El video comienza y se puede apreciar a un hombre de pie que sostiene en las manos una especie de cobija para bebé amarilla en medio de un cementerio.
BBC NEWS MUNDO
Naufus Ramírez-Figueroa, el reconocido artista que llora con una manta a su hermano de 2 años muerto en la guerra civil de Guatemala
Hace más de tres décadas, en medio de la feroz guerra civil que azotaba a Guatemala, uno de los hermanos de Naufus, de apenas 2 años de edad, murió debido a la falta de atención médica que había en medio del conflicto.
Es Naufus Ramírez-Figueroa. Nacido en Ciudad de Guatemala en 1978. Renombrado artista.
De los hilos del tejido se desprende agua. Agua que parecen lágrimas.
Hace más de tres décadas, en medio de la feroz guerra civil que azotaba a Guatemala (1960-1996), uno de los hermanos de Naufus, de apenas 2 años de edad, murió debido a la falta de atención médica que había en medio del conflicto.
Es una de las tantas difíciles experiencias que marcaron su infancia y que él, con una alabada sensibilidad, convierte en obras artísticas que lo han llevado a recibir importantes reconocimientos alrededor del mundo.
“Ramírez-Figueroa explora el entramado de la historia y le da forma a través de la lente de su propio desplazamiento durante y después de la guerra civil de Guatemala. Y, tomando prestado los lenguajes del folclore, la ciencia ficción y el teatro, reformula eventos históricos y protagonistas”, reseñó sobre él el famoso museo de Guggenheim.
Actualmente tres video-performances que hablan sobre las huellas del conflicto en su vida, incluido en el que sostiene una manta en medio de un cementerio durante la noche, hacen parte de la exposición “Arte y Sociedad” que se expone en el prestigioso museo Tate Modern de Londres.
Aunque Ramírez-Figueroa tuvo que exiliarse con su familia y vivió en Canadá y Alemania durante varios años, hoy reside en Guatemala.
BBC Mundo habló con él de las obras que eexhibe en la capital inglesa.
¿Cómo surge la obra que grabas en el cementerio?
Esa es una performance que hice en el Cementerio General de Guatemala, que es bastante particular, porque hay unos callejones anchos, que uno sabe que son donde están enterradas las personalidades y las familias de alcurnia del país y otros son lugares estrechos llenos de nichos que uno sabe que es donde entierran a los más pobres.
Ese trabajo, que se llama “La vida en su boca, la muerte acuna su brazo”, duró una noche entera y soy yo sosteniendo una manta amarilla que cubría un pedazo de hielo que se iba a derritiendo y el agua iba cayendo en el piso. Como lágrimas.
Como hablábamos, esta historia tiene algo personal.
Mi hermano de 2 años murió durante la guerra civil de Guatemala, y tuvimos que enterrarlo allí, donde hay muchos osarios, que tienen la particularidad de que no son lugares permanentes. O sea, se alquilan por cierta cantidad de años o de meses y después los sacan.
Lo que pasó es que nosotros pusimos los restos de mi hermano allí, y ahora no sabemos dónde están, porque nos tuvimos que ir del país y cuando regresamos no pudimos recuperarlos.
No sabemos si están con otros restos o los sacaron.
La reflexión que intento hacer parte de cómo la memoria nos ayuda con el tema de la pérdida, porque mi hermano terminó perdido para la familia.
Uno de los principales temas de tu obra es la visibilización de lo que para muchos es invisible. ¿Cómo y qué quieres visibilizar cuando pintas a una persona de azul en uno de tus videos?
En esa performance, que llamé “Abstracción Azul”, pinto de azul a esa persona en medio de un campo que está totalmente quemado, negro.
Cuando estaba en la academia de arte, ese tono de azul lo utilizabámos en los videos para transparentar las cosas que no queríamos que aparecieran después, como los green screen que ahora se usan en la filmación de las películas.
Me pareció que era el tono preciso para pintar a esa persona muy cerca de un aeropuerto militar abandonado, que durante la guerra civil fue utilizado para desaparecer a militantes.
O sea, se estima que en los terrenos donde grabamos este video hay personas que fueron desaparecidas, asesinadas y enterradas allí por las fuerzas del gobierno.
Mi intención básica es hacer memoria pública, pero hacerla desde una estética diferente, donde haya una presencia visual importante, como la manta en el cementerio o esta persona pintada de azul en medio de un campo quemado.
Y claro, por eso la gente me pregunta porque hablo tanto del conflicto. Y es que creo que han quedado muchas cosas sin contar, sin visibilizar.
