Daniel H. Pink (1964) ha hecho otras muchas cosas en la vida: ha sido redactor jefe de los discursos del vicepresidente estadounidense Al Gore, se ha dedicado a la consultoría y a la asesoría política y ha escrito varios libros. Cuatro de ellos han conseguido abrirse hueco en la New York Times Best Seller list, la famosa lista que ese periódico publica semanalmente sobre los libros más vendidos en Estados Unidos.
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Daniel H. Pink, el gurú que te enseña a gestionar mejor el tiempo: ¿cuáles son los momentos del día más adecuados para afrontar cada tarea?
Estudió Derecho, pero nunca ha ejercido como abogado.
El último ha sido un superventas en EE.UU., un ensayo tan fascinante como aterrador titulado “¿Cuándo? La ciencia de encontrar el momento preciso” y que acaba de ver la luz en su traducción al castellano de la mano de la editorial Alienta.
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¿Qué le llevó a interesarse por el tiempo?
La idea surgió a raíz de las numerosas decisiones sobre el tiempo que tenía que tomar en relación a mí mismo. ¿A qué hora debía de escribir? ¿A qué hora debía hacer ejercicio? ¿A qué hora era mejor empezar un proyecto? ¿Cuál era el momento más adecuado para finalizar un proyecto que no está marchando muy bien?
Yo tomaba todas esas decisiones de manera arbitraria y apresurada, y deseaba tomarlas de manera más sensata. Así que empecé a buscar algunas guías y libros al respecto, pero no existían.
Entonces me puse a mirar si había investigaciones científicas sobre el tema y me quedé sorprendido al ver que había muchísimas y que abarcaban muy distintas disciplinas: desde cronobiología (la ciencia que estudia los ritmos biológicos de los seres vivos) hasta economía, pasando por la antropología, la psicología, la medicina… Y eso desató mi curiosidad.
Si no me equivoco, para escribir este libro usted y su equipo analizaron unos 700 estudios relacionados con el tiempo…
Así es.
Y una de las cosas que advirtieron es que la mayoría de las personas somos matutinas, es decir, funcionamos mejor por la mañana, rendimos más, somos más productivos, ¿verdad?
Efectivamente, la mayoría somos mejores por la mañana cuando se trata de realizar un trabajo analítico, alguna tarea que requiere concentración.
¿Y eso por qué es así?
No está del todo claro el por qué. La idea principal es que el poder del cerebro no es igual a lo largo del día. Nuestras capacidades mentales no son estables durante toda la jornada, cambian.
Lo que sí sabemos es que hay determinados momentos a lo largo del día en los que los seres humanos estamos más en estado de alerta. Y esos son momentos en los que tenemos mayor capacidad de concentración, de focalizarnos en algo sin distraernos.
Alrededor del 80% de nosotros estamos más vigilantes durante las mañanas.
Pero hay cerca de un 20% que sin embargo está más alerta mucho después, por la tarde.
Lo que es extremadamente importante es saber qué tipo de persona eres y qué trabajo en concreto debes hacer a una hora en concreto.
Su libro muestra cómo, efectivamente, hacer determinadas cosas a una hora o a otra puede tener una gran importancia. Varias investigaciones dejan en evidencia que los estudiantes tienden a sacar mejores notas si se examinan por la mañanas en lugar de por las tardes.
Así es, sobre todo entre los estudiantes más jóvenes, quienes cursan educación elemental.
Hay múltiples evidencias que muestran que si realizan los exámenes por las mañanas, en particular en asignaturas como las matemáticas, obtienen calificaciones muchísimo mejores.
Incluso somos más éticos por la mañana, tendemos a decir menos mentiras en las primeras horas del día…
Eso es verdad para la gente que es matutina, las ‘alondras’. Pero no lo es para los individuos que son vespertinos, los ‘búhos’ y que representan alrededor del 20%.
Una persona que es un “búho” suele ser más ética durante la tarde que durante las mañanas. Y la persona que es “alondra”, al revés. Lo fundamental es conocer si una persona es alondra o búho y saber en qué momento del día su cerebro está más atento.
Cuando su cerebro no está alerta, la gente tiende a distraerse, a tomar atajos, a apresurarse, a dejarse llevar por el camino más fácil, a ser menos ética.
En su libro usted también menciona un estudio realizado en 2011 en el que tres científicos analizaron numerosas sentencias de dos tribunales en Israel que, en total, procesan alrededor del 40% de las peticiones de libertad condicional de ese país.
Descubrieron que en las primeras horas los jueces fallaban a favor de los presos un 65% de las veces, mientras que a última hora de la mañana esos fallos caían prácticamente a cero…
Así es. Y me parece que es algo absolutamente aterrador. Pero la realidad es que los jueces son seres humanos sometidos a los mismos ritmos que los demás.
¿También la hora del día tiene efectos en la atención sanitaria que recibimos?
