A algunos de esos hombres los conocía su padre. A otros no.
BBC NEWS MUNDO
“Me vendieron para ser violada por los amigos de mis padres”
Durante dos años, cada fin de semana, un grupo de hombres venía a su casa para violarla.
Eso le contó la niña de 12 años a un grupo de consejeros terapéuticos. Según cuenta, todo comenzó cuando su padre invitó a unos amigos a tomar algo.
Para cuando estaban pasados de copas, comenzaron a tocarla frente a sus padres. Algunas veces, recuerda, los hombres desaparecían en el cuarto con su madre.
Hasta que un día, su padre la puso en el cuarto con uno de sus amigos y cerró la puerta desde fuera. El hombre la violó.
Su infancia pronto se convirtió en una pesadilla. Su padre reservaba turnos a otros hombres para que lo pasaran con su hija y a cambio recibía dinero.
Los consejeros terapéuticos anotaron que la niña fue violada al menos por 30 individuos distintos.
El pasado 20 de septiembre, después de que sus profesores lanzaron una alerta sobre el caso, los funcionarios de bienestar infantil rescataron a la menor y se la llevaron a un refugio.
Un examen médico confirmó que la niña había sido violada.
Cuatro hombres, incluido su padre, fueron arrestados y
acusados de los delitos de violación, abuso sexual y uso de menores para la explotación sexual. A todos se les negó la opción de pagar una fianza para salir de la cárcel.
Las autoridades están buscando a otros cinco hombres, también amigos del padre de la víctima, quienes también están acusados de violar y abusar sexualmente de ella.
Los investigadores tienen una lista de nombres y fotografías de al menos 25 conocidos por la familia y que le fueron presentados a la niña para que los identificara.
“No recuerdo las caras. Todo está muy borroso”, respondió.
Colinas exhuberantes
La familia vive en una próspera ciudad en el sur de India, conocida por sus colinas exuberantes, aire diáfano y aguas frescas. Pero la buena fortuna de su pueblo parece haberse pasado por alto a su familia.
Ese día de septiembre, los directivos de la escuela recibieron el testimonio de dos maestros que vivían en el mismo barrio que la niña.
“Hay algo que no está bien en esa familia. Y algo muy grave está pasando en esa casa”, dijeron los maestros.
Las autoridades del colegio convocaron a una consejera. Y a la mañana siguiente, la mujer llegó a la escuela.
Se sentó con la niña en un salón del colegio. En el mismo edificio, la madre de la menor, que no sabía lo que estaba pasando, estaba en una típica reunión de padres y maestros.
“Cuéntame sobre tu familia y tu vida”, preguntó la consejera a la niña.
Hablaron durante cuatro horas.
La niña señaló que estaban pasando dificultades en casa debido a que su padre estaba sin trabajo, dijo que la familia se arriesgaba a ser desahuciada por no pagar el alquiler y después comenzó a llorar.
Luego se quedó en silencio. Entonces la consejera le contó sobre las clases de género en la escuela y cómo el abuso a menores era más frecuente de lo que se pensaba.
“También ocurre que mi papá abusa de mi mamá”, dijo la niña.
Entonces la consejera le pidió más detalles.
Ella narró que una vez había sido abusada por un hombre que había venido a ver a su madre. Su madre le había advertido al hombre que no lo hiciera. Pero después vinieron muchos otros por su madre cuando ella estaba en el colegio.
Cada día llegaban más a la casa. Y después de beber en abundancia, comenzaban a abusar sexualmente de ella.
La consejera le preguntó si sabía algo sobre métodos anticonceptivos que le ayudaran a evitar embarazos y protegerse de enfermedades.
“No, no, usamos condones”, dijo la menor.
Esa fue la primera vez, en la mitad de la larga conversación, en que reconoció que había tenido relaciones sexuales.
Y luego se abrió con un relato sobrecogedor sobre su niñez perdida.
“Los hombres venían y se metían a mi madre al cuarto. Yo pensé que eso era algo normal. Una vez, mi padre me metió al cuarto con otros hombres”, relató.
Algunas veces su padre la forzaba para que se tomara fotos desnuda de ella misma, para enviárselas a los hombres que la visitaban.
A comienzos de este año, sus padres entraron en pánico después de que tuvo un retraso de tres meses en su período. Entonces la llevaron a un médico, quien ordenó un ultrasonido y le recetó algunas medicinas.
Refugio
A esa altura de la conversación, la consejera estaba convencida de que la pequeña era víctima de violación serial, entonces llamó a las autoridades de bienestar infantil y solicitó que fuera llevada a un albergue.
Cuando la madre salió de la reunión con los maestros, vio cómo trasladaban a su hija en un auto.
“¿Cómo pueden llevarse a mi hija?”, gritó.
La consejera le dijo que se la estaban llevando porque tenía “algunos problemas emocionales” y necesitaba terapia.
“¿Quién es usted para aconsejar a mi hija sin mi permiso?”, dijo.
La niña ya iba rumbo al refugio. Durante los últimos meses, ha estado viviendo allí con otras niñas, todas víctimas de abuso sexual.
India carga con un triste récord en materia de abusos sexuales a menores. La mayoría de los abusos son cometidos por personas que conocen a la víctima, como familiares, vecinos y empleados, de acuerdo a los registros oficiales.
En 2017, el año más reciente del que existen datos confiables, se presentaron 10.221 violaciones a menores en el país. Los delitos en contra de niños y niñas han aumentado de manera sostenida en los últimos años.
Los consejeros que tratan estos temas en India señalan que tristemente no son casos aislados. En el albergue donde vive la niña protagonista de esta historia hay otras tres de entre 12 y 16 años que fueron abusadas sexualmente por su padre.
Una consejera contó que había ayudado a transportar a una niña embarazada de 15 años -que había sido violada por su padre- para que fuera examinada.
“Cuando le dijimos que diera en adopción al niño una vez naciera, ella replicó: ‘¿Por qué tengo que entregar a mi hijo? Este es el hijo de mi padre. Yo me voy a quedar con el bebé‘”, recordó la consejera.
En el albergue, los primeros días la niña durmió por largos períodos. Después comenzó a escribir notas sobre lo mucho que quería a su amma (madre).
La madre se defendió diciendo que su hija “había inventado la historia (de abuso) porque había peleado con sus padres y quería darles una lección”.
Y agregó que hubo tiempos mejores en la familia, cuando su esposo lograba que le pagaran 1.000 rupias (US$14) por día en su trabajo.
Ahora es la única ocupante de una casa vacía: su esposo en prisión en espera de juicio, su hija en un refugio.
“Soy una madre cariñosa. Ella me necesita”, dijo la mujer, en diálogo con la BBC.
La pintura se está despegando de las paredes sucias. En su ausencia, las paredes son el lugar donde viven los recuerdos de su hija. “Dibujaba y garabateaba en ellas. Eso era todo lo que hacía”, dijo su madre.
“Amigos, si pudiera expresar abiertamente mis sentimientos más íntimos, sería un logro en sí mismo”, había escrito la niña en un papel que después pegó sobre una puerta.
Hace unos meses, madre e hija habían tenido una pelea.
Cuando la niña regresó de la escuela, tomó un pastel azul, dibujó una palmera y una casa con una chimenea que arrojaba humo en la puerta principal. Era lo que muchas chicas de su edad sacarían de la imaginación.
Luego escribió una nota de disculpa apresuradamente en la puerta y salió.
“Lo siento, amma”, escribió.