Economía

Las cocinas, abrigo para el medioambiente y las familias de Guatemala

En la casa de los González, como en todo el Corredor Seco de Guatemala, cocinan tortillas de maíz y sal. Desde primera hora de la mañana, los fogones alimentados por troncos de madera calientan cada plato de comida. Hace unos meses, ese simple gesto los estaba matado. Hoy, apenas hay humo en la estancia.

La instalación de un nuevo modelo de estufas (como se conoce en el país centroamericano a las cocinas) permite optimizar el consumo de leña, reduciendo la emisión de gases y la deforestación en la zona.

“Nos causa menos daño”, reconoce Enrique González, un hombre enjuto y de verbo disparado que participa en una de las cooperativas locales para la producción de café.

Detrás de él, en una estancia oscura en la que la cocina ocupa el espacio trasero, pegada a las paredes de adobe, la matriarca del clan González vigila la comida. Hoy, como casi siempre aquí, habrá tortillas con sal.

En el mejor de los casos, los siete miembros de la familia comen frijol y “algún atolito de maíz”, explica Enrique, rebuscando en sus labios los restos de la última vez que puedo saborearlo.


Desde hace tiempo, la lluvia ha abandonado esta región paupérrima de Guatemala, abocando a la miseria y la desnutrición a sus habitantes: en el departamento de Chiquimula la prevalencia de la desnutrición crónica alcanza ya un altísimo 43.46%, disparándose por encima del 70% en las comunidades que habitan en las montañas.

Aquí, cada pequeño gesto cuenta: contar con una cocina que consuma la mitad de leña puede marcar la diferencia entre comer o no comer. Con el anterior equipamiento, la familia tenía que invertir hasta Q100 (US$13) mensuales para comprar dos paquetes de 25 leños. Hoy, consumen menos de Q50 (US$6.6) de leña.

La mayor dificultad estriba en la adquisición de la cocina, con un coste que oscila entre los Q800 y los Q1 mil quetzales (US$106-132), demasiado para unas familias que sobreviven al día.

Por eso, el objetivo de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y de la cooperación internacional que participa en el proyecto, es involucrar a la administración para lograr subvencionar la compra. El medio ambiente lo agradecerá: si se consume menos leña, las cifras de deforestación se reducirán.

Asimismo, la FAO aspira a fabricar en el propio territorio las nuevas estufas una idea que potenciaría la economía local.
“Las soluciones” en el Corredor Seco “están con la gente”. Es necesario “involucrarla”, explica el representante de la FAO en Guatemala, Diego Recalde.

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