Así nos lo presenta en su nuevo ensayo, “La cruel pedagogía del virus”, en el que dice que la pandemia de covid-19 es la forma en el que nuestro planeta nos está diciendo basta. ¿Aprenderemos? Ese es el gran interrogante ahora.
BBC NEWS MUNDO
“El coronavirus es un pedagogo cruel porque la única manera que tiene de enseñarnos es matando”: entrevista con Boaventura de Sousa Santos
Considerado uno de los grandes referentes entre los pensadores de izquierda, el sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos cree que el nuevo coronavirus es un gran pedagogo, eso sí, uno cruel.
Descrito como el "sociólogo de la antiglobalización", Boaventura de Sousa Santos es uno de los principales impulsores del Foro Social Mundial. (Foto Prensa Libre: Scarlett Rocha)
Boaventura de Sousa Santos es director emérito del centro de Estudios Sociales de la Universidad de Coimbra, en Portugal; investigador distinguido de la facultad de Derecho de la Universidad de Wisconsin-Madison, en Estados Unidos.
Descrito como el “sociólogo de la antiglobalización”, es uno de los principales impulsores del Foro Social Mundial.
En su nuevo trabajo, el sociólogo reflexiona sobre todas las lecciones que nos está dejando este virus, que ha evidenciado las desigualdades de nuestra sociedad, de nuestro modelo de desarrollo, con el que Santos es muy crítico.
Un virus capaz de infectar a cualquiera, sí, pero que se ha cebado con los más vulnerables, con los pobres.
“El 30% de la población mundial tiene falta de agua”, dice. “¿Cómo van a lavarse las manos? La poca agua que tienen la necesitan para comer y beber”.
Lo que sigue es una síntesis de la conversación telefónica de BBC Mundo con Boaventura de Sousa Santos.
Desde varias esferas se ha usado una retórica belicista y se ha calificado este virus como un enemigo. Usted se refiere a él como un pedagogo cruel. ¿Cuál es la pedagogía de este virus?
Es virus es un pedagogo en el sentido de que nos está dando varias lecciones. El problema es saber si nosotros las vamos a escuchar y las vamos a aprender.
Es cruel porque la única manera que el virus tiene de enseñarnos es matando, matando a inocentes, y lo hace por miles y miles.
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¿Qué nos está tratando de enseñar?
El virus es un pedagogo que nos está enseñando que la Madre Tierra no está satisfecha con el modelo de desarrollo que tenemos. Nosotros somos una parte muy pequeñita, ínfima, de la vida del planeta.
Solo representamos un 0,01% de la vida en el planeta, pero a pesar de eso nos disponemos a intentar destruir el resto de la vida.
Entonces la naturaleza se defiende, y nos está diciendo “así no, si siguen así, va a haber más pandemias”.
Estamos desbaratando los bosques, contaminando el agua, minería a cielo abierto expulsando indígenas, campesinos… para una explotación de los recursos naturales sin límites… con un calentamiento global tremendo…
Y todo eso está desestabilizando los hábitats de los animales silvestres, y por eso vamos a tener más pandemias.
Otra cosa que está haciendo este virus es ponernos a pensar más sobre la capacidad del Estado. ¿Hay otra lección ahí?
En los últimos 40 años nos han dicho que el Estado es ineficiente, es corrupto, y que lo bueno son los mercados, que el mercado es el mejor regulador de la vida social.
Pero viene una pandemia, y nadie pregunta por los mercados. Nadie pide al mercado que los salve, que los proteja, se lo piden al Estado.
Esa es una lección muy fuerte, y si de verdad la vamos a aprender, entonces tenemos que reinvertir en educación, en salud, transportes e infraestructura que no tenemos.
En muchos países se ha privatizado la salud, en Estados Unidos, por ejemplo, ni siquiera existe un sistema público de salud. Me parece que esta es una enseñanza muy fuerte.
Otra lección es que me parece ha habido gobiernos, algunos de derecha o de extrema derecha, que se han revelado muy incompetentes para proteger la vida de la gente. Hablo de Inglaterra, de Estados Unidos, de Brasil, de India, y de otros países.
Son países cuyos gobiernos han creado una ecuación fatal entre la economía y la vida, y han dicho que la economía es más importante que la vida, y por eso se han resistido a ordenar confinamientos, han descuidado la gravedad de la pandemia, se han retrasado y ese retraso se ha traducido en miles de muertos.
El caso de Inglaterra es paradigmático. El señor Boris Johnson quería privatizar el Servicio Nacional de Salud, y después ese Servicio Nacional de Salud fue el que lo salvó. Esa es otra enseñanza: la vida es más importante que la economía.
Otra lección muy importante es que el virus también nos ha mostrado que, al contrario de lo que muchos piensan, no es democrático para nada.
Es caótico, por supuesto. Entra e infecta a gente de todas las clases, es verdad, pero ¿a quién mata? Mata a los que ya son vulnerables, los pobres, los que no tienen acceso a la salud.
En ese sentido, como diría (Eduardo) Galeano, el virus muestra “las venas abiertas” del mundo.
Usted dice que como modelo social, el capitalismo no tiene futuro. ¿Qué escenarios nos deja esta pandemia sobre la mesa? ¿Cuáles son las alternativas?
La alternativa es empezar realmente por una transición que va a ser larga, no se puede cambiar la sociedad de un día para otro, sería una ruptura, una revolución, no estamos en tiempos de revoluciones muy radicales.
