Migrantes

Guatemaltecos en Misisipi siguen sin esperanza ni consuelo, sin empleo y con temor a ser deportados

A más de una semana de las redadas en Misisipi que dejaron 680 migrantes arrestados, los connacionales siguen en medio de la incertidumbre, muchos se quedaron sin empleo mientras otros reclaman que nadie del gobierno guatemalteco se ha acercado a ellos para ofrecerles aunque sea palabras de esperanza.

Migrantes participan en una concentración en la cual pidieron que no deporten a sus familiares que fueron detenidos durante las redadas del pasado 8 de agosto. (Foto Prensa Libre: Cortesía)

Migrantes participan en una concentración en la cual pidieron que no deporten a sus familiares que fueron detenidos durante las redadas del pasado 8 de agosto. (Foto Prensa Libre: Cortesía)

Hasta el 8 de agosto pasado, la vida de Freddy López era toda ilusión. En un mes su hija cumpliría 15 años —el 7 de septiembre— y él ya pensaba en celebrar su fiesta como se hace el llegar a esa edad en su natal Guatemala.

Sin embargo, todo cambió a media mañana de ese día cuando decenas de agentes de ICE (Inmigración y Control de Aduanas, en inglés) llegaron a la fábrica donde él laboraba, y se lo llevaron detenido junto con otras 680 personas en un mega operativo en siete fábricas de seis ciudades de Misisipi que fue calificado por las autoridades estadounidenses como el más grande de los últimos 10 años.

López vive en Carthage, Misisipi, desde hace 17 años, y la fiesta de 15 años de su hija será ahora solo un sueño no cumplido.

Con un grillete en el pie (con el cual ICE pueden localizarlo en cualquier instante), y sin trabajo, ahora sus esfuerzos se centran en qué hará para mantener a su familia y su esposa, actualmente con una padecimiento que le impide trabajar.

La historia de López es la misma de decenas de guatemaltecos en estas ciudades de Misisipi, anímicamente devastadas tras las redadas del 8 de agosto, y en donde según los propios migrantes y algunos líderes de la comunidad, la mayoría de los hispanos son de Guatemala, y más específico aún de San Marcos y Huehuetenango.

A los connacionales los invade la ansiedad, frustración y desesperanza. Nadie sabe qué pasará con sus familiares.

Sigue el dolor y sufrimiento

Al desasosiego se suma el que ninguna autoridad consular de Guatemala se ha acercado a ellos si quiera para darles palabras de esperanza, aunque la Cancillería asegura que ha brindado atención consular y asesoría legal a los 176 que permanecen detenidos.

Casi 700 migrantes sin permiso de estar en EE. UU. fueron detenidos el pasado 8 de agosto en 7 fábricas de Misisipi. (Foto Prensa Libre: Hemeroteca PL)

El sacerdote Roberto Mena, párroco de la iglesia San Miguel, de Forest, una de las ciudades más golpeadas, explicó que “la situación sigue siendo dramática porque no hay consuelo”, y, aunque la iglesia trata de ayudar a los connacionales que radican en Misisipi, “el dolor y el sufrimiento de las familias sigue”.

Apuntó que personal del Consulado de Guatemala en Atlanta da asesoría legal a los guatemaltecos detenidos, pero no han ofrecido, por ejemplo, asistencia social, la cual solo ofrecen organizaciones sociales.

Lo peor de todo, añade Mena, es que la crisis va a seguir porque las familias tienen que ver cómo subsisten. Recién esta semana otra fábrica despidió a 200 personas de todas las edades por el temor a los operativos de ICE.

Los empleados, la mayoría guatemaltecos, fueron despedidos sin recibir prestaciones laborales, lamentó Mena.

“Esto va a seguir a largo plazo porque las familias van a necesitar dinero para pagar la renta o sus servicios básicos, muchas cosas. Tienen que pensar en mantener a sus familias y mandar a sus hijos a la escuela”, explicó el sacerdote, quien también es guatemalteco y que tiene un año y medio de haber sido nombrado en la Diócesis de Forest.

Los empleados fueron sorprendidos a media mañana por los agentes de ICE, quienes los arrestaron. (Foto Prensa Libre: Hemeroteca PL)

Temores

La gente que vive en estas ciudades de Misisipi quedó “terriblemente afectada de todas formas”, asegura el sacerdote Odel Medina, que dirige la iglesia de Santa Ana en Carthage, debido no solo a que están pendientes de si deportarán a sus familiares, sino a que muchos perdieron su trabajo ya que las compañías optaron por echarlos una vez detenidos por ICE, aunque después hayan sido liberados.

Aunque no es guatemalteco, Medina es otra de las voces que cuestiona el papel que hay jugado las autoridades consulares de Guatemala.

“Triste y desgraciadamente no han tenido ninguna ayuda del Gobierno de Guatemala, ni el consulado se ha preocupado por su gente”, apuntó Medina, para quien, lo que más urge es que los connacionales tengan un documento de identificación y que se averigüe la forma de dar la ciudadanía guatemalteca a los hijos de los migrantes que podían ser deportados.

Esto porque hay familias con hijos que nacieron en EE. UU. y en las cuales padre y madre podrían ser devueltos país y los hijos por ser estadounidenses se quedarían en poder del gobierno de ese país.

“El consulado tendría que traer casi de inmediato, primero sus identificaciones, que hay muchos que las tienen vencidas, y segundo, ayudarles para que puedan hacer algo para que estas personas puedan nacionalizar a sus hijos”, urgió el sacerdote.

