Internacional

Carson supera por primera vez a Trump entre los republicanos

Ben Carson logró superar por primera vez al magnate Donald Trump a nivel nacional en la batalla por la candidatura presidencial republicana, en un sondeo divulgado este martes.

El neurocirujano y novato político Carson, que se presenta como único candidato afrodescendiente a la Casa Blanca para el 2016, recabó 26% de la intención de voto entre los electores republicanos interrogados por el diario The New York Times y la cadena de televisión CBS News.

Trump acumuló 22% de la intención de voto, pero la ventaja de Carson, firme defensor del porte de armas y contrario totalmente al aborto, cae dentro del margen de error de la investigación, de +/-6%.

Ambos contendientes arribaron recién a la política y su considerable avance frente a los otros candidatos refleja el apetito de los electores republicanos por representantes novatos que rompan el establishment político a más de 13 meses de las elecciones presidenciales.

El senador por Florida e hijo de inmigrantes cubanos Marco Rubio llega al tercer lugar con apenas el 8% de los votos, por delante del exgobernador de ese estado Jeb Bush, hermano e hijo de expresidentes, quien empata en 7% con Carly Fiorina, la exdirectora ejecutiva de la gigante informática Hewlett-Packard.

Le encuesta muestra, sobre todo, la indecisión de los votantes, ya que siete de cada diez republicanos que optaron por un candidato dijeron también que era demasiado pronto para expresar a quién darán su apoyo definitivo.

Sólo el 28% dijo que su elección expresada en la encuesta era definitiva.

El sondeo, llevado a cabo por teléfono entre el 20 y el 25 de octubre, abarcó a 575 republicanos que votarán en las primarias y fue publicado en la víspera del tercer debate del partido en el cual participarán los diez candidatos en liza.

Jeb Bush

El heredero de la dinastía Bush en Estados Unidos, Jeb, pasó en un año de ser el favorito en las primarias republicanas para la elección presidencial del 2016, al de candidato de segundo orden, fuera de sintonía con el estado de ánimo revolucionario del electorado de su partido.

“Todo el mundo debe pasar el examen, nadie es favorito”, dijo Jeb Bush, de 62 años, en junio pasado en Miami, al confirmar su candidatura para la Casa Blanca.

Cuatro meses más tarde, “el examen”  ciertamente no se ha terminado, pero el exgobernador de Florida no va bien. El equipo de Bush anunció medidas de austeridad para reducir en un 40% su masa salarial y adaptarse a los tiempos difíciles, algo impensable en otra época.

Bush también se sometió a la ola populista del magnate y verborrágico empresario Donald Trump, sostiene el analista Tim Malloy, del instituto de sondeos de la Universidad de Quinnipac, en referencia al arrasador comienzo de campaña de Trump, cuyo impulso la mayoría consideraba que se agotaría rápidamente, pero que aún sigue encabezando los sondeos para las primarias del Partido Republicano.

La última encuesta del instituto en el estado de Iowa, el primero en el que se votará, mostró que Jeb Bush tenía allí apenas un apoyo del 5%.

“Todo el mundo pensaba que (Bush) sería el mejor candidato republicano, pero se ha visto obligado a prescindir de varios colaboradores y ahora lucha por la supervivencia”, acotó Malloy.

Dos cifras ilustran la indiferencia de los conservadores estadounidenses hacia el hermano menor del expresidente George W. Bush  (2001-2009) : su puntuación en las encuestas y las cantidades recaudadas para financiar su campaña.

Ahora está en el cuarto lugar de las encuestas con el 7% de las intenciones de voto entre los votantes republicanos, detrás de Donald Trump y el médico retirado Ben Carson. Incluso el senador cuarentón por Florida, Marco Rubio, está delante suyo, según los promedios calculados por el sitio RealClearPolitics.

En diciembre, mucho antes de la agitación por el efecto Trump, Bush dominó a sus otros rivales con entre 15 y 17% de las intenciones de voto.

Jeb Bush avivaba las esperanzas del partido, con ganas de borrar el fracaso de Mitt Romney en el 2012, con su promesa de no coquetear con los ultraconservadores en las primarias, una táctica que obligó a los candidatos a hacer malabarismos para reciclarse en la elección presidencial.

Lleno de seguridad, explicó que había que estar preparado para perder las primarias para poder ganar la Casa Blanca. El mensaje adhería a la autocrítica de los líderes republicanos que en 2013 pedían apertura a un partido encerrado en sí mismo.

El romance de los electores con Trump se mantiene

Otro dato que preocupa en el equipo de campaña de Bush es el de las finanzas, otro barómetro de popularidad.

Los principales donantes –ricos, empresarios, lobistas, una red tejida durante 30 años desde Texas a Florida — siguen firmando cheques a nombre de Jeb Bush, de acuerdo con las cuentas declaradas al 15 de octubre.

Pero son casi los únicos: las pequeñas donaciones inferiores a US$200 sólo representan una fracción de sus ingresos totales (7%), mucho menos de lo que representan para la demócrata Hillary Clinton o Ben Carson  (Donald Trump no recauda activamente fondos y dice autofinanciarse) .

Este indicador es importante porque revela la brecha entre la personalidad por la que apuesta el establishment, y la preferencia de la base del partido, los electores que votarán en unos pocos meses.

Se trate o no de algo pasajero, la mayoría de los republicanos rechaza a los candidatos con experiencia, ya sean actuales o exgobernadores y senadores, miembros o no del grupo ultraconservador Tea Party.

Ahora bien, Jeb Bush hizo de su experiencia como gobernador de Florida  (desde 1999 hasta el 2007) el eje central de su candidatura, para que no se lo presente únicamente como el heredero de la dinastía Bush al que ahora le llegó el turno, tras los mandatos de su padre y su hermano.

Según el sitio especializado Politico, la duda se ha instalado entre los grandes donantes, reunidos en Houston el domingo y lunes. Uno de ellos, un lobista contactado por la  AFP, confía en que la elección presidencial será un “triatlón”, y que su candidato está todavía en la primera prueba, la de natación.

“Después del romance con Trump y la guiñada a Carson, estoy seguro de que los votantes volverán a Bush en las primarias”, dijo.

A falta de mejores alternativas, Jeb Bush se aferra a su estrategia inicial: romper con el negativismo y el obstruccionismo de los republicanos, ser un candidato optimista, capaz de reconciliar a los estadounidenses.

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