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Cómo es hoy Stonewall Inn, el bar de Nueva York donde ocurrió la revuelta por los derechos gay hace 50 años

El espectáculo de Lova Ladiva es anunciado por los altavoces y esta imponente drag queen, que con tacones y peluca rubia pasa los dos metros de altura, acapara la escena en el bar.

Comienza a mover los brazos envuelta en una capa negra hasta los pies. Abre la boca y asoma un piercing en su lengua. Gira una y otra vez al ritmo de la gran canción disco de Dalida: “Monday, Tuesday… Laissez-moi danser”.

Está rodeada de hombres gay, que aplauden y ríen de pie, su vista clavada en ella. Visten ropa informal, shorts, camisetas, calzado deportivo. Le ofrendan billetes de uno y cinco dólares.

El calor agobia; el lugar está repleto.

Se trata nada menos que del Stonewall Inn, el bar de Nueva York donde hace justo 50 años se inició una revuelta que marcó un antes y después en el movimiento de los derechos gay.

Hoy el sitio en pleno Greenwich Village es una suerte de santuario LGBTQ. Y en víspera del gran aniversario, la fiesta toma ritmo.

“He venido simplemente por orgullo”, dice Konstantin, un holandés de 34 años que trabaja en la industria de la moda y aguarda su trago en la barra. “Se trata de historia”.

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El Stonewall Inn es un lugar relativamente pequeño para su enorme fama: mide unos 20 metros de largo y 10 de ancho.

La planta baja es una taberna de paredes revestidas de madera lustrada, donde cuelgan cuadros con fotos en blanco y negro de la revuelta del 28 de junio de 1969 y la primera marcha del Orgullo que ocurrió en Nueva York un año después para conmemorarla.

Aquella noche 50 años atrás, la policía realizó una redada en el bar, que era manejado por la mafia y frecuentado por lesbianas, hombres gay, transexuales, travestis y jóvenes sin techo que fueron sacados a la calle.

Pero en vez de huir como otras veces, la clientela se concentró y comenzó a lanzar objetos contra la policía, que tuvo que replegarse dentro del bar y pedir refuerzos.

La revuelta cobró fuerza con cientos de personas que se sumaron y se extendió durante días.

El bar cerró tiempo después. En su lugar funcionó desde un restaurante chino hasta una tienda de bagels. En la década de 1990 fue renovado como discoteca. Y en 2007 reabrió como el Stonewall Inn.

“La estructura es la misma, fue preservada como un recuerdo de lo que ocurrió”, señala Terry Rohnke, de 72 años, sentado en una silla de ruedas contra una barra del bar.

Agrega que vive a la vuelta de la esquina y frecuenta el lugar desde la revuelta. Pero lamenta: “La gente joven no sabe nada sobre historia gay”.

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El bar dejó de ser deslucido y oscuro como en el pasado. Ahora es un sitio de atracción de turistas con decenas de banderas arcoíris que cuelgan del techo.

Y cuando preguntan desde el micrófono las nacionalidades presentes, se escuchan varios países latinos: ¡México! ¡Chile! ¡Colombia!

La propia Lova Ladiva es francesa y ha llegado para representar a su país en el desfile de Orgullo que se celebrará este viernes en Manhattan, al que asistirán multitudes.

“Acá hay mucha más seguridad”, compara respecto a Francia o Ibiza.

Dentro del bar predominan los hombres blancos, algo que era una característica del lugar en los días de la revuelta, según el historiador David Carter, autor del libro “Stonewall: los disturbios que desataron la revolución gay”.

“La mayoría en ese bar definitivamente siempre fue blanca”, dice Carter a BBC Mundo.

Pero en el primer piso del bar, donde hay más espacio para bailar y otra barra de bebidas, Jervonne Singletary comenta que “la historia del orgullo gay ha sido blanqueada”.

A juicio de esta afroestadounidense de 36 años, las personas transgénero y drag queens de color “han sido olvidadas en muchas conversaciones sobre el orgullo”.

Bebiendo un trago junto a ella está Mariuxi Farias, una ecuatoriana de 40 años que vive en la ciudad y dice visitar el bar cinco o seis veces por año.

“Hoy todos están más contentos y entusiastas debido al aniversario”, compara Farias. “Normalmente este es un lugar más íntimo y tranquilo”.

La conversación animada de pronto es interrumpida por hombres que traen cajas y anuncian que hay que abandonar el primer piso para un “evento privado”.

En la planta baja la fiesta aún crece. Dos hombres se besan en un rincón. Otros en el escenario se desvisten en un sorteo peculiar hasta quedar en ropa interior. Y otros dos portan uniformes blancos de capitán de barco.

En la puerta del lado de afuera está Jacqueline Dupree, una drag queen que suele animar las noches en el Stonewall Inn con espectáculos de canto. Dice que en el pasado jugó en una liga de fútbol americano. Ahora luce un vestido gris minifalda.

Posa para fotos de turistas y curiosos. Saluda a los hombres que suben cajas. Y comenta que el evento especial en el primer piso es de “policías de civil”. Otra señal de que muchas cosas han cambiado 50 años después en el Stonewall Inn.

 

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