Agentes de ICE durante el operativo en una fábrica de Misisipi donde se detuvo a 680 personas, muchos de ellos guatemaltecos residentes en Forest y Morton. (Foto Prensa Libre: AFP)

“Sé que ustedes ahorita allá están cambiando de gobierno, a la gente tal vez ni le interesa. Al gobierno que está saliendo —de Jimmy Morales— jamás le interesó los guatemaltecos en —EE. UU.— y no sé si al que va a entrar, pero eso sería urgente y de gran ayuda para este pueblo”, añadió.

Al igual que el padre Mena, Medina dice que la situación es desesperante para las familias en las cuales ambos padres se quedaron sin empleo o en donde quien era el sostén del hogar quedó en prisión.

López narra el caos que se vive en la comunidad de guatemaltecos en Misisipi ya que casi todos se quedaron desempleados, y a aquellos que dejaron libres y con grillete no dejan dejar de pensar en que pueden localizarlos, detenerlos y deportarlos.

Odel Medina, párroco de la iglesia Santa Ana e Courthage, Misisipi.

“Unos batallan para sacar a sus familiares de la cárcel, otros están viendo cómo darle de comer a sus hijos porque se quedaron sin trabajo o agarraron al padre de familia y no saben qué hacer”, asegura.

Este migrante originario de Comitancillo, San Marcos, y que tiene 17 años de vivir en EE. UU. reconoce que le invade la ansiedad cuando se pone a pensar ¿qué hará si lo devuelven a Guatemala?, si todos sus hijos son estadounidenses.

“Yo me pongo a pensar en un futuro en Guatemala. Aquí —en EE. UU.— está hecha mi vida, tenemos una casa que acabamos de terminar de pagar, nos ha costado tanto. Así como está nuestro país con tanta inseguridad no puedes vivir en paz no podemos darle un mejor futuro a nuestros hijos”, expuso López.

Lamenta que el Gobierno de Guatemala haya negociado un acuerdo con EE. UU. —de tercer país seguro—  y que no haya sido capaz de pedir “clemencia” para los guatemaltecos que viven en aquel país.

Por si eso fuera poco, asegura López, la comunidad migrante se siente abandonada por el gobierno guatemalteco. “Eso es lo más triste que el país de donde uno es no puede decirnos ‘ahí les mando un tamalito, vamos a ver qué podemos hacer por ustedes’, ni se han acercado a nosotros”, reclamó.

Una mujer guatemalteca participa en una manifestación en contra de las redadas en Misisipi. (Foto Prensa Libre: Cortesía)

No sé qué va a pasar con mi hijo

Trinidad Tema es otro de los guatemaltecos que atraviesa por una difícil situación. A más de una semana de la redada no sabe nada de Hamilton Enrique Tema Aguilón, su hijo mayor, quien fue detenido.

“No sabemos absolutamente nada de qué va a pasar con él, si lo van liberar o a deportar o le van a dar fianza”, dice Tema, que lamenta el que las autoridades estadounidenses los traten “como si fuéramos delincuentes”. “Nosotros estamos aquí para prosperar y luchar por nuestra vida no para hacerle daño a este país”, apuntó.

Al migrante originario de la cabecera de San Marcos se le entrecorta la voz cuando afirma que ha buscado ayuda, pero “lastimosamente todavía no sabemos nada de mi hijo”. Por tal motivo, asegura, es triste que ninguna autoridad consular de Guatemala ofrezca ayuda.

Tema, que tiene 13 años de estar en EE. UU., dice que su hijo tenía seis desde que había llegado, y que migró por la falta de oportunidades que hay en Guatemala. Aunque trabajaba para la misma fábrica, el migrante afirmó que tanto él como sus otros hijos no los detuvo ICE porque ellos debían entrar en el turno de noche.

“Yo pido que me den otra oportunidad de que dejen a mi hijo aquí en EE. UU. Para qué lo tienen encerrado y sufriendo, no sé que trato les dan, pero según dijeron algunos que salieron en el poco tiempo que estuvieron allá los trataron muy mal”, dijo Tema.

Se da asistencia

La portavoz de la Cancillería, Marta Larra, aseguró que los consulados de Guatemala en Lake Worth y Miami, de Florida, así como el de Atlánta, Georgia,  sí han asistido a los migrantes y se les ha ofrecido asistencia legal por si ellos quieren aplicar a un alivio migratorio como asilo o visas laborales.

El problema, considera Larra, es que muchos no se contactan “por miedo a que los vayan a deportar”. Aseguró que los consulados han publicado en redes sociales los números de teléfono a los cuales pueden comunicarse los connacionales ya que “no tenemos otra forma de comunicarnos”.

Donald Trump ha endurecido su política migratoria y desde hace semanas adelantó que podrían haber redadas masivas. (Foto Prensa Libre: EFE)

La portavoz reconoció que, aunque ofrezcan la asesoría legal, al final de cuentas es EE. UU. quien tomará la decisión sobre qué pasará con los guatemaltecos detenidos, y que en estos procesos ese país “lo que busca es la deportación”.

Esperanza

No obstante la tragedia, algunos, como el sacerdote Medina, creen que aún hay una ventana “medio abierta”, ya que organizaciones legales luchan por evitar la deportación de aquellas personas que tienen muchos años de vivir en EE. UU., tienen hijos estadounidenses y no tienen ninguna tacha o récord criminal.

Para aquellos que han cometido alguna falta como manejar bajo efectos de alcohol u otra, reconoce, la situación es más complicada.

Y mientras López y Tema y el resto de migrantes guatemaltecos se mantienen expectantes sobre su futuro, esperan que al menos, como dijo el padre Medina, “sus líderes en Guatemala vengan y les echen la mano”.

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