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Mi hijo, el extremista: el desgarrador testimonio de una madre que perdió a su hijo tras ser reclutado por Estado Islámico

Si el 1 de junio de 2015 hubiera sido un día normal para Rasheed Salah Benyahia, habría salido de la casa familiar antes que nadie para tomar el autobús.

Nicola Benyahia quiere prevenir a otras familias para que no pasen por lo mismo que ella.

Nicola Benyahia quiere prevenir a otras familias para que no pasen por lo mismo que ella.

Así lo hacía a diario, como el aprendiz de ingeniero que era. Pero no era un día común para este joven de 19 años y no iba como de costumbre camino a Birmingham, la ciudad del centro de Inglaterra en la que trabajaba.

Ese día Benyahia cruzaba uno de los territorios más militarizados del mundo: la zona de amortiguamiento entre Siria y Turquía.

Atrás quedaba, borrándose ya de su memoria, una vida familiar normal y feliz. Un mundo de relativa paz.

En Siria le esperaba el mundo de la guerra; un mundo del que, como combatiente extranjero del autodenominado Estado Islámico, no regresaría jamás.

Abierta ante la fe

Rasheed Salah Benyahia nació el 26 de abril de 1996 en una familia con cinco hijos.

Su madre, Nicola, creció en el norte de Gales.

No había tenido una infancia fácil y de adulta halló la paz al convertirse al islam. Después se casaría con un hombre argelino del que tomaría el apellido y con el que se instalaría en Birmingham.

“El islam es parte del día a día”, cuenta hoy Nicola Benyahia. “Rezamos y ayunamos, pero tampoco tanto”, continúa.

“Mi familia no es musulmana y yo tengo un vínculo muy fuerte con mis hijos. Solía ser muy liberal y abierta sobre la fe. Porque se trata de convivir. Así que les hablaba de que mi familia no es musulmana”, recuerda.

“Me parecía importante que se dieran cuenta que, aunque formaban parte de la comunidad musulmana, vivían junto a otros que no eran musulmanes”, agrega.

Primeros cambios

En ese ambiente creció Rasheed Benyahia, un niño lleno de energía para el que el fútbol y el karate no eran suficientes.

Se aficionó a las acrobacias urbanas. “Era un niño al que le gustaba correr riesgos”, cuenta su madre.

También era buen estudiante, aunque de un año a otro dejó las aulas para convertirse en aprendiz de ingeniero eléctrico.

En ese tiempo pasó por varios estilos de vestuario y un día, en 2014, le pidió a su madre que le acortara unos pantalones, señal de que empezaba a practicar la religión de otra forma (entre algunos musulmanes existe la creencia de que los pantalones se deben llevar por encima de los tobillos).

Fue entonces cuando comenzó el cambio.

“Como conversa, no tengo tradición. Soy muy occidental, como lo son también mis hijos. Crecimos aquí”, cuenta su madre.

“Pero sabía que algo estaba cambiando en él”, reconoce.

“Mi marido y yo estábamos pasando una época difícil (…) y creo que eso le afectó mucho a Rasheed”.

Así, lo vio apartarse de la vida familiar y volverse introvertido.

“Algo cambió en él”

Aquél año la familia se fue de vacaciones a Turquía. Los diarios estaban llenos de titulares sobre la guerra civil de Siria.

Pero aquel verano el foco de atención se centró en un hombre de aspecto austero, vestido de negro: Abu Bakr al Baghdadi, el auto proclamado líder o califa de Estado Islámico.

Ante sus discursos, la cantidad de combatientes extranjeros dispuestos a unirse a la yihad en Siria se multiplicó.

Algunos musulmanes, especialmente jóvenes, comenzaron a preguntarse si Al Baghdadi tenía legitimidad algunas para liderar a los fieles.

Rasheed Benyahia era uno de los que buscaban respuestas y se interesó en el supuesto nacimiento de Estado Islámico.

“Algo se encendió dentro de él”, recuerda su madre.

Su padre le advirtió que anduviera con cuidado, que eran muchos los grupos que habían reivindicado que representaban a los musulmanes sin que eso fuera cierto.

Pero Benyahia le respondía que decenas de inocentes estaban siendo sacrificados en Siria y que alguien tenía que hacer algo.

“Sentí su agitación”, dice Nicola Benyahia.

Un regalo inesperado

Pero a los pocos meses, para principios del nuevo año, su actitud volvió a cambiar.

“De repente no tenía una opinión sobre nada”, recuerda su madre. “Se lo conté a mi marido y nos dijimos que aquella fase había terminado. Nos sentimos aliviados”.

Fue en esa época cuando le hizo aquel regalo tan imprevisto a Nicola: un collar de diamantes.

