EDITORIAL

Viene un tiempo para enmendar el rumbo

Guatemala cierra el tercer año de una administración centrada en la defensa de la impunidad a costa de la institucionalidad y de sacrificar otras tareas cruciales para el desarrollo y la defensa de intereses genuinos de los guatemaltecos. Otro caso doloroso es el de los migrantes en Estados Unidos, que siguen sin recibir un verdadero respaldo institucional, probablemente porque el Ejecutivo pretende continuar con su engaño frente al gobierno de Trump, con quien intentó congraciarse al trasladar, en mayo último, la embajada guatemalteca a Jerusalén.

Los embates de la naturaleza, la acumulación de rezagos históricos y la movilización masiva para huir de la pobreza y la violencia hicieron ver el 2018 como un año cuasi apocalíptico, de grandes revelaciones. Deja grandes enseñanzas sociales para emprender un nuevo ciclo, pero sobre todo porque en el 2019 se viene un nuevo proceso electoral en el cual los guatemaltecos deben dar el golpe de autoridad contra toda la gavilla de inescrupulosos políticos y funcionarios que en los últimos tres años se han dedicado a operar en su propio beneficio, aun a costa de atentar contra la democracia.

Dos grandes hechos dolorosos marcaron el año que hoy se despide: la erupción del Volcán de Fuego, que dejó cerca de 200 víctimas mortales, miles de damnificados y desnudó la vulnerabilidad en que viven millares de guatemaltecos. El desastre evidenció la politización de instituciones en las que deberían predominar el criterio técnico y la experiencia profesional, tal es el caso de Conred, que continúa dirigida por un grupúsculo de allegados que no fueron capaces de emitir una alerta eficiente y que posteriormente evidenciaron su insensibilidad a través de declaraciones impertinentes.

El otro hecho desgarrador que marcó ese ciclo fue la migración irregular, con una caravana multitudinaria que inició su recorrido en Honduras, se nutrió de salvadoreños y guatemaltecos, para emprender una travesía incierta en busca de mejores opciones de vida y que abrió paso a otras cuatro movilizaciones similares. El calvario de esos miles de centroamericanos continúa a las puertas de Estados Unidos, donde esperan encontrar refugio, algo cada vez más difícil y peligroso.

Especial mención merecen Jakelin Caal y Felipe Gómez Alonzo, quienes perdieron la vida tras varios días de caminar por el desierto y quedar bajo custodia de las autoridades fronterizas de Estados Unidos. Esos infantes se han convertido en el conmovedor rostro de una tragedia humana que hunde sus raíces en décadas de corrupción, ineficiencia estatal y el reciclaje de una clase política insensible, oportunista e irresponsable.

Por ello, a las puertas del 2019, los guatemaltecos están llamados a responsabilizarse por sus elecciones equivocadas en cuanto a diputados, alcaldes y mandatarios. Cada ciudadano tendrá en su mano la potestad de enmendar el rumbo y no volver a sentar en las curules a personajes impresentables, que se han declarado enemigos jurados de la democracia, la transparencia y la libertad de expresión, y cuyas acciones deleznables comprometen el futuro de la niñez y juventud, que se ve obligada a morir de desnutrición aquí o totalmente exhausta en inhóspitas lejanías.

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