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Lo primero es la matriz energética, que habría que cambiar rápidamente, es decir, ir a energías renovables.
En segundo lugar, las estrategias de consumo tienen que ser alteradas, particularmente la alimentación.
No tiene sentido que los países tengan que importar alimentos cuando los pueden producir dentro de sus fronteras. Llamamos a eso soberanía alimentaria y es fundamental porque si hay una crisis, una pandemia, y un país depende de la agricultura de otro país, eso puede significar hambre, y eso ha pasado.
Ha pasado ahora, por ejemplo -un caso que conozco bien- entre Mozambique y Sudáfrica. Mozambique depende de los productos agrícolas procedentes de Sudáfrica y cuando se cerró la frontera se creó una crisis.
Y tenemos que empezar por una lógica de bien común. Hay productos que son un bien común y no deberían ser privatizados nunca. El agua por ejemplo, es un bien común que no debería ser privatizado.
Lo hemos visto en esta pandemia con una brutal crueldad. Por un lado, la Organización Mundial de la Salud (OMS) dice que la gente debe lavarse las manos, por otro, la gente se quedó sin empleo, y no podían pagar las facturas, entonces, las compañías cierran el agua.
En algunos países, en Centroamérica por ejemplo, los gobiernos tuvieron que suspender los cortes de agua por impago.
¿Está la globalización en tela de juicio? ¿Habrá un cambio de paradigma?
Puede, no creo que sea un cambio radical, pero muchos países están pensando realmente que hay que repensar la parte industrial, para que bienes esenciales estén disponibles en el país y no sean dependientes, como se ha visto, de China.
No tiene sentido que el país más poderoso del mundo, que es Estados Unidos, no produzca guantes, mascarillas, ventiladores… cosas esenciales. Tenemos que relocalizar alguna industria de bienes esenciales.
La pandemia impuso cambios drásticos en nuestras vidas. En algunos países se decretaron cuarentenas severas. Las calles estaban vacías. ¿Cree que las sociedades están preparadas para vivir de otra manera, para una alternativa a esa vida de consumo constante?
Preparadas no están, pero lo importante es saber que somos capaces. Somos capaces de no ir al supermercado a todas horas, ni pasar el fin de semana en el centro comercial. Somos capaces, pero porque hemos sido forzados.
Lo importante es que la posibilidad existe, que hay alternativa para que la gente pueda cuidar de sus hijos, quedarse más en casa, consumir menos… pero porque las personas han sido forzadas de una manera cruel.
Ahora creo que deberíamos ver una pedagogía en eso, porque este modelo de desarrollo y consumo que tenemos nos traerá otras pandemias.
Vamos a entrar en un período al que llamo la pandemia intermitente, es decir, salimos a la calle, vamos a los bares, durante unos meses; después viene el invierno, las cosas empeoran… porque no sabemos cuándo vamos a tener una vacuna y además porque obviamente pueden surgir otros virus, quizás más mortíferos.
Es realmente mediante una acción política y una acción educativa que la gente debería prepararse de otra manera.
Nuestros productos están hechos para que duren poco tiempo. Un reloj podría durar toda la vida, pero la gente cambia de reloj según el color de la ropa. Esto, que llamamos la obsolescencia de los productos, es programada para que duren muy poco y gastar más recursos naturales.
Antes mencionó la recomendación de la OMS sobre lavarse las manos. Algo que hemos visto, y que usted señala en su ensayo, es que instituciones globales, como la OMS, hicieron recomendaciones que en realidad solo podían seguir una parte pequeña de la población. ¿Cree que estas instituciones de la gobernanza global están alejadas de las sociedades?
Lo están, porque son instituciones que realmente no reflejan la realidad, porque están especializadas.
La OMS no trata sobre la desigualdad, ese es otro departamento de la ONU y por eso hace las recomendaciones, pero no se preocupa de si la gente tiene la posibilidad de lavarse las manos.
Sabemos que el 30% de la población mundial tiene falta de agua, y de agua potable todavía más, y que para 2050 la mitad de la población no va a tener agua potable. Mucha gente, la poca agua que tiene, es para beber y cocinar, no para lavarse las manos.
Por otro lado, la distancia física y sanitaria… ¿cómo? Si vives en villas miseria, en barriadas, en favelas donde en el mismo departamento tienes 10 o 15 personas.
¿Cómo pueden teletrabajar los uberizados que te entregan la comida? Yo puedo protegerme teletrabajando, pero alguien me va a traer la comida, y esa persona no está protegida.
Esto no puede seguir por este camino de vulnerabilidad.
¿Y cuál cree que es el papel de los intelectuales en este escenario de crisis y en el de la postcrisis?
Los intelectuales tienen que acompañar mucho las aspiraciones de la gente y trabajar no solamente en el medio universitario, sino en las comunidades.
Yo trabajo mucho en las barriadas de Colombia, de México, de Argentina, de Brasil, etc., con la gente, para aprender con ellos. No podemos ir con teorías de vanguardia diciendo que vamos a cambiarlo todo de un día para otro, porque no me parece que sea posible.
Creo que hay que ir despacio y tendremos que ser pedagogos de esta alternativa.
Yo aprendo más con los indígenas que con otros. En términos ecológicos, quienes me han enseñado lo que sí fueron los indígenas, y los campesinos. Son ellos los que saben cuidar a la Madre Tierra y ser un vocero.
Creo que los intelectuales deberían ser voceros de mucha voz silenciada en el mundo y que son voces de futuro, no son voces del pasado.
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