Pasaron muchos años hasta que Bertha, quien sobrevivió milagrosamente, descubrió la verdad sobre aquella muerte. Su madre, que apenas tenía 26 cuando se suicidó, pasaba por una larga y profunda depresión.
BBC NEWS MUNDO
Cómo descubrí que mi madre se suicidó saltando de un puente conmigo en brazos cuando yo tenía solo 3 años
Bertha Loaiza tenía solo 3 años cuando su madre saltó con ella en brazos de un puente en San Diego, Estados Unidos. Era el verano de 1985.
Bertha, quien actualmente tiene 37 años, no descubrió hasta los 17 la verdadera historia de su familia. NO USAR / BBC
Ahora, mientras continúa procesando una noticia que cambió su vida, Bertha comparte con BBC Mundo su historia convencida de que es necesario romper el tabú y hablar abiertamente sobre las enfermedades mentales.
Crecí creyendo que mi mamá había fallecido en un accidente automovilístico.
Cuando yo tenía mis citas con el médico para tratar mis secuelas, porque como consecuencia del impacto andaba chueco [torcido] y casi pierdo la vista de un ojo, siempre preguntaba dónde estaba mi mamá.
Mi familia me decía que había muerto y que yo había sobrevivido a ese mismo accidente. Eso era lo que me contaron y nunca vi necesario investigar.
Yo era hija única y mi padre ya estaba separado de mi madre cuando ella falleció. Él estaba igual de joven, así que vio que yo tenía mejores oportunidades de mantenerme si me quedaba con mi familia materna, que es mexicana. Y así quedó.
Crecí con mis abuelos y los hermanos de mi mamá. Realmente, para mí fue una vida normal. Iba a la escuela, tenía mis amistades, las fiestas de cumpleaños, las actividades después de la escuela.. Todo era normal.
Pero nunca vino a la luz que la causa de la muerte de mi madre fue realmente un suicidio.
Cuando tenía 17 años, haciendo limpieza de la casa junto a mi abuela, me encontré una cinta de video VHS que no tenía título.
Lo puse en la tele para ver de qué era, porque a mí me gustaba grabar caricaturas y pensé que quizá era una cinta a la que no escribimos nada.
Entonces vi que era un reportaje de noticias de un canal local de San Diego. Y ahí salgo yo, caminando-bueno, batallando para caminar- en mi escuela de preescolar.
El reportero menciona que la única persona que había sobrevivido a una caída del puente de Coronado estaba hoy más recuperada y que estaba ya caminando mejor.
Pero el video seguía, filmándome a mi caminando, y yo no entendía por qué. Pensé que era un error, que estaban dando un reportaje y se había metido el video del festival de Halloween de mi escuela.
Pensé que era un error, no podía creer que mi historia era esa.
Por lo que me han contado, había varias familias disfrutando del mar ese día y oyeron a gente gritando. En los barcos decían que cayó una mujer, que cayó una bebé… luego veían que sacaban a la mujer del agua, pero a mí no.
Luego ya me cuentan que un barquero me tenía abrazada en una chamarra. Después llegó la ambulancia y nos trasladaron al hospital. Mi mamá murió allá y yo sobreviví.
Soledad y confusión
Es increíble lo solo que se puede sentir uno pese a estar rodeada de tanta familia que te ama y te apoya.
Esa soledad es lo que yo sentí cuando descubrí la verdad, además de confusión. Si antes ya pensaba que no conocía bien a mi madre, ahora menos.
Estuve varios días tratando de procesar lo que había visto en aquel video. A veces pensaba que era un sueño, pero volvía a ver el video y era la misma historia.
A los tres días tuve un convivio con la familia y les dije con mucha pena lo que había encontrado.
Toda mi familia me repitió que no habían sabido cómo decírmelo. Yo les dije que no había problema, que yo no estaba enfadada, pero que estaba muy confundida.
Ellos se ofrecieron a resolverme cualquier duda, pero insistieron en que mi madre me quería mucho y que yo no tenía sentirme culpable por ser parte de esto.
Me dijeron que algún día lo entendería… y ahí es donde estamos ahora.
Creo que mi familia no me lo contó antes para protegerme, para no tener que cargar con esa tristeza cada día, para evitar que tuviera pesadillas.
Y la verdad es que no tengo reclamo ni resentimiento hacia ellos. Creo que todo pasa cuando debe pasar.
Si a los 17 años tuve ese shock, y ahora 20 años después aún cuento la historia y es muy emocionante para mí… imagino que entonces no habría podido aguantar el golpe, siendo tan chica.
El desconocimiento sobre la depresión
Me explicaron que mi mamá estaba muy enferma.
Me hablaron de la depresión que ella estaba pasando y que ya tenía años batallando con eso. Que la mente es complicada y que ella padecía muchos problemas mentales.
Tenía visitas a psiquiatras pero entonces no se conocía tanto como sabemos hoy.
Yo no entendía, no sabía sobre trastornos mentales. No entendía por qué ella tomó su vida y menos qué relación tenia yo, por qué yo estaba involucrada.
Y eso creo que fue lo más confuso para mí.
Entonces pasé por varias fases. Al principio sentía la necesidad de gritarle al mundo que yo sabía la historia, que ya estaba todo bien y que iba a aclarar las cuentas pendientes. Pero no fue así.
Fui a grupos de apoyo y eventos de la comunidad y escuché cómo otros habían perdido a sus seres queridos desde el mismo puente.
