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El encanto del Teatro Colón

Una de las obras arquitectónicas más hermosas que ha tenido Guatemala en su historia ha sido el Teatro Colón, el cual tuvo varios nombres y constituyó durante muchos años un templo de cultura.

El Teatro Colón en todo su esplendor, foto antes de 1917. (Foto: Hemeroteca PL)

El Teatro Colón en todo su esplendor, foto antes de 1917. (Foto: Hemeroteca PL)

Una historia relacionada a este recinto y enmarcada en la última década del siglo XX tiene como protagonista a David, un anciano que recordaba con nostalgia los recuerdos por aquella vieja Guatemala de su juventud.

David tiene 90 años. Con paso lento, pero firme atravesó el umbral de la puerta de aquella sala repleta de obras de arte, fotografías antiguas, diplomas y una estantería de madera negra con libros. En el camino se arregló los tirantes del pantalón, y al sentarse se  hundió en un sillón.

Antes de hablar, espantó a su perro, perdió su mirada en el pasado y recordó aquella vieja capital de Guatemala, en donde transcurrió su vida de niño. En el recinto había un olor añejo.

En los tiempos de David

Alla? por 1916, la ciudad de David estaba rodeada de parajes verdes. Era pequen?a, pero tranquila, y la monotoni?a de su vida transcurri?a entre la dictadura de Manuel Estrada Cabrera, las fiestas populares y las temporadas de o?pera y zarzuela que trai?an algunas compan?i?as arti?sticas del extranjero.

Las estrellas del baile y del bel canto, brillaban en el escenario del hermoso Teatro Colo?n, que para esas ocasiones se vesti?a de gala no so?lo con el arte puesto en escena sino con el especta?culo que ofreci?an los asistentes.

Las hermosas mujeres, con donaire descendi?an de los carruajes luciendo sus joyas y elegantes vestidos de seda y encaje, para reunirse con un apuesto caballero con leva, basto?n y sombrero, y buscar su lugar preferido en el teatro.

David era muy joven cuando llego? a Guatemala la diva italiana Galicurci, una hermosa mujer que estaba en su apogeo arti?stico y que vino a presentar la o?pera Carmen, de Bizet.

En compan?i?a de su hermano Arqueles y dos amigas, David fue al Teatro Colo?n a ver a la artista, pero no le alcanzo? el dinero para estar con el resto en luneta. Por eso se quedo? en galeri?a.

David se molesto?, pero subio? a su “gallinero”, y mientras Galicurci se daba los u?ltimos toques, se me- tio? la mano a la bolsa del saco, y para su sorpresa encontro? un pun?adito de granos de mai?z con los cuales comenzo? su propia diversio?n tira?ndoselos a sus acompan?antes.

Un recuerdo de Atenas en el paisaje guatemalense 

Ese teatro donde estaba David fue inaugurado un 23 de octubre de 1859, y hasta 1917-18 engalano? el espacio donde hoy se encuentra el Parque Infantil Colo?n.

Su construccio?n se debio? a que Guatemala careci?a de un centro cultural. Por esa razo?n, la administracio?n del presidente Rafael Carrera (1848-1865), concibio? la idea para un edificio acorde a los gustos arquitecto?nicos de la e?poca y su funcio?n socio cultural.

Originalmente se le llamó “Teatro Carrera”, en honor a su impulsor, y ostentó en su fachada el escudo de la República que él fundó al separar a Guatemala de la Federación Centroamericana.

Don Juan Fermi?n de Aycinena, en su libro Progresivo Desarrollo Econo?mico y Social de Guatemala, desde el an?o de 1838 a agosto de 1886, publicado por la imprenta de Jose? Azurdia, nos cuenta:

“Durante aquel peri?odo de tiempo, la capital recibio? muchas mejoras en sus edilicios pu?blicos, habiendo hecho nuevos el teatro, el mercado, el hospital, el hospicio, la casa de hue?rfanas, la Sociedad Econo?mica, el salo?n de actos de la Universidad y otros”.

Cuando se inauguro? el Teatro Carrera, La Gaceta de Guatemala -tomo XI, No. 64 del 5 de noviembre de 1859- escribio? que en la parte exterior teni?a 33 varas de ancho, 65 de largo y 17 de alto en los costados, y 25 hasta el mojinete.

Tambie?n apunta ese viejo perio?dico que su fachada era un po?rtico de orden do?rico formado por 10 columnas de 10 varas de alto cada una, sobre las cuales descansaba un tria?ngulo obtusa?ngulo, en cuyo centro estaba esculpido, en medio relieve, el escudo de armas de la Repu?blica, y a los lados, en los ocutangulos, dos liras de forma antigua enlazadas con ramas de yedra y laurel (despue?s se reformo?).

Asimismo describio? la Gaceta que el po?rtico del teatro era semejante al Parteno?n de Atenas, y, como todo el edificio, era de ladrillo cubierto de estuco pintado de amarillo pa?lido y que debajo habi?a un amplio vesti?bulo y tres puertas que conduci?a a la sala de entrada.

