siguen usando- como una forma lúdica de recolectar dinero para diversas causas benéficas.
Incluso se lo usa como herramienta educativa. Inspirados en los alemanes, que diseñaron un bingo que servía para enseñarles a los niños las tablas de multiplicar, se crearon todo tipo de versiones alternativas, que enseñan sobre las letras, los colores o los animales, entre muchos otros.
Sin embargo, el juego original ha perdurado con un formato prácticamente idéntico a cuando se creó.
Uno de los pocos cambios que se introdujeron fue la cantidad de números en juego. El bingo tradicional tiene 75 bolillas. Pero los españoles popularizaron una versión con 90 bolillas, que también existe en muchas otras partes.
Lo que sí se multiplicó fueron la cantidad de cartones en juego. Originalmente el bingo traía 24 diferentes combinaciones de números. Pero el juego se hizo tan popular que fue necesario crear muchas más tarjetas.
Matemático
Debido al número limitado de cartones, las casas de bingo se veían obligadas a vender tarjetas duplicadas. Esto llevaba a que hubiera múltiples ganadores por juego, algo que les resultaba costoso.
Por ello, le pidieron a Lowe que creara más cartones. El empresario contrató para esta labor a Carl Leffler,profesor de Matemáticas de la Universidad de Columbia, en Nueva York.
El académico trabajó todo un año en el proyecto y creó unas 6.000 nuevas combinaciones.
Algunas versiones cuentan que Leffler se volvió loco realizando esta tarea, pero no existe mucha evidencia que sustente esto.
Lo que sí es cierto es que Leffler es considerado por muchos como el “padre del bingo moderno” y sus tarjetas se siguen usando hoy.
No solo en formato papel sino también en los innumerables sitios de juegos de azar en internet, que siguen generando millones gracias a este antiguo juego.
Este artículo está inspirado en un video de la serie de la BBC “Million dollar idea” (Idea del millón de dólares). Puedes verlo (en inglés) aquí