La otra cara de la moneda es partir desde la realidad objetiva, los problemas de corrupción son grandes, pero algunas de nuestras instituciones están reaccionando con decisión y fortaleza para afrontar y tener a raya a un enemigo que parece multiplicarse como moscas de la fruta.
Esto implica aceptar que TODOS podemos hacer algo específico en este proceso. Lo elemental es recordar que todos estos actos de corrupción son resultados de acciones u omisiones de personas libres, que nacieron en un hogar donde aprendieron valores morales, principalmente por el ejemplo que vieron en sus padres. Estos valores morales no se aprenden en la escuela o en cursos de capacitación, en el mejor de los casos se refuerzan. Esta tarea irrenunciable se inicia en el hogar y no es responsabilidad del MP, la Cicig o de gobierno alguno.
Por otro lado, en el corto plazo, es lógico y casi obligatorio que instituciones como la SAT establezcan o reinventen un Programa de Integridad Institucional, que debe tener como objetivo inmediato modificar la percepción a lo interno y externo de que la administración tributaria es corrupta. Esto debe fundamentarse en cambios inmediatos, tangibles y notorios para la comunidad comercial y el público en general.
El Programa de Integridad puede contener muchos elementos. La Organización Mundial de Aduanas publicó una Guía de Desarrollo de Integridad, también el Programa FAST de USAID elaboró un Manual para Implementar Programas de Integridad, y a partir de esta semana comentaré algunos de los pilares contenidos en estas guías.
Mecanismo de Difusión. El mensaje a la interna y a la externa debe ser muy claro en el sentido que la Administración Tributaria está modernizándose, lo que implica principalmente la exigencia a su personal de un comportamiento ético. La nueva SAT tiene unas expectativas de actuación con exigencias mucho mayores que las de años anteriores. También es importante reiterar que comportamientos posiblemente generalizados no serán tolerados, en otras palabras, tendrán sus consecuencias.
Los funcionarios también deben entender que no se trata de una mera “campaña” publicitaria o instrumento disciplinarios, se trata de un esfuerzo tangible y serio para mejorar la reputación y profesionalismo. Todo este proceso debe ser liderado por el director de la institución, concretamente el superintendente de la SAT y todos los intendentes. Es la única manera de brindar un mensaje claro y creíble.
Participando en una jornada anual —obligatoria— con otros colegas del BID sobre el Código de Ética y Conducta Profesional del 2012, posiblemente lo que más me impresionó fue la participación activa de todo el personal, desde el presidente del banco hasta el joven profesional de reciente incorporación, sin importar su rango, nacionalidad o cantidad de temas urgentes que debía despachar. Repasar criterios éticos mediante la técnica del caso y la utilización y distribución de material comprensible, fácil de utilizar, incluso fácil de guardar en la billetera, y por otro lado, conocer el mecanismo de denuncia de fraude y corrupción, abona al sentido orgullo institucional y profesionalismo. Necesidades urgentes hoy día en la SAT y otras instituciones del Estado.