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Los primeros cien años de la Nueva Guatemala de la Asunción

Desde aquel 2 de enero de 1776 fecha en la que quedó constituida la actual ciudad de Guatemala en el Valle de la Ermita, comenzó a escribirse la historia de la metrópoli con muchas dificultades. 

Una de las fotografías más antiguas de la Catedral, aún sin las torres, tomada aproximadamente antes de 1866. (Foto: Lic. Miguel Álvarez Arévalo, cronista de la Ciudad Capital)

Una de las fotografías más antiguas de la Catedral, aún sin las torres, tomada aproximadamente antes de 1866. (Foto: Lic. Miguel Álvarez Arévalo, cronista de la Ciudad Capital)

El 23 de mayo de ese mismo año quedó instituido el nombre que aún la identifica: Nueva Guatemala de la Asunción. Luis Díez Navarro hizo el primer proyecto de trazo urbano.

En 10 años se estimó el plazo necesario para construir la nueva capital, pero pronto se dieron cuenta de que habían subestimado el reto.

El movimiento de la gente de un sitio al otro fue lento. Aquellos que partieron se llevaron consigo lo que de sus viejas casas servía: puertas, balcones, retablos de iglesias y todo tipo de materiales, pero “llegaba el fin de año, y con él la Nueva Guatemala de la Asunción a su primer aniversario, con incomodidades sin cuento. Aquella no era una ciudad, sino una ranchería en la que faltaba el agua, en la que faltaba todo”, decía el escribano Joseph Laparte.

En 1778 llegó un nuevo Capitán General a Guatemala: don Matías de Gálvez, y con él la orden de ejecutar el trazo urbano definitivo, tarea encargada al arquitecto Marcos Ibáñez.

Tal diseño aún existe y es el área comprendida de la primera a la 18 calles y de la avenida Elena hasta la 12 avenida, zona 1. Según el padrón efectuado en 1778, había 10 mil 841 habitantes. Una de las primeras construcciones importantes fue la Catedral. El 25 de julio de 1782 se bendijo e impuso la primera piedra. Domingo Juarros cuenta: “Sin embargo que la obra se continuó con grande ardor y eficacia, no pudo concluirse en 50 años…”.

Llegó la Independencia

Aún era muy joven la ciudad (45 años) cuando llegaron los aires de emancipación política de España. Su corazón, la Plaza Mayor, estaba ya delimitado por los poderes religioso, civil, económico y militar. En los terrenos contiguos vivían las principales familias.

Fue en uno de esos edificios donde se celebró la junta para declarar la Independencia: “La reunión fue a puerta abierta, en el Real Palacio. Estaban alrededor de 50 personas en el salón, pero en la antesala y en el corredor se reunieron cada vez más personas, lo mismo que en el patio, portales exteriores y en la plaza misma… Basilio Porras y Dolores Bedoya de Molina trataron de reunir más gente, pusieron música en la plaza y quemaron cohetes para atraer la atención” (Historia General de Guatemala).

En el centro de la plaza estaba, desde 1790, una fuente dedicada a la memoria de Carlos III, la cual, años después, sufrió la ira de los independentistas.

José Milla lo cuenta en el Libro sin nombre (1870): “Dominando la plaza mayor de esta ínclita ciudad desde un templete que lo abriga de la intemperie, está el caballo que montó el señor rey, no sé bien desde cuándo, hasta el año 1821, que apearon a S. M. sin ceremonia (…) Los republicanos irreverentes notificaron al jinete, allá en los días de la Independencia, que desocupase el puesto; y como parece que a aquella intimidación hizo orejas de rey… lo arrancaron de la silla, a fuerza de cincel y mazo, con fractura de los reales miembros. Un caballo es otra cosa. Allí se ha estado desde 1821 hasta 1870 (…) ha tenido que ser en los últimos cuarenta y nueve años, testigo mudo de tantas trifulcas (…) Batallas, capitulaciones, revistas, fuegos artificiales, procesiones, fritangas de buñuelos y venta de batido”.

Tal fuente sería posteriormente desmantelada y en la década de 1930 vuelta a montar. Hoy se encuentra en la Plaza España, zona 9.

Como bien dice Milla, la plaza fue testigo de muchos acontecimientos, algunos relacionados con la Federación Centroamericana y, posteriormente, con el establecimiento de la República de Guatemala, como el 21 de marzo de 1847, cuando hubo una celebración de gala por la declaración de la misma.

Para 1853 había en la ciudad más de tres mil casas particulares y se habían desarrollado los barrios alrededor de los templos religiosos; hacia 1860, la población era de unas 40 mil personas.

A raíz del triunfo militar contra El Salvador, en 1863, se construyó la Plaza de la Victoria, conocida como La Concordia, y que hoy lleva el nombre de parque Enrique Gómez Carrillo.

Después de la muerte de Rafael Carrera, el 14 de abril de 1865, fue designado presidente el mariscal Vicente Cerna, quien ordenó construir el Mercado Central, atrás de la Catedral, que libró a la Plaza Mayor del desorden de las ventas, que a finales del siglo 20 la invadirían de nuevo.

El cronista Francisco Lainfiesta cuenta: “En medio de aquellas densas sombras (de protestas en las calles por la reelección de Vicente Cerna), el principio de la construcción del mercado central, que aún cuando fuese una empresa debida al capital de una compañía particular, sí había intervenido el Gobierno en la concesión y la venta del local, que fue declarado de pertenencia eclesiástica; y lo que es más, se había consentido en ella a pesar de que contrariaba ostensiblemente los intereses de las ricas propiedades de las casas Aycinena y de Rubio Asturias, dueños del portal llamado del Comercio”.

Cerna fue derrocado en 1871 en la Reforma Liberal. El 30 de junio de ese año Miguel García Granados y Justo Rufino Barrios entraron triunfantes a la ciudad “en medio de salvas de artillería y cohetes, repique general de campanas y precedido y seguido de un gentío inmenso” (Lainfiesta).

Años después, en 1885, cuando Barrios gobernaba, llegaron a Guatemala un comerciante, James Sanborn, y su hija Helen, con el interés de conocer el país donde se producía el café que ellos vendían en Estados Unidos. La ciudad entonces tenía 45 mil habitantes y de ella Helen escribió: “Las calles, anchas y rectas, lucen bien pavimentadas. Los caminos de carruajes corren por todos lados, y justo la noche antes de marcharnos introdujeron el alumbrado eléctrico citadino”.

En las últimas décadas del siglo 19 surgieron cambios importantes: se introdujo el ferrocarril, se trazó la 7a. avenida y el bulevar 30 de Junio (hoy avenida La Reforma) que definió el crecimiento de la ciudad hacia el sur, con monumentos, parques y barrios residenciales. Para entonces la ciudad se dividía en 12 cantones y la población era de 71 mil 527 habitantes. Funcionaban tranvías tirados por bestias. En 1879 se construyó el hipódromo cerca del pueblo de Jocotenango (actual zona 2). 

En la centuria de 1900 el fantasma de los terremotos transformaría severamente a aquella pujante ciudad que había emigrado tres veces antes por catástrofes naturales. 

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