Yo les conté cómo había perdido a mi madre. Hasta entonces no sabía la atención que los medios de comunicación le habían dado al caso de mi madre, hasta que vi que la gente me reconocía y recordaba mi historia.
Ahí fue donde empecé a subir las paredes de nuevo a mi alrededor.
Pensé: “No, no, yo me escondo porque me van a hacer preguntas que ni sé responder. Y para evitar volver a hacer pasar a mi familia por tanto dolor o preguntas de extraños… no, mejor me escondo”.
Dejé de participar durante meses en este tipo de reuniones. Aún sabiendo que había sido un suicidio, yo estaba incómoda porque no se hablaba de ello abiertamente, no se aceptaba.
Así que corté eso y pensé que era mejor regresar a la explicación del accidente de carro, porque yo no entendía la depresión.
Era mucho lo que tenía que procesar y aprender.
Aunque realmente no creo que sea algo que se termine nunca de procesar. Por más que hable de esto a diario, al final del día yo tengo que llegar a la casa y aún no tengo a mi madre conmigo.
Esa es mi realidad.
Hablar en alto
Pero entonces llegué a un punto donde hubo un momento de claridad. Vi a gente que iba a estos grupos y hablaba para desahogarse, y entendí que no era la única que sufría de eso.
Cuanto más iba aprendiendo sobre problemas mentales, más a gusto me sentía al hablar y pensar en salir a lo público y contar mi historia, porque creo que tenemos que seguir hablando de esto en alto.
Fue durante los dos últimos años, que salieron más figuras públicas y artistas diciendo que había que romper el tabú sobre el suicidio, cuando di el paso.
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Hoy estoy casada y tengo dos hijos. Trabajando en el centro de citas de San Diego de Kaiser Permanente [una compañía aseguradora y de servicios de salud], veía casi cada día mails sobre lo que la empresa hacía en cuanto a salud mental.
Yo sentía que era casi como mi deber decir que esta era mi historia y que yo quería ayudar.
Me permitieron participar en un proyecto web (encuentraquedecir.org) para informar sobre la depresión y sobre cómo ayudar a quien la tiene. Localmente participo en organizaciones que ayudan a quienes han perdido personas en suicidios… y comparto mi historia cuando me dan oportunidad.
Para mí, es un recordatorio de que sí existe este problema, pero que también se puede prevenir y que hay cosas que podemos hacer.
A todo el mundo le recuerdo lo mismo. Las enfermedades mentales no son culpa de nadie, ni de uno mismo.
La salud mental es igual de importante que la física. Hay que aprender cuáles son los síntomas, y si uno no se siente bien, hay que hablar con alguien de confianza o con el médico.
Pero sobre todo, que no se den por vencidos. No es nada fácil, pero sí se puede superar.
3 preguntas sobre la depresión
¿Qué tan frecuente es esta enfermedad?
El 16% de la población hispana que vive en EE.UU. padece problemas de salud mental, y en concreto el 7% (unos cuatro millones de personas) sufre depresión, según la Encuesta Nacional de Salud Mental 2017-2018.
Sin embargo, “es probable que las cifras no sean completas porque es algo que tenemos callado, pese a ser la condición de salud mental más común junto a la ansiedad”, alerta Luis Sandoval, médico especialista en psiquiatría para adultos que trabaja con Kaiser Permanente.
El experto asegura que solo el 30% de estas personas acude a un médico. “Tener una enfermedad de salud mental a veces tiene consecuencias sociales, y crea una cultura en la que preferimos no hablar mucho para evitar que nos coloquen una etiqueta. Pero es muy importante platicar sobre ello”, dice el médico a BBC Mundo.
¿Cuáles son los síntomas?
“Los momentos de tristeza que todos tenemos son pasajeros. Pero la depresión es una condición de la que sin medicamente o tratamiento no se puede salir”, dice Sandoval.
Como síntomas visibles, el experto menciona que la persona suele estar melancólica, sensible y con ganas de llorar, irritable, con sensación de culpabilidad, con cambios en el apetito, cansada y con dificultades para dormir, sin ganas de salir de la cama y con problemas de concentración.
“Pero sobre todo, pierden el gozo de la vida, se sienten tristes y muy distanciados de la gente, y por eso pueden llegar a un momento en que se sienten muertos por dentro y sin sentido en la vida”.
¿Cómo ayudar a una persona con depresión?
Aunque la solución generalmente pasa por recibir algún tipo de terapia médica o de medicación, hay cosas que podemos decir (y no decir) para ayudar a una persona con depresión.
“Es mejor no decirle ‘yo sé cómo te sientes’ o ‘tienes que ser más fuerte’, como si un problema de salud mental fuera porque estamos débiles de la mente. Si el cuerpo no responde, no importa cuánto propósito hagamos mentalmente”, afirma Sandoval.
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“Hay que preguntarle cómo se siente, cómo quiere que le ayudemos y escuchar sin juzgar. Y aunque temamos hablar sobre suicidio (como si por ello fuéramos a darle esa idea a la persona), realmente le ayudaremos haciéndolo porque verá que puede platicar con alguien, y dejará de pensar que sus sentimientos son tan raros al ver que la otra persona no se alarma”.
“Es peor si tiene esa idea de suicidio y no puede hablarlo con nadie, porque refuerza su idea de soledad y de que su vida no sirve y no le va a hacer falta a nadie. Queremos tener esa conversación para demostrarle que él o ella es importante, que vale mucho para el mundo y que no queremos que se quite la vida”, concluye.