Lo compró con el dinero que había ahorrado gracias a su trabajo de aprendiz y se lo dejó con una nota: “Para mamá. No importa cuánto oro y piedras preciosas hayan utilizado. Nada es suficiente para decirte lo preciada que eres para mí”.

Y el viernes 29 de mayo de 2015, el joven desapareció.

Primera búsqueda

Sus padres preguntaron por su paradero a los amigos de su hijo, pero les dijeron que no lo habían visto. Tampoco lo encontraron en hospitales. La policía les insistió que no se preocuparan, que regresaría.

Pasaron el sábado y el domingo sin noticias. Para el lunes todos tenían una teoría sobre lo que le había pasado y nadie podía dormir.

Después de tres días, Nicola Benyahia recibió el primer mensaje de su hijo

Decía: “Estoy a salvo y en buenas manos. Por favor, no se preocupen por mí y perdónenme. Estaré sin teléfono por 30 días. Sepan que no haría pasar por esto a nadie si no supiera de la recompensa. Le pido a Alá que los proteja y los recompense con el paraíso. Por favor, no se preocupen. Los quiero más que nunca y les pido perdón de nuevo”.

Cuando la madre le escribió pidiendo explicaciones, ya no obtuvo respuesta y la conexión se perdió.

Ella había oído historias de jóvenes que habían desaparecido de Birmingham para vivir las fantasías de sus videojuegos en un campo de batalla del desierto.

Nicola Benyahia sabía que su hijo estaba en Siria.

Historia conocida

La familia decidió volver a la policía y esta vez se entrevistaron con agentes de la unidad antiterrorismo de West Midlands, la región a la que pertenece Birmingham.

Cuando la familia Benyahia empezó a explicar lo que había sucedido, los funcionarios supieron instintivamente el camino que había tomado Rasheed.

Desapareció un día en que tenía la certeza de que, por algunas horas, su ausencia no iba despertar sospechas. De esa manera, ganaba tiempo para llegar a Turquía.

Cruzó la frontera, seguramente con ayuda de traficantes de personas de EI, y se le permitió contactar a su familia para informarles que había llegado bien.

Después habría sido internado en un campamento de entrenamiento militar y adoctrinamiento.

Y seguramente le quitaron el teléfono tan pronto como Nicola intentó entender lo que estaba pasando.

Primeras pistas

Cerca de una decena de agentes llegaron a la casa de la familia para buscar pistas entre papeles, cajones, camas y armarios.

“Les dije: agarren lo que necesiten. Me tenían que ayudar a encontrar a mi hijo”, cuenta Nicola.

“Su cuarto estaba casi intacto. La ropa sucia todavía estaba en el piso. Su cepillo de dientes estaba ahí. Lo único que no estaba eran los pantalones que usaba para trabajar”.

Mientras tanto, los Benyahia escarbaban sus cerebros en busca de claves.

Pasaron semanas antes de que las primeras piezas reales del rompecabezas empezaran a encajar.

La familia encontró una nota escrita por Rasheed enterrada entre papeles.

En ella, el joven contemplaba su propia muerte. Nadie sabe cuándo la había escrito o si quería que la encontraran.

Pero a la policía le estaba costando encontrar más claves en el caso de Rasheed.

Para empezar, el joven había sacado el disco duro de su computadora, una huella digital muy importante en estos casos.

Viaje secreto

La cadena de situaciones que acaecieron en los 12 meses previos a su desaparición de Rasheed empezó a emerger en la mente de Nicola.

Semanas antes de su partida, hubo tensión en la familia después de que se supiera que Rasheed había estado planeando secretamente una peregrinación a Arabia Saudita.

Sus padres lo persuadieron de cancelarlo. Pero ¿fue ese viaje un montaje para ocultar su plan de viajar a Siria?

Además, en 2014, hubo discusiones familiares sobre el califato y la guerra civil en Siria y sus padres oían cómo Rasheed opinaba que se debía hacer más para “ayudar”.

También había hablado sobre participar en veladas de estudios islámicos a varios kilómetros de casa y en una actividad conocida como “dawah stall” en la ciudad, que consiste en repartir volantes informativos sobre el Islam.

La familia cuestionó el deseo de Rasheed de formar parte de ambas actividades principalmente por no saber con qué personas se estaban involucrando.

Sentían que algo no estaba bien y después de algunas discusiones, el joven pareció que había aceptado el consejo de sus padres.

Pero evidentemente no lo hizo.

¿Qué lo hizo volverse receptivo a la ideología yihadista?

Decisión final

Pudieron haber sido varios factores, pero dos destacan a los ojos de Nicola: un altibajo emocional, a medida que sus padres se adentraban en sus problemas maritales, y la existencia de unos supuestos “Caballos de Troya” en algunas escuelas de Birmingham.

Se ha dicho que directores y maestros musulmanes imponen estrictos valores musulmanes en sus alumnos.

