Sin embargo, su zona de origen es la cuna de la civilización, el lugar de nacimiento de las matemáticas, la astronomía y la medicina.
BBC NEWS MUNDO
El museo con el que Irak espera transformar el recuerdo (y un palacio) de Saddam Hussein
Cuando Yazan Fadhli se presenta ante la gente y menciona que es de Irak, su tierra evoca interrogantes sobre el autodenominado grupo Estado Islámico, la violencia sectaria, armas químicas y carros bomba.
Y de oleada tras oleada de grandes antiguos imperios, conocidos por su contribución a la ciencia, el arte y la arquitectura.
“Irak tiene una importancia histórica por muchas razones, pero la primera en la lista debe ser que abarca zonas donde surgieron algunas de las más tempranas civilizaciones”, dice Seth Cantey, profesor de política en la Universidad Washington y Lee en Lexington, EE.UU.
“Estuvo entre los centros más destacados del aprendizaje global”.
Sin embargo, no es así como la mayoría del resto del mundo ve al país árabe que tanto ha ocupado los titulares por varias décadas.
“Debido a las guerras que hemos sufrido desde 1980… los medios y el gobierno estadounidense se concentran más en el lado malo del país y nunca muestran su historia“, señala Fadhli quien nació en Bagdad y trabajó con el ejército estadounidense como traductor hasta 2008 cuando se fue a vivir a EE.UU.
“Civilización y humanidad”
Una nueva institución cultural está intentando cambiar esa percepción negativa.
Localizado en la ciudad petrolera de Basora en el sur de Irak y cargado de antigüedades, el Museo de Basora abrió sus puertas el 27 de septiembre, la primera institución de su tipo que se inaugura en el país en décadas.
Sin embargo, el lugar donde se encuentra también está ocupando portadas: es el antiguo palacio a la orilla del lago de Saddam Hussein, una estructura que imita la arquitectura del Rococó y una de entre casi 100 opulentas residencias construidas por el exgobernante cuando estuvo en el poder.
El hombre que dirigió los destinos de Irak por casi un cuarto de siglo hasta que fue derrocado por la coalición liderada por Estados Unidos, fue ejecutado por crímenes contra la humanidad el 30 de diciembre de 2006.
El director del museo, Qahtan al-Obaid, le dijo a la agencia Associated Press que deliberadamente escogió el sitio para “reemplazar los temas de dictadura y tiranía con civilización y humanidad”.
Se trata de la culminación de un proyecto de ocho años para contar la historia del sur de Irak y despertar un renacimiento cultural en la ciudad.
Debido a la ausencia de fondos, el museo solo cuenta actualmente con una galería que muestra artefactos que datan de hace más de 2.000 años, incluyendo monedas de plata acuñadas en Basora, cerámica, ataúdes y mosaicos.
Cuando esté terminado, incluirá tres salas más donde se exhibirán entre 3.500 y 4.000 piezas de los períodos babilónicos, asirios, sumerios e islámicos de Irak.
Desafíos
Aunque la inauguración fue un éxito, al-Obaid tuvo que superar múltiples desafíos para llegar a este punto.
Apenas en abril, grupos de milicias chiítas amenazaron con tomar el antiguo palacio, que aún muestra las cicatrices provocadas por carros bombas de la época en que fue usado por las fuerzas británicas tras la invasión de 2003.
Además, décadas de gobierno autoritario, invasiones extranjeras, guerra sectaria y, más recientemente, el auge de Estado Islámico han dejado la mayor parte de Irak marcada por la destrucción.
La violencia provocó la desaparición de antigüedades, dejó la infraestructura en ruinas y acabó con las instituciones civiles.
Después de que los británicos se retiraran en 2008, al-Obaid y otros ciudadanos locales se dedicaron de lleno a hacer campañas, trámites burocráticos y buscar financiamiento para convertir al palacio en un museo.
Ciertos elementos nuevos, como las gruesas puertas de acero, colocadas en la entrada de cada galería para ser selladas rápidamente en caso de intento de saqueo o robo, son recuerdos de los retos que todavía quedan por delante.
Sin embargo, son esos mismos desafíos lo que hace del Museo de Basora un motivo de orgullo para los iraquíes.
“Nos ayudará a entender mejor nuestra propia historia…y mostrar al mundo una imagen distinta de Irak”, señala Fadhli.
“Es la luz al final de un túnel muy oscuro. Sin historia, no hay futuro y el museo me recuerda a mí y a muchas otras personas que no se debe perder la esperanza”.
Más que sus históricas antigüedades, ese deseo podría ser el tesoro más grande del museo.