Economía

Economía y Desarrollo: El legado de Otto Pérez Molina

Se terminó. Uno de cuatro. El 25% de la gestión. Para algunos, el año de la luna de miel, del aprendizaje, el que prepara 18 meses de implementación, de legado, de obra, antes de entrar a la última fase en la que cíclicamente el gallinero político se alborota y la rueda vuelve a girar.

Hay que reconocer que el primer cuatrimestre del año fue impresionante. Un sprint en la gestión pública que no habíamos visto en mucho tiempo. Grandes pendientes, no solo de la administración anterior, sino históricos, parecían encontrar una coyuntura favorable. Una élite urbana en el Gabinete daba la impresión de haber encontrado su equilibrio para empujar un paquete de reformas y transformaciones al Estado.

Después de un año se revela la estrategia política seguida: un puñado de objetivos y el aprovechamiento sagaz de conocer los entresijos parlamentarios. Ello permitió anotar goles tempraneros y crear un clima distinto al de tan solo unos meses atrás.

Los logros estuvieron a la vista desde muy al comienzo: un Ministerio de Desarrollo Social, que diera forma y cobijo, con reglas y procedimientos, a las acciones impulsadas con tanta vehemencia por la administración anterior. La ratificación del estatuto de Roma, instrumento de la Corte Penal Internacional, en vigor desde el 2002, para condenar delitos como internacionales a crímenes de guerra, genocidio y de lesa humanidad. La aprobación parlamentaria del presupuesto de ingresos y gastos del Estado, otro cuco que no dejó dormir tranquilo al Gabinete anterior. La aprobación en tiempo récord de una reforma tributaria, aunque no entraría en plena vigencia, sino hasta el 2013. La instalación del desarrollo rural como prioridad de Estado, creando incluso la figura de un comisionado presidencial, personaje que encarna años de investigación y reflexión sobre el tema y una amistad cercana con el Presidente de turno. Una iniciativa por impulsar reformas constitucionales en varios temas considerados estratégicos para modernizar nuestro contrato social.

Así, parecía que el Presidente estaba como tocando una tremenda sesión de jam, en la cual sus principales músicos tenían su pedacito y su solo. El problema fue que a medida que transcurrió el tiempo, claridad y entusiasmo iniciales se fueron perdiendo, y la heterogeneidad del equipo gobernante dejó de ser un activo y se convirtió más bien en un freno.

Hoy tenemos a la vuelta de la esquina un año que ya amaga con arrancar complicado. Muchas de estas señales iniciales positivas se han revertido y hasta transformado en amenazas de crisis. Para muestra un par de botones: la reforma a la carrera magisterial y las leyes de desarrollo rural y de actualización tributaria.

La estrategia de objetivos múltiples no dio todos los frutos que se esperaban. A medida que avanza el reloj político, tendrán que irse priorizando y desapareciendo de escena muchas de las iniciativas que consumieron buena parte de las energías de la actual administración. En medio, se ha perdido claridad y norte. Si hoy nos preguntaran cuál será el legado de la administración Pérez Molina, creo que la mayoría de ciudadanos tendríamos dificultades en dar una respuesta.

Apreciado lector, ¡le deseo unas muy felices fiestas de fin de año, en paz, y rodeado de sus seres más queridos!

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