Economía

Promete grandes cambios, pero con pequeñas batallas

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, llegó a la Casa Blanca con la promesa de grandes cambios en la economía, el sistema sanitario y la política exterior de la nación. Pero pasó su primer día completo en el cargo librando pequeñas batallas.

Donald Trump asumió el viernes 20 de enero como presidente de EE. UU. (Foto Prensa Libre: AFP)

Donald Trump asumió el viernes 20 de enero como presidente de EE. UU. (Foto Prensa Libre: AFP)

El sábado último, Trump convirtió lo que pretendía ser una visita a la CIA para tender puentes en una ocasión para criticar a los medios de comunicación por reportes que, según consideró, reflejaron una reducida asistencia a su investidura en la víspera. Reprendió directamente al periodista de una revista por una información imprecisa sobre la decoración de la Oficina Oval que se había corregido de inmediato. Después, envió a su secretario de prensa, Sean Spicer, a la sala de la Casa Blanca para reforzar su descontento con un mensaje que incluyó declaraciones falsas — y fácilmente verificables.

La jornada no dejó dudas de que Trump gobernará, al menos por ahora, del mismo modo que llevó su campaña: centrándose en cuestiones aparentemente menores, sin permitir que cualquier error pase desapercibido y, en ocasiones, creando su propio relato de los hechos.

De hecho, algunas de las declaraciones de Trump en la sede de la CIA, con los altos cargos de la agencia ante él, bien podrían haberse producido en sus encendidos actos de campaña. Pero en esta ocasión, un memorial de recuerdo a los agentes de la CIA caídos sirvió de telón de fondo para la declaración del mandatario de que los periodistas son “los seres humanos más deshonestos sobre la Tierra”.

“Tengo una guerra abierta con los medios de comunicación”, dijo Trump ante una audiencia formada por hombres y mujeres que han jugado un papel directo en la batalla del país contra el terrorismo.

Incluso con el historial de Trump, esta fue una escena destacable. Altos cargos de la CIA permanecieron en pie y en silencio mientras el comandante en jefe estadounidense realizaba una serie de ataques fuera de lugar, aunque otros empleados de la agencia que acudieron voluntariamente al acto vitorearon al presidente.

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Trump se ha desviado frecuentemente de su discurso por asuntos relativamente insignificantes, especialmente los que amenazan con romper su cuidada imagen de ganador. Repetidamente infló el número de asistentes a sus actos de campaña, aunque reunía mayores audiencias que sus rivales. Cuando en un debate de las elecciones presidenciales la aspirante demócrata al cargo, Hillary Clinton, le recordó unos comentarios antiguos sobre el peso de una reina de belleza, mordió el anzuelo y pasó varios días defendiéndose de algo que, según él, había ocurrido dos décadas atrás.

Parece no ser una coincidencia que la fijación de Trump con el número de asistentes a su toma de posesión coincidiese con el día en que una multitud de mujeres llenó Washington para protestar contra su presidencia. La marcha pareció atraer a más personas que las que se reunieron en la víspera en el National Mall para observar cómo Trump era investido el 45to presidente de Estados Unidos.

La protesta de las mujeres tuvo una amplia cobertura en las cadenas de noticias por cable que Trump ve regularmente. La ruta de su caravana el sábado le permitió ver de cerca a las asistentes a la marcha, incluyendo algunas que esperaron en la calle y le gritaron a su regreso a la Casa Blanca.

En teoría, el ritmo y las presiones de la presidencia deberían dar a Trump menos capacidad para responder a cualquier malentendido. Ahora lidera la mayor economía y al ejército más poderoso del mundo. Sus leales seguidores depositaron directamente en él sus esperanzas de cambio en Washington, confiando en que pasado y su estilo poco convencionales le permitan tener éxito donde otros políticos fracasaron.

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