Nicola cree que quienes reclutaron a su hijo lo convencieron de que un buen musulmán debería dejar atrás el Reino Unido.

Nicola cree que su hijo resolvió su “conflicto interno” sobre viajar a Siria a finales de 2015.

De repente se veía emocionalmente estable y, de la nada, le compró un collar de diamantes.

“Creo que fue su regalo de despedida para mí. Ya había tomado la decisión de irse y esa fue su manera de decirlo, la manera que encontró para decirme adiós”, dice Nicola. “Esa calma es una de las tácticas que emplean quienes reclutan a los jóvenes. Les dicen que eviten la tensión y que hagan lo que sus padres quieren”.

“Algo normal”

El 4 de agosto de 2015 Rasheed Benyahia llamó a su madre, 64 días después del primer y único mensaje que había enviado diciendo que “estaba en buenas manos”.

Nicola estaba furiosa con él.

“Mamá”, le dijo.

Pero en vez de expresarle su ira o rechazarlo, hizo todo lo que pudo para aprovechar esa llamada y mantener viva su relación.

En las semanas previas a ese contacto, Nicola había hablado con un experto alemán, quien la guió en cómo abordar Rasheed si la contactaba.

Rasheed y Nicola hablaban cada dos días, por teléfono y a través de mensajes de texto.

Ella le preguntaba sobre su bienestar y evitaba hacerle preguntas sobre EI.

Hablaba con él como si se hubiese mudado a una ciudad cercana o como si se hubiese ido a la universidad.

Él le hablaba sobre el estilo de vida en Raqqa, ciudad Siria ocupada por EI, dando a entender que en cierta forma era algo normal.

No hablaba sobre los actos brutales de EI, pero sí de ataques aéreos por parte de sus enemigos.

Una vez, cuando Nicola escuchó un carraspeo en su voz, su hijo le confesó que había perdido su inhalador para el asma en el cruce fronterizo.

Ella le pidió que viera a un doctor.

Una esposa para Rasheed

Rasheed también habló con su padre, quien hizo la pregunta que Nicola no quería hacer: ¿cuándo iría al combate? Rasheed no sabía. Estaba esperando el llamado.

Cuando Rasheed le dijo con cierta timidez a su madre que un líder de EI le había propuesto encontrarle una esposa yihadista, una adolescente argelina, Nicola tuvo que hacer un gran esfuerzo por mantener la calma.

“Recuerdo haber dicho: 'Estás en Siria, tomaste esa decisión y ahora ¿me estás preguntando esto?'”.

“Aunque él tomó esta decisión tan transcendental y se fue a un mundo de hombres, todavía era un chico pequeño que necesitaba la aprobación de su mamá”, comenta.

“Bromeé un poco sobre la chica, diciéndole que se asegurara bien de cómo se veía porque es difícil darse cuenta cuando tienen el rostro cubierto con un manto negro. Estaba más nervioso por el encuentro con la niña que por irse al campo de batalla”, agrega.

Daniel Koehler, un experto en radicalización, le dijo a Nicola que fue “extraordinariamente valiente e inteligente” por la forma en que se desenvolvió.

Koehler ayuda a padres en el proceso de acercarse a un miembro de la familia extremista.

“Si estoy equivocado sobre esta decisión, rézale a Dios para que me guíe fuera de este camino”

Koehler le había advertido a Nicola que era poco lo que él podía hacer por sacar a Rasheed del camino del extremismo.

Incluso si él quisiera, quizás no iba a poder. Por eso le insistió que siguiera hablando con él.

En septiembre de 2015, cuatro meses después de llegar a Siria, Rasheed dijo que iba a estar un periodo de tiempo incomunicado, esta vez por un mes.

Se volvió a conectar con su familia siete semanas después.

Había cambiado.

Rasheed le admitió a su padre que había ido a visitar a “Bashar al Asad”, código para hablar de un ataque contra las fuerzas gubernamentales sirias.

Cada vez que llamaba las conversaciones eran intensas.

“Una vez le dije que le iba a pasar a su padre y me dijo: “Después de que hable con Baba, por favor, ponte en la línea. Mamá, por favor, vuelve a agarrar el teléfono”.

“Estaba enganchado a mí, necesitaba esa conexión. Era como si necesitara que mi voz fuese la última que escuchara cada vez que hablábamos”.

Le preguntó a su madre si había tenido sueños raros con él.

Los yihadistas creen que hay premoniciones sobre mártires en sueños.

“Si estoy equivocado sobre esta decisión, rézale a Dios para que me guíe fuera de este camino”, le dijo a una de sus hermanas.

Nadie lo sabía con certeza, pero todos creían que Rasheed estaba dudando de la decisión que había tomado.

Nadie sabía si sus llamadas eran monitoreadas. Por eso era imposible preguntarle lo que realmente pensaba y sentía.

