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Opinión: Necesitamos fondos de becas que financien carreras, no solo cursos

Fondos privados financian formación intensiva con enfoque laboral. Los programas alcanzan tasas de empleabilidad del 85% al 90% y responden a la demanda del sector productivo.

En los últimos tres años he observado que los fondos públicos suelen financiar cursos, no carreras., según Ligia Chinchilla. (Foto Prensa Libre: Freepik)

Nací analógica, como muchas personas que vinimos al mundo antes de los años noventa. Lo digital nos demostró —incluso a los analógicos— que nuestro trabajo podía realizarse más rápido, con mayor facilidad y de manera más competitiva si usábamos las pocas herramientas disponibles en los años en que ingresamos al mercado laboral. En este siglo, lo digital no solo es normal para todos los que trabajamos, sino también de urgente adopción para multiplicar nuestra productividad.

Actualmente, las herramientas digitales especializadas se utilizan en todos los ámbitos productivos. Pero ¿cómo se crean esas herramientas? No son magos ni artistas quienes las diseñan y desarrollan, sino los programadores o desarrolladores.

Al igual que un pintor crea una obra que nace en su imaginación, auxiliado por técnicas duras y blandas como el dibujo, el color, la perspectiva y la expresión de emociones, los programadores deben dominar lenguajes especiales, estructuras de datos, algoritmos, bases de datos y ambientes de desarrollo. Además, requieren habilidades blandas: resolver problemas, tener pensamiento lógico, trabajar en equipo, escuchar, comunicarse y, sobre todo, mantener una actitud de aprendizaje continuo ante la constante evolución de la tecnología.

Más profesionales empleables

En los últimos años han surgido muchas carreras técnicas que permiten a los programadores capacitarse en períodos mucho más cortos que quienes optan por una carrera universitaria. Por ejemplo, un frontend —quien desarrolla la parte de la aplicación que interactúa con el usuario— puede formarse en seis a ocho meses en programas de inmersión total, y su salario inicial suele superar tanto el salario mínimo como el promedio de personas con poca o ninguna experiencia. Además, la demanda de este tipo de expertos crece en muchas industrias del país.

Entonces, la pregunta es: ¿por qué no estamos capacitando a estos profesionales que tienen un empleo relativamente asegurado? Seguramente usted, lector, encontrará muchas razones, y probablemente todas sean válidas. Aquí comparto algunas:

  • Nuestro sistema educativo no prepara en lógica ni en visión de procesos a los jóvenes para cumplir los requisitos de entrada a estas carreras.
  • Los programas de capacitación no toman en cuenta las necesidades de los empleadores y están desactualizados.
  • No hay suficientes programas de capacitación.
  • Los programas intensivos exigen dedicación exclusiva y no permiten trabajar al mismo tiempo.
  • Los programas son costosos.
  • Las expectativas salariales a veces superan la realidad del mercado laboral, y un largo etcétera.

Todas las respuestas son correctas, pero quiero centrarme en una propuesta que ha surgido para motivar a los jóvenes a estudiar esta área tan atractiva: los fondos de becas. Los más grandes provienen del Estado, y los privados, con recursos más limitados, también juegan un papel importante.

Fondos que financien carreras

En los últimos tres años he observado que los fondos públicos suelen financiar cursos, no carreras. Estos cursos, de entre una y tres semanas, con dos a tres horas diarias, son útiles para quienes ya trabajan, pero no generan nuevos empleos. En cambio, los fondos privados sí ofrecen carreras, aunque con menor cobertura —entre 100 y 300 programadores al año—. Estos programas intensivos alcanzan tasas de empleabilidad del 85% al 90%.

La diferencia no solo está en la visión —actualización versus creación de nuevos empleos—, sino también en el diseño. Los programas privados se estructuran en función de las necesidades inmediatas de los empleadores, son apilables y escalables, y en algunos casos incluyen contratos iniciales de trabajo. La cercanía y constante interacción con el sector productivo permite que los programas financiados con becas privadas se diseñen y ejecuten en plazos más cortos, sean más dinámicos y efectivos.

La academia tradicional —pública o privada—, en contraste, necesita tiempo para incorporar cursos o carreras en sus planes de estudio. Algunos logran hacerlo en un año; otros tardan dos o tres, debido a los requisitos que imponen los entes rectores en pro de la calidad. Incluso existen centros que ofrecen carreras intermedias en computación, pero los contenidos suelen quedarse cortos: aunque los nombres son atractivos, la falta de maestros vinculados a la industria, de supervisión y de infraestructura impide cumplir los objetivos. En muchos casos, el estudiante debe ser autodidacta para complementar su formación y poder aspirar a un empleo en los sectores productivos.

Creo que la recién lanzada Política de Transformación Digital del Ministerio de Educación tiene los ejes correctos: infraestructura, conectividad, maestros y contenidos. Está bien enfocada. Sin embargo, si queremos responder a las demandas de empleo productivo actuales, necesitamos rapidez y eficiencia en su gestión para llegar a todo el país y acelerar la enseñanza de los conocimientos de base.

Las becas para el trabajo deben dirigirse a jóvenes graduados o recién graduados de secundaria, y los fondos deberían orientarse a formar profesionales completos —es decir, cubrir carreras y no solo cursos de actualización—, financiando tanto la capacitación como la manutención de quienes estudian de forma intensiva. Para lograrlo, se requieren más proveedores de capacitación, públicos y privados, que trabajen junto con el sector productivo, que ofrezcan nivelación académica, que sean prácticos y que otorguen certificaciones con valor laboral.

En definitiva, necesitamos generar cadenas de valor o ecosistemas que aborden integralmente cada parte del problema. Tanto el sector público como el privado debemos no solo demostrar voluntad, sino asumir de verdad nuestra parte en el escenario donde tenemos mayor capacidad. Si solo trabajamos en los empleos del presente, la brecha se ampliará; si solo nos enfocamos en la calidad y cobertura del sistema educativo público, la brecha también crecerá; si cada uno trabaja por su lado, la brecha seguirá aumentando. Necesitamos muchos equipos que atiendan cada área específica, pero con una visión común que permita que todos los esfuerzos se complementen y logren el objetivo compartido.

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