Enormes. Por ejemplo hay pruebas de que la práctica de lavarse las manos en los hospitales baja muchísimo durante las tardes. Y los datos también revelan que la inmensa mayoría de los errores al administrar anestesias se producen por la tarde, de que la posibilidad de que algo salga mal es cuatro veces superior a las 16.00 horas que a las 9.00 horas.
Su libro también se hace eco de un estudio que revela que a medida que avanza el día disminuyen las posibilidades de que en las colonoscopia se detecten pólipos (pequeños tumores en el colon) porque estas pruebas se realizan peor. A las 14.00 horas de detectan la mitad de pólipos que a las 11.00. ¿Pero qué se puede hacer? Uno no puede evitar enfermar por la tarde y tener que ir a un hospital…
Por supuesto. Pero si uno puede elegir en qué momento acude a un hospital o la hora en la que va a ver a un doctor, debe absolutamente evitar las tardes. Yo desde luego las evito completamente, yo y toda mi familia.
La semana que viene, por ejemplo, tengo una cita con un doctor, y me he encargado de programarla para las 9.15 de la mañana.
Es obvio que hay urgencias médicas que se producen por las tardes, y es evidente que no se pueden cerrar los hospitales por las tardes.
Pero se pueden hacer algunas cosas. La primera: hacer que los doctores tomen más a menudo descansos para de ese modo mantener su estado vigilante.
Eso puede marcar una enorme diferencia.
¿Cree que nuestra sociedad debería de organizarse de otro modo, teniendo en cuenta nuestros ciclos vitales?
Sí. Necesitamos tomarnos estas cosas en serio. Ya hemos visto que la hora del día afecta a las calificaciones de los estudiantes en el colegio, a las decisiones que toman los jurados, al modo de actuar de los médicos. Son todas cuestiones fundamentales.
Yo no sé por qué es ni a qué se debe, pero el caso es que nos tomamos los ‘qué’ los ‘quién’ y los ‘cómo’ muy en serio, pero no nos tomamos en serio los ‘cuándo’.
Yo no creo que los ‘cuándo’ sean más importantes que las otras cuestiones, pero creo que son tan importantes como ellas.
¿Y qué propone? ¿Las empresas deberían por ejemplo permitir a sus empleados tomar una pequeña siesta después de comer para poder recuperarse?
No estoy seguro de si pondría las siestas en los primeros puestos de mi lista sobre cosas que se deberían hacer. Las incluiría en la lista, eso sí, pero no en las primeras posiciones, donde sí metería la necesidad de las empresas de tomar conciencia de la importancia del ‘cuándo’ a la hora de convocar reuniones.
La gente acude a un montón de reuniones, pero nunca nadie se pregunta si los que van a asistir son alondras o búhos, si en esa determinada reunión se necesita que la gente esté muy concentrada y vigilante o si es mejor que estén más relajados y creativos.
Nunca nos hacemos ninguna de esas preguntas. Lo único que preguntamos es quién puede ir a una reunión y si la sala de juntas está abierta. Así que para mí en lo alto de la lista de cosas que hacer estaría tomar en consideración lo que dice la ciencia a la hora de convocar reuniones.
Y en segundo lugar, creo que habría que permitir a los trabajadores tomarse más pausas reconstituyentes, sobre todo por la tarde.
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Y una alondra, una persona matutina (como según los estudios lo son ocho de cada diez), ¿qué debe hacer por la mañana al llegar a la oficina?
Pues lo primero que debe hacer nada más llegar a la oficina es el trabajo importante, el trabajo analítico. Lo que no debe hacer es lo que yo, que soy una persona matutina, he estado haciendo durante años: llegaba a la oficina y lo primero que hacía era mirar mi correo electrónico, me pasaba una hora leyendo emails y respondiéndolos. Ya no lo hago.
Ahora llegó a mi despacho y ni siquiera abro mi cuenta de email, ni llevo mi teléfono móvil: dedico mis primeras horas a hacer el trabajo más importante, el que exige más concentración. Y sólo hago eso.
En un par de meses estrenaremos un nuevo año. ¿Eso afecta de algún modo a nuestra mente?
Sí, lo hace. Es lo que los científicos llaman el “efecto nuevo inicio”, y el año nuevo es el mejor ejemplo que hay.
Hay ciertas fechas que destacan en el tiempo del mismo modo que las estructuras físicas destacan en el espacio, y cambian nuestro modo mental de contar.
Si uno comienza por ejemplo una dieta un lunes en lugar de un jueves, el primer día de un mes en vez del día 12 de ese mismo mes, en el día de tu cumpleaños en lugar de dos días antes, tiene más posibilidades de tener éxito. Pero el Año Nuevo, el 1 de enero, es el día con mayor efecto de nuevo inicio, y es por eso por lo que la gente hace resoluciones de Año Nuevo.
A mí me parece que las resoluciones de Año Nuevo tienen una reputación injusta, mucha gente se ríe de ellas como resoluciones que nunca se hacen realidad.
Pero la mitad de las resoluciones de Año Nuevo se llevan a cabo, y en mi opinión es un buen porcentaje, sobre todo cuando se tiene en cuenta lo difícil que es cambiar el comportamiento de una persona.