Últimas noticias

Lo único que le quedaba a Nicola era hacer todo lo posible por transmitir el mensaje de que movería cielo y tierra para ayudarlo a salir si llegaba el momento.

A finales de octubre, Rasheed usó Skype para hablar con sus padres, los dos a la vez. Se veía desaliñado y había perdido peso. La conversación fue relajada. Hubo sonrisas.

Al día siguiente, Rasheed trató de llamar a Nicola pero no pudo alcanzarla. Empezó a entrar en pánico y a enviar mensajes a sus hermanas y a su padre, preguntando ¿dónde está mamá?, ¿dónde está mamá?

Nicola salió del trabajo y logró contactarlo por teléfono.

Ella continuó su conversación con un mensaje de texto que decía que un día se verían de nuevo. Los pequeños tics azules en WhatsApp le confimaron que lo había leído.

El viernes 20 de noviembre hubo noticias.

Rasheed había muerto cerca de Sinjar, un lugar clave de EI sobre la frontera con Irak.

Había sido alcanzado por una metralla en un ataque de drones de la coalición militar contra EI. El autor de la llamada era otro luchador yihadista. No usó el nombre real de Rasheed, sino su nombre de EI, el “mártir” Abu Huraira Albritani.

Ideología viva

Hace un año que Rasheed Benyahia murió. El autoproclamado Estado islámico se está reduciendo bajo un ataque militar sostenido. Pronto puede implosionar.

¿Qué sigue si eso ocurre? Dos cosas, según expertos como Daniel Koehler y otros “desradicalizadores” en Reino Unido: muchos combatientes extranjeros que huyen de EI estarán llenos de ira y representarán una enorme amenaza de seguridad para Occidente mientras tratan de regresar a casa. Esta idea no es solo una teoría. París y Bruselas lo demuestran.

Pero otros reclutas también pueden tener remordimientos. Es posible que quieran recuperar sus vidas anteriores.

Este es el enorme dilema que enfrenta Occidente, y no hay un solo experto de seguridad que crea que el problema puede resolverse encerrando a los combatientes extranjeros que regresan. La prisión retiene al individuo, pero no a la ideología.

Nicola Benyahia dice que ahora es momento de que los musulmanes hablen. Ella quiere usar la muerte de su hijo para evitar que el hijo de otra haga lo mismo. La ideología yihadista está viva y otros grupos seguirán reclutando, incluso si EI se desmorona.

Así que está lanzando Families for Life, el brazo británico de la red que el “desradicalizador” alemán Daniel Koehler ha estado construyendo. Ella está apelando a la gente de su país que han sufrido lo mismo que ella para trabajar en desafiar al extremismo.

“Debía ser castigado”

Rasheed Benyahia fue una vez un joven feliz, risueño, que vivía tranquilo en Birmingham. Murió como un yihadista. Cuando viajó a Siria, ya todo el mundo sabía lo que EI estaba haciendo: violación de mujeres, asesinato de rehenes, ejecuciones callejeras de musulmanes que no estaban de acuerdo con ellos, y la muerte y la carnicería en las calles de Europa.

¿No recibió Rasheed lo que se merecía?

“La gente me ha dicho eso, y sí, él tomó esa decisión, fue y pagó las consecuencias. Si yo hubiera podido traerlo de vuelta, recuerdo haberle dicho a la policía que debía ser castigado. Debía pagar por la decisión que había tomado”, dice Nicola.

Pero, al mismo tiempo, la mujer dice que el castigo no es suficiente. Se necesita un esfuerzo concertado para “desprogramar” a las personas que han sido absorbidas por el culto a la muerte del yihadismo.

“Su naturaleza más suave y su vulnerabilidad fueron manipuladas a la luz de una idea: 'Este es el califato y si no haces este viaje no eres un creyente, no eres un buen musulmán'”, opina Nicola sobre su hijo.

“En el último año de su vida, los reclutadores lo arruinaron y lo atrajeron a algo de lo que sabía poco”.

Nicola ya empezó su trabajo. Una vez, por casualidad, vio en una calle de Birmingham a uno de los jóvenes cercanos a Rasheed, de quien sospechaba que compartía sus puntos de vista.

“Fui directamente hacia él y le dije en su cara: 'Obviamente sabes lo de Rasheed. No se lo hagas a tu madre, no se lo hagas a tu familia'. Él me miraba, asintiendo con la cabeza”, detalla Nicola.

Pero sabe que la confrontación callejera no va a ganar ninguna batalla por los corazones y las mentes.

“A menos que comencemos a hablar con nuestros jóvenes, ellos van a obtener esas respuestas en otros lugares – los reclutadores están esperando”, advierte.

“Mi hijo fue una víctima y voy a terminar siendo una víctima, me niego a ser una víctima de EI. Vamos a empezar a hablar de esto”.

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