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Rigoberto ya no lustrará

Rigoberto de Paz, quien había vivido en la calle y recientemente fue acogido en un hogar, fue hallado muerto en La Recolección.

El único recuerdo de Rigoberto de Paz son sus herramientas de trabajo: una caja de lustre, un cepillo y un banquito de madera. (Foto Prensa Libre: Érick Ávila)

El único recuerdo de Rigoberto de Paz son sus herramientas de trabajo: una caja de lustre, un cepillo y un banquito de madera. (Foto Prensa Libre: Érick Ávila)

Una caja de madera, un cepillo, un pequeño banco y un espacio vacío en la banca donde se sentaba Rigoberto de Paz, un indigente que murió en julio último, víctima de la violencia, quedaron como herencia y recuerdo en el hogar donde encontró alimento para el cuerpo y para el alma.

De Paz, de 49 años, fue hallado muerto en la puerta del templo La Recolección,  3a. avenida 2-24, zona 1, el 26 de julio último, y el próximo 30 de septiembre se efectuará la audiencia de primera declaración contra Moisés Gutiérrez Guevara, principal sospechoso del crimen.

Su vida y la caja

El colombiano Lubin Restrepo dirige el Hogar Divina Providencia, Nuestra Señora de Guadalupe, situado en la 3a avenida 7-40 zona 1, que atiende  a varios indigentes.

Restrepo narró a Prensa Libre que De Paz era un hombre callado y muy educado  que empezó a llegar al Hogar seis meses antes de su muerte.

“Desde los primeros días pidió permiso para guardar sus herramientas de trabajo —una caja de  de lustre, de madera; un cepillo y un pequeño banco de madera—. Argumentó que era peligrosa la calle y que les robaban sus pocas pertenencias. No se le negó la petición”, comentó el director del Hogar.

Agregó: “Su rutina era pasar a las 18 horas a dejar la caja y volver al otro día a las 6 horas a recogerla y a desayunar. Regresaba a las 12. Era muy callado, no le gustaba sentarse en el salón grande con todo el grupo, prefería una mesa ubicada en el patio de la casa; era muy reservado”.

Restrepo comentó que platicó poco con De Paz, pero afirma que no era violento.  .

“No era peleón ni grosero. Venía, se sentaba y luego se iba a trabajar; esa era su rutina. La verdad, era muy querido”, refirió mientras señalaba la banca que el indigente ocupaba  al comer.

Extraña muerte

El día en que De Paz murió, uno de sus amigos llegó a la casa hogar con miedo y asustado. Pidió colchas, ropa y comida. “Él contó que los atacaron con piedras. Como no tenía muy pesado el sueño, se despertó y escapó. Ya no lo he vuelto a ver”, agregó.

Moisés Gutiérrez Guevara es sospechoso de haber atacado, ultrajado y matado a indigentes.
El pasado 1 de septiembre, compareció ante el Juzgado Quinto de Instancia Penal, en donde la Fiscalía de Derechos contra la Vida le imputó cargos por la muerte de César Augusto Valle Méndez, quien se presume fue confundido con indigente.
El 30 de septiembre próximo, el señalado deberá responder por la muerte de Rigoberto de Paz Ramírez, quien fue golpeado en la cabeza con un objeto.


Algo curioso después de la muerte de De Paz es que muchos de sus  conocidos de la calle llegaron a pedirle a Restrepo la caja de lustre, ya que aseguraban que  se la habían prestado o alquilado al occiso, pero era algo propio,  finaliza Restrepo.

Buscan refugio

Es un día de descanso y la casa está vacía. En un rincón se encuentra Miguel Ángel, como pidió que lo llamaran, un indigente que permanece en el hogar desde hace un año.

Narró que desde joven vivió en la calle, una experiencia dura, pero que por la necesidad se acostumbró a sobrevivir no solo al frío o lluvia, sino también a los ataques a cualquier hora del día.

“Hace nueve años me golpearon, y resultado de eso perdí mi ojo. Pero solo me quedaba protegerme y tener más cuidado”, expresó mientras trataba de cubrir su rostro con una prenda de vestir.

Agregó que con el paso de los años empezó a perder la visión en el ojo “sano”, lo que hizo que pidiera refugio en la casa hogar, adonde desde hace nueve años acude a comer. “Ya no quiero hablar. Me abstengo porque es mi vida, y mi vida es privada”, dijo, y quedó en silencio.

Mientras él se escondía, la risa de otro hombre se escuchó cerca del comedor. “Es Joaquín”, comentó Restrepo, el que nos ayuda a abrir la puerta y atender a las visitas y colaboradores.

Joaquín Castellanos vivió desde pequeño en la calle. Lavaba buses en la zona 7 y lustraba zapatos, para subsistir. “Me vine de Quetzaltenango. No tengo familia. La gente es fregada y mala”, manifestó con una sonrisa, a pesar de los malos recuerdos.

“Son dos indigentes víctimas de la violencia y de otras circunstancias que no buscaron vivir en la calle, simplemente sus oportunidades no fueron las mismas de muchas familias”, refirió Restrepo.

El Ministerio Público investiga los casos de indigentes muertos al haber sido atacados mientras dormían en la calle.”

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