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El llamativo auge de la brujería pagana en Estados Unidos (y su singular conexión con el activismo político de los “millennials”)

¿Dirías abiertamente que profesas la brujería como religión?

Puede sonar extraño, pero en Estados Unidos son cada vez más las personas que lo hacen.

La brujería, el paganismo y el ocultismo multiplican su número de adeptos, en una tendencia que los expertos asocian directamente con el momento político que se vive en ese país.

¿Qué está pasando?

Paganos del siglo XXI

Tradicionalmente se asocia la brujería con pócimas mágicas, marmitas en ebullición o extravagantes rituales.

La palabra bruja -no tanto su equivalente masculino, brujo- nos hace pensar en una figura encogida, de negros ropajes y con gesto sospechoso que llama a la desconfianza.

Pero la brujería es un concepto mucho más complejo y su presencia en el mundo moderno está más extendida de lo que en un principio podríamos pensar.

“La brujería tiene raíces en costumbres del folclore tradicional que incluso se ven en la fe católica”, le dice a BBC Mundo Tara Isabella Burton, teóloga estadounidense autora de Strange Rites: New Religions for a Godless World(“Ritos extraños: nuevas religiones para un mundo sin dios”).

“Lo que es novedoso es cómo está surgiendo entre los millennials una suerte de manifestación pública espiritual asociada a la brujería y la magia”, añade.

“Más que hacer algo calladamente en su casa o en el seno de una comunidad, lo comparten en redes y forma parte de su identidad pública y política“.

Un ascenso notable

Según un estudio del instituto de investigación estadounidense Pew, la “wicca” -una religión neopagana vinculada con la brujería- y otras creencias relacionadas con la magia son los credos que más han crecido en EE.UU. en los últimos 30 años.

Los datos recabados por el Pew indican que en 1990 unas 8.000 personas se identificaban como fieles de la brujería pagana. En el año 2000, eran ya 134.000 y en 2014 superaban el millón.

El escritor estadounidense David Salisbury, practicante de magia y brujería y autor de Witchcraft Activism: A Toolkit for Magical Resistance (“Activismo de brujería: kit de herramientas para la resistencia mágica”), piensa que estos números reflejan un momento de cambio en EE.UU.

“La llamada religión tradicional o el monoteísmo ya no encajan en el paisaje actual”, le dice Salisbury a BBC Mundo.

“La wicca siempre ha estado por delante, siempre ha recibido a los marginados y creo que a la gente le atrae eso”.

Qué es la “wicca”

Dentro del concepto global de brujería y paganismo, se encuentra la “wicca”, una religión muy específica fundada por el británico Gerald Gardner en los años 50 en un intento de recuperar antiguas prácticas paganas de los celtas.

El término tiene su origen en la palabra inglesa de la Edad Media wicche que derivó en el actual witch.

De naturaleza descentralizada, la wicca tiene una estrella de cinco puntas como símbolo, y sus seguidores, los “wiccanos”, son considerados brujos que realizan pequeños rituales y hechizos para, según dicen, mejorar su vida y la del mundo.

Sus fieles adoran a un Gran Espíritu que no es masculino ni femenino y se rigen por los ciclos que marcan las fases lunares y solares.

Entre sus principios más arraigados están la conexión con la tierra y la naturaleza y su creencia en el poder de la magia blanca para lograr cambios positivos.

Su línea de pensamiento se resume en el lema “mientras no hagas daño, haz lo que te diga tu corazón” y se define como una religión no dogmática, incluyente y no proselitista.

Un camino personal

Los seguidores de la brujería pagana llegan a ella por distintos motivos.

Para algunos, como David Salisbury, se trata de encontrar un lugar donde sentirse aceptado.

Sus primeros contactos con la brujería se produjeron cuando apenas tenía 11 años, y ahora la magia impregna todas las facetas de su vida.

“Siempre me sentí diferente”, cuenta Salisbury. “La brujería atrae a ese tipo de personas, gente que está fuera del sistema, que es un poco diferente por cualquier razón”.