Yo también te hago esa pregunta: ¿por qué insistir tanto?
Creo que la intención siempre ha sido intentar ver de un modo diferente esos asuntos, que no sea en blanco y negro, estilo documental, etcétera.
A ver, esa historia de la guerra y posguerra, el exilio, ha marcado a tantas generaciones de mi familia que comencé a buscar la forma de entenderlo, de cómo podía comprender lo que había pasado.
Por eso hablo tanto de eso, porque son muchos elementos. No son solo los años de la guerra, también está la invasión de la CIA en el 54, que se extiende al trato de los pueblos originarios de Guatemala. Y a eso hay que sumarle el interés de las empresas extranjeras en el país.
O sea, de lo que hablo en mis obras surge del conflicto, pero se extiende a lo que se puede entender como nuestra posición de política económica hacia el mundo, que no es otra cosa que tener para perder: damos nuestra materia prima a los países extranjeros y nos quedamos con casi nada.
Hay otra performance, “Print Sleep”, donde pintas las camas donde las personas duermen y se quedan con esas marcas…
Ese trabajo surge, de nuevo, de algo personal: es resultado de una comisión que hice durante mi residencia en Berlín, donde parto de una práctica de tortura que se llama parrilla y que se usó a lo largo de toda América Latina durante varios años de gobiernos opresivos.
La llamaban así porque pasaban electricidad a través de los catres de metal donde las personas estaban siendo torturadas. Y pues dejaba marcas.
Una de las víctimas de este sistema de tortura fue mi tío, que fue militante durante los años 80, y terminó siendo asesinado por el gobierno.
Recuerdo que cuando recuperamos su cadáver tenía las marcas de lo que le habían hecho.
Pero cuando presenté esta obra en Holanda, no mencioné lo de la parrilla, porque no quería limitar la experiencia a la tortura en Guatemala, un país tan pequeño, con el que dudo que haya tanta empatía.
En general, me ha funcionado mejor en mi obra no dar detalles como ese. Después de mudarme muchas veces, de ser desplazado interno, de tener que irme de mi país, tengo historias para contar, pero no toda circunstancia da para que alguien te escuche.
Por eso amplío muchos de mis trabajos. Por eso a este lo llamé “Print Sleep”, porque los sueños también nos dejan marcas en la mente, el lugar donde dormimos nos deja marcas en el cuerpo.
Pero el origen sí es esa técnica horrible que se usó en esos años oscuros.
Has dicho en varias ocasiones que buscas crear la sensación de algo… ¿Cómo se crea la sensación de un país?
Creo que habría que aclarar que hablar de Guatemala entera es un poco difícil.
Yo no pretendo contar el país, lo que intento es crear empatía humana, y ver si alguien más responde.
Al vivir tanto tiempo afuera, te das cuenta de que muchos lugares tienen historias similares.
Entonces, no importa de dónde venga ese relato, si de África o de Argentina, sino lo que produce escucharlo, cómo te afecta, cómo te identificas con eso a varios niveles.
Hay muchas personas que han vivido lo mismo que yo, y esperaban o esperan la paz en sus países para poder regresar.
Los niveles de inversión social de Guatemala son los más bajos del continente, el hambre alcanza al 50% de los niños. ¿Tú como artista cómo te relaciones con esta crisis?
Mi madre trabaja desde hace ya varias décadas en proyectos comunitarios y puedo ver la lucha y el sufrimiento que viven muchas personas para poder pasar la vida.
No es un tema totalmente desconocido para mí.
La pérdida de mi hermano tuvo que ver un poco con esas circunstancias, que se dieron en el conflicto, sí, pero aún continúan, como la falta de acceso a un doctor.
Ahora, me siento un poco incapaz de representarlo. Como que no le veo la utilidad a mi profesión de estos temas críticos, que me parece necesitan ser resueltos por otras vías, como por ejemplo, el tema de que los ricos no quieran pagar impuestos.
Creo que lo que me pasa es que me cuesta entender la situación actual, me pregunto si realmente este es país no es suficiente para que haya tantos guatemaltecos que deciden migrar.
Y lo que veo es que Guatemala tiene de todo, suelos fértiles, dos costas en distintos océanos, recursos naturales, pero no tenemos quién lo defienda.
No puede ser que después de tantos años, la solución siga siendo irse a Estados Unidos o a Europa.
Esa incomprensión me dificulta buscar la forma de generar simpatía, sensaciones, convertirlo en una obra.