La sala, apunta aquella vieja publicacio?n, teni?a en el centro cuatro columnas do?ricas que sosteni?an la techumbre, y el piso era de ma?rmol de Ge?nova, azul y blanco.

De igual forma, escribio? el reportero que publico? la cro?nica inaugural, todo el interior del teatro estaba pintado de color perla, y las barandas y antepechos de los palcos y galeri?as luci?an decoradas con vistosas molduras, modillones y adornos dorados de mediorelieve.

El Teatro Colo?n teni?a un lunetario para 450 asientos tapizados con ge?nero de color carmesi?, 14 palcos de platea con 8 y 10 asientos cada uno, 16 palcos ma?s con 8 y 10 asientos, y uno en medio para la presidencia.

Y que, adema?s, teni?a candelabros dorados con 31Pomos de cristal de 3 luces, y suspendida en medio habi?a una la?mpara de aran?a de 75 luces.

La cro?nica de referencia apunta que las puertas de los palcos del teatro teni?an cortinas de color carmesi? con cordones dorados (Las cortinas, las aran?as, las molduras doradas, los candelabros y otros objetos decorativos, fueron trai?dos de Berli?n).

En la Gui?a de Forasteros en Guatemala para el año de 1858 -Imprenta de la Paz- tambie?n encontramos otros datos relativos a aquel viejo teatro que un di?a se cayo?.

Por ejemplo, dice que la plaza donde se erigio? estaba rodeada de asientos de piedra con respaldos que servi?an de baranda para la parte de afuera, y una banqueta o ande?n de tres varas de ancho. Tambie?n que habi?a una verja con 5 puertas de 5 varas de ancho cada una, 2 de ellas para carruajes adelante de la fachada principal y 3 en los otros tres lados con sus respectivas escaleras de piedra para peatones.

Alrededor de la plaza -dice la gui?a- habi?a una alameda de naranjalitos, y atra?s del edificio, una fuente y dos estatuas de tres varas de alto, que representaban a las musas Calíope y Talia.

Y cuando sus capiteles cayeron…

Sin embargo, parte de esa obra arquitecto?nica se vino al suelo con los terremotos de 1917-18. De esa tragedia, don Angel B. Coronado y Pacheco, quien fue testigo presencial de la cai?da de Guatemala, y cuyas experiencias guardo? en su libro La Ruina de Guatemala, publicado en enero de 1918, nos cuenta:

“Aquel alto relieve que sosteni?an las columnas de la fachada del teatro, quedo mutilado; Apolo lucia sin cabeza tan?iendo su lira, rodeado de la tragedia y las musas a sus pies. Y la estatua de ma?rmol de Colo?n, regalo de la colonia italiana a Guatemala y que fue la que le dio el nombre de Teatro Colon, estaba sostenida por cables, para evitar que se desplomara”.

“En los alrededores del hermoso Teatro Nacional se improviso? un campamento para las personas que habi?an perdido sus casas o que por miedo dormi?an fuera de ellas. Eran numerosas tiendas de campan?a y barracas hechas con esteras y mantas”, escribio? don Ángel cuando desde Quetzaltenango se vino a buscar a su familia, al saber la tragedia de la capital.

En otra parte de las penas que sufrieron los abuelos con los terremotos de esa e?poca, don Angel cuenta que en uno de los extremos de la Plaza del Teatro estaba un Cristo, el cual se habi?a salvado de la casa del escultor Posadas y que ante e?l se arodillaban todos los creyentes para implorarle su misericordia.

Sacrificado para mantener el sistema con pies de barro

Con un gesto de querer contar lo que ha vivido durante ma?s de 80 años, don David Vela ha vuelto en unos pocos minutos de su viaje por el tiempo, y acomoda?ndose en su sillo?n, cuenta que efectivamente el Teatro Colo?n sufrio? dan?os para el terremoto, pero que no eran tan graves como para demolerlo.

Las causa de la muerte del teatro, comenta don David Vela, se debe a varias crisis juntas. Por un lado, la guerra mundial que habi?a encarecido los recursos vitales, y por otro, el desempleo generado por el terremoto, ya que se habi?an cai?do fa?bricas y el comercio pra?cticamente estaba paralizado.

Esa desocupacio?n fue un buen aliado del Partido Unionista que posteriormente derroco? a Manuel Estrada Cabrera.

Tales circunstancias, agrega aquel chico de nuestra historia que en 1916 iba en bicicleta al Guarda Viejo, obligaron al gobierno a darle ocupacio?n a la gente. A unos se les coloco? en los cuarteles como ayudantes, y a otros se les dio trabajo echando al suelo el Teatro Colo?n.

“Esa fue gente ignorante. El edificio se pudo haber restaurado, pero lo u?nico que les interesaba era darle un pequen?o jornal al pueblo descontento”, concluye don David Vela, quien a sus 90 años recordó aquella e?poca de la Guatemala de ayer.

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