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Ana Baquedano: la desafiante forma como combate en México la “pornovenganza” de la que fue víctima

Cuando tenía 16 años, la expareja de Ana Baquedano compartió una foto de ella desnuda sin su consentimiento.

“Fue después de mi graduación cuando un amigo me dijo, ¿a quién le enviaste una foto tuya desnuda? Se lo conté y me dijo que había gente que la estaba compartiendo. Sentí que todos mis temores se estaban haciendo realidad“, le cuenta la joven mexicana a la BBC.

En poco tiempo, aquella imagen se viralizó y Baquedano cayó presa de la vergüenza y del sentimiento de culpa. Llegó a sentir que esa imagen la perseguía donde quiera que fuera y que era imposible huir de las miradas y los comentarios ofensivos sobre ella.

Años después, Baquedano se enfrenta a aquella situación de una manera diferente.

A pesar de la presión social y del estigma asociado a este tipo de imágenes, la joven, actualmente estudiante de psicología, logró vencer sus propios miedos y se convirtió en activista contra la porno venganza y en defensa de las víctimas.

Su campaña contra esta práctica impulsó una ley en el estado mexicano de Yucatán -del cual Baquedano es oriunda- que fue aprobada el pasado mes de mayo y que contempla penas de cárcel para quienes divulguen o amenacen con difundir imágenes eróticas, sexuales o pornográficas obtenidas con o sin el consentimiento de otra persona.

Además de Yucatán, otros estados mexicanos como el Estado de México, Chihuahua, Jalisco, Querétaro y Puebla cuentan con legislaciones similares.

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Ana Baquedano temió la reacción negativa de su entorno inmediato cuando se viralizó una imagen de ella desnuda compartida por su expareja.

El camino hasta aquí, sin embargo, no fue sencillo. Baquedano le contó al programa de radio de la BBC Outlook cómo descubrió que era víctima de la porno venganza y cómo cambió su actitud ante este fenómeno.

El miedo tras la ruptura

“Estábamos muy unidos, íbamos a fiestas, a cumpleaños… Lo conocía desde que éramos niños y de alguna manera nos entendíamos y nos apoyábamos. En ese sentido era una relación bonita”, recuerda.

En un momento de aquella relación, ella y su pareja compartieron y fotos de contenido erótico con el acuerdo de borrarlas después de recibirlas.

“Era un selfie desnudo de cintura para arriba en el que se ve muy claro que soy yo”, dice. Y agrega que ella cumplió aquel mismo día con su parte del acuerdo.

Cuando tiempo después rompieron su relación, Baquedano descubrió que su expareja no había borrado aquella imagen.

“Él estaba muy enfadado y me acuerdo que empecé a pensar que quizá no había borrado la foto. No estaba segura y me decidí a llamarlo y preguntarle directamente. Su reacción fue quedarse en silencio y colgar el teléfono. Creo que nunca en mi vida había sentido tanto miedo”, relata.

Me pregunté qué pasaría si él decidía compartir la foto… Mi familia en aquel momento era muy conservadora y pensé que me echarían de casa, que mis amigos dejarían de quererme y que me echarían de la escuela. No se lo conté a nadie entonces. Pasé por todo aquello sola”, recuerda.

El “infierno de la universidad

Cuando en 2013 Baquedano empezó la universidad creyó que las habladurías y sus temores habían quedado atrás. Sin embargo, las consecuencias de la publicación de su foto la acompañaron hasta allí.

“Una amiga vino y me dijo que una chica con la que había ido al colegio había compartido la foto, que todo el mundo la tenía en sus teléfonos y que todos hablaban de eso. Fue brutal y me dio mucho miedo. Lo recuerdo ahora y aún me da miedo”, cuenta.

Ir a la universidad se convirtió en un infierno. Es como si 2.000 personas hubieran visto la foto. Era como si todos quisieran que yo supiera que la habían visto (…) . Si entraba en la cafetería se hacía el silencio y la gente empezaba a murmurar. Había notas en las paredes de los baños, en las mesas de clase. Escribían comentarios sucios sobre la foto y sobre mí y sobre que querían ver más”, agrega.

