Guatemala

En Navidad, del campo a la capital

Dejan labores y se instalan en los campos del Roosevelt

Farolitos, serrines multicolores, venados de bejuco y mucho más. La variedad es el distintivo de los vendedores de los campos del Roosevelt, pero todos tienen una historia común: han abandonado por cuatro semanas sus tareas cotidianas para instalarse en la capital.

Es época de ventas navideñas, y hay que aprovecharla.

De San Juan Comalapa, Chimaltenango, a la capital. De trabajar en el campo a construir ranchitos. Ese es el camino que ha recorrido Gloria Gómez con su esposo y sus 9 hijos.

El 1 de diciembre pasado todos llegaron a los campos del Roosevelt cargados con madera, paja gris, barnices, tablitas y, sobre todo, ganas de trabajar.

No es para menos. Según cuenta Willings, hijo de Gloria, las jornadas comienzan con la salida del sol y se prolongan hasta casi la medianoche.

?Nos levantamos a las cinco de la mañana, y trabajamos hasta las once de la noche. Menos mal que empezamos antes a pensar en todo esto?, indica Willings.

Si bien es ahora cuando salen a la luz los trabajos de estos habilidosos artesanos, llevan semanas elaborándolos.

Septiembre, octubre y noviembre han sido meses en los que los hijos de Gloria, y ella misma, se han dedicado a la recolección y compra de materiales.

Trabajo en cadena

Los muchachos construyen el armazón de los venados, y su mamá les dan vida con el paxte. La familia Miza, también chimalteca, ha encontrado la eficiencia en el trabajo en cadena.

Pedro Miza -sin apartar la vista de unas maderas, que en una hora serán el esqueleto de una figura navideña- comenta que el trabajo es duro pero que vale la pena.

?Los preparativos vienen desde meses atrás; dejas tu casa por varias semanas y el trabajo se prolonga todo el día. Por lo menos, tenemos algo de ganancia?, indica.

Eso es, precisamente, lo que cada 1 de diciembre les ha traído a la ciudad durante años.

?Hace tanto tiempo que vinimos que ni me acuerdo de la primera vez?, indica Lidia Cutzuy, esposa de Pedro. ?Fue antes de Cristo?, bromea uno de sus seis hijos.

En cambio, la familia Cúmez -dedicada a elaborar venados de bejuco- sí lo recuerda: hace diez años. Y es que Carlos Cúmez, de 20 años, sabe que la mitad de sus navidades las ha pasado en los campos del Roosevelt con Luis, su papá.

Por unos quetzales

Pasa todo el día con las las manos teñidas, pero no le importa. Los quetzales extra que le da su tía por ayudarle a colorear serrín son su recompensa.

Rosa Zacarías, de 16 años, no se ha trasladado del campo a la ciudad. Vive aquí y aprovecha sus vacaciones escolares para ganar unos quetzales.

Cuando el sol se esconde, los campos del Roosevelt cambian de cara. Los llamativos y coloridos adornos que durante horas han sido el reclamo de los visitantes, desaparecen detrás de plásticos negros y azules.

Esta estampa se repite durante cuatro semanas. Después, habrá que esperar 11 meses para que los olores a manzanilla, pino o madera procedentes del interior del país vuelvan.

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