Una de las razones estriba en que el fundador –o la propia familia− es la que arriesga y pone en juego su tiempo, sacrificios y dinero. Además, generan en sus empleados un fuerte sentido de pertenencia que se ve correspondido por los dueños luchando, cueste lo que cueste, por salvar la fuente de empleo y por la continuidad de la empresa.
El sueño del fundador se materializa a través de su visión, mucho esfuerzo y pasión por el trabajo bien hecho. Así logran crecer, ganar dinero trabajando en lo que les gusta y en algo que, tanto ellos como sus empleados más antiguos, consideran muy propio.
Y a largo plazo sueñan con que sus descendientes continúen con su proyecto. Y aquí no hacemos distinción de tamaño de empresa.
Una de las razones de que esto sea así se encuentra en los valores e ideales del matrimonio fundador, que constituyen una enorme fortaleza y fuente de energía para que la empresa crezca y se desarrolle.
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