El autor explica que a lo largo de la historia la magia y la brujería han acogido a aquellos que se sentían rechazados por su comunidad.

“Ya antiguamente los miembros de una comunidad no querían admitir que necesitaban un brujo, pero si sus hijos enfermaban o alguien les robaba y no tenían recursos legales o ayuda de las autoridades acudían al brujo para que les ayudara con sus problemas”, relata.

“Por eso creo que para mí la brujería fue atractiva, porque me acogió en una tradición y un sistema en el que puedo hablar con personas que tienen intereses y objetivos similares a los míos.

“Tenemos el mismo objetivo de ayudar a nuestra comunidad, de ayudarnos entre nosotros y también de ayudarnos a nosotros mismos.

“La brujería se trata de hablar con lo divino directamente en lugar de tener un intermediario, como un pastor o un sacerdote. Les hablas a los dioses y a los espíritus de la naturaleza. Eso explica en parte por qué es tan atractiva para muchas personas, especialmente para mí”.

Voces críticas

Precisamente ese carácter acogedor y de incluir a quien se siente diferente despierta recelo entre algunos sectores, que consideran que estas religiones “de moda” se aprovechan de la vulnerabilidad de las personas.

Advierten así contra posibles engaños por parte de personas que, presentándose como brujas de magia blanca, lo que intentan es cometer un fraude.

Desde la ciencia también aflora el escepticismo.

El escritor estadounidense Michael Schermer, especializado en temas científicos, es autor del libro Why People Believe Weird Things: Pseudoscience, Superstition, and Other Confusions of Our Time (“Por qué la gente cree cosas raras: pseudociencia, superstición y otras confusiones de nuestro tiempo”).

Schermer, que confiesa que fue seguidor del misticismo de la New Age de los años 70, regresó posteriormente al deísmo, una doctrina teológica que afirma la existencia de un dios personal, creador del universo y primera causa del mundo, pero niega la providencia divina y la religión revelada.

“Las verdades místicas, por naturaleza, deben ser exclusivamente personales y no pueden tener validación externa”, dice Schermer.

“La lectura de las hojas de té y la astrología y el Budismo y la magia… todo es igual de sensato o insensato si se juzga por la ausencia de pruebas. Esto no pretende denigrar ninguna fe, solo hacer notar la imposibilidad de verificar su validez”, escribe.

Activismo social y espiritual

Hay quien se acerca al ocultismo, el paganismo o la brujería como una forma más de activismo social.

De hecho, el incremento más pronunciado de seguidores de brujería en EE.UU. se dio a partir de 2016, año en que Donald Trump ganó las elecciones presidenciales en ese país.

No en vano uno de los eslóganes más populares en las marchas de mujeres que se organizaron desde la llegada de Trump a la Casa Blanca decía: “Somos las nietas de las brujas que ustedes no consiguieron quemar”.

“Cuando ves los actos que se organizaron para detener mediante hechizos mágicos el nombramiento del juez Brett Kavanaugh a la Corte Suprema (sin éxito), te das cuenta de que son acciones que se producen en círculos dirigidos a causas políticas progresistas y de justicia social”, explica Burton.

Algo que conoce bien Salisbury que, junto a sus otras actividades, es uno de los líderes de The Firefly House, una rama de la “wicca” con sede en Washington DC desde la que se hace trabajo espiritual político relacionado con hechos de actualidad,

Esta implicación en lo político le ha causado al grupo algunas fricciones con organizaciones conservadoras como la Asociación Nacional del Rifle, pero en general, cuenta Salisbury, pueden hacer su trabajo tranquilos.

“Creo que la mayoría de las personas, sean o no brujas, entienden lo que hacemos. Tomamos nuestra experiencia religiosa y la convertimos en acciones reales. Eso es algo con lo que la mayoría de la gente se puede identificar”.

Al fin y al cabo, como señala el periodista David Brooks en una columna de opinión en The New York Times, quizá este resurgir de la magia y la brujería no sea más que el retrato de una época de transición y desilusión en la que muchas personas buscan caminos alternativos para resolver las necesidades más grandes de su tiempo.

 

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