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Para que Nicaragua viva en paz

Nicaragua vivió en los últimos años de la década de 1970 y parte de la década de 1980 un conflicto armado por lucha de poder político y la instauración del régimen sandinista.

En ese contexto, Juan Pablo II tuvo la valentía de visitar Nicaragua, consciente de la oposición de los sandinistas, quienes habían tomado el poder e intentaban crear una religión de corte popular basada en la Teología de la Liberación.

En su primer viaje a Centroamérica, Juan Pablo II destacó el papel de la Iglesia Católica, como una institución hecha para luchar contra el sufrimiento, la pobreza y la exclusión, sin confundirla, dijo, con una institución ideológica.

En una nota publicada el 17 de mayo de 1983, se destaca que el Sumo Pontífice pidió desde El Vaticano, donde se reunión con obispos de Nicaragua, que ese país merecía vivir en paz.

Visita

Apenas dos mese antes, Juan Pablo II había visitado Centroamérica, en un viaje histórico cargado de contradicciones políticas, por la situación en Nicaragua, con los sandinistas en el poder, y El Salvador, con una crisis de guerra urbana.

En Nicaragua, el Pontífice encontró dos sacerdotes con participación en el gobierno: Miguel D’Escoto, en el cargo de ministro de Exteriores, y Ernesto Cardenal, ministro de Cultura.

Además, Fernando Cardenal, jesuita y hermano del anterior, dirigía el programa sandinista de alfabetización.

El arzobispo de Managua, Miguel Obando Bravo, se había convertido en el crítico más duro y eficaz de los sandinistas, después de que los nuevos gobernantes no hicieran honor a sus garantías sobre los derechos civiles y las libertades políticas.

Los sandinistas, a su vez, se oponían al arzobispo mediante el fomento de un modelo de «Iglesia popular», el cual descartó Juan Pablo II en sus discursos en suelo nicaragüense.

Dos de los incidentes en aquel viaje de 1983 fueron primero, el “jalón de orejas” que Juan Pablo II le dio a Cardenal, y la interrupción de los sandinistas en uno de los discursos del Papa.

Obviamente, la presencia de Juan Pablo II fue incómoda para muchos partidarios del socialismo en la tierra de Rubén Darío.

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