Fue reconocida incluso estando de vacaciones en la isla de Holbox, en Yucatán, donde había viajado para tratar de buscar tranquilidad y pasar desapercibida.

“Unas personas se me acercaron y me dijeron: ‘Eres la persona de la foto. Mi amigo me la envió…’. Me quedé en shock y no sabía que decir. Mis amigos tampoco. Al final le dije que sí, que era la chica de la foto. Se rio y se fue”, rememora.

Cambio radical de estrategia

Asegura que pensó que no había manera de escapar y decidió cambiar de estrategia. En lugar de avergonzarse y tratar de ocultar su problema, decidió contarlo.

A pesar de sus temores, su madre reaccionó positivamente y la apoyó.

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La vergüenza, el miedo y la creencia de que su caso no será escuchado hacen que muchas de las víctimas de ciberacoso no se decidan a denunciar su situación.

“Decidí ser la que contara mi historia antes de que la gente se me acercara y me dijera que mi foto estaba circulando por ahí (…). Me sentí tan poderosa y contenta que sentí la necesidad de contarlo… Cada vez que lo contaba, la historia se hacía más pequeña…”, asegura.

Poco a poco, Baquedano, que se convirtió en colaboradora de un programa de concientización del gobierno de Yucatán, comenzó a ser ella quien compartía su historia en público: en escuelas, periódicos, debates…

“Fue difícil, pero me di cuenta de que si iba a hablar de ello y a tener el privilegio de que se me escuchara debía hacerlo con mucha responsabilidad. Lo primero fue no dirigir la vergüenza a donde no corresponde“, afirma.

Lucha contra un vacío legal

Su trabajo como activista le permitió conocer las historias de otras chicas que estaban pasando por la misma situación que ella.

“Venían a mí y me contaban que habían intentado denunciar a sus agresores y las autoridades les habían dicho que no, que eso no era un crimen, que no era delito”, señala.

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Un informe de Naciones Unidas de 2017 señaló la falta de leyes específicas para combatir la violencia online contra las mujeres.

Ese vacío legal no es infrecuente. El informe sobre la situación de América Latina en relación a la violencia de género ejercida por medios electrónicos, publicado por Naciones Unidas en noviembre de 2017, señaló que en la región “no existen leyes específicas para este tipo de violencia online y, en general, las víctimas tienen que recurrir al sistema penal o civil no siempre obteniendo las respuestas adecuadas para las características de este delito”.

Ante esa situación, Baquedano tuvo la idea de promover una ley que regulara el uso no autorizado de imágenes íntimas de otras personas en su estado. Para ello se alió a un grupo de abogados y siguió hablando de su caso en público.

En mayo de 2018, su trabajo dio frutos. La propuesta de ley en la que había estado elaborando fue aprobada por el parlamento de Yucatán.

El último paso

“Fue muy emocionante. Todo eran puntos verdes en la pantalla. Empecé a llorar y no podía parar. Fue terrible porque había mucha gente de la prensa haciéndome fotos y yo no paraba de llorar”, dice.

El silencio de las víctimas es una de las razones del desconocimiento de este fenómeno. Sin embargo, el número de víctimas aumenta. Solo en México, al menos 9 millones de mujeres fueron víctimas de ciberacoso -un tipo de acoso en el que se incluye la porno venganza entre otro tipo de prácticas- según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía.

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Al contar su caso, Baquedano se dio cuenta de que había muchas otras chicas en su misma situación.

Baquedano fundó Consentimiento Digital A.C., su propia asociación para defender a las víctimas de la porno venganza y para denunciar esta práctica.

A principios de 2019 dio un paso más en la visibilización de su historia al publicar su foto desnuda en sus propias redes sociales.

“Creo que la foto significa algo diferente para mí ahora. Quiero que la gente vea que hubo un momento de mi vida en el que quería matarme para que la gente no viera esa imagen. Para mí aquello valía más que mi propia vida. Y pienso que es un mensaje muy poderoso, sobre todo para chicas y chicos jóvenes. Decidí publicar la foto y la gente reaccionó de una manera maravillosa. Muchas chicas que estaban pasando por lo mismo se sintieron reconfortadas. Demostré que no es para tanto que alguien te vea desnuda. No es algo de vida o muerte”, concluye.

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