“Una elección fuera de esos parámetros no es una elección”, dijo Bolsonaro a sus partidarios durante un reciente mitin en la ciudad sureña de Florianópolis, en el que convocó a su base a prepararse para “luchar con todas las armas”.
La posibilidad de un enfrentamiento desestabilizador el año próximo surgió el martes, cuando el gobierno de Bolsonaro organizó un desfile militar en el que tanques blindados pasaron frente al Congreso horas antes de que los legisladores tuvieran que debatir un proyecto de ley que requeriría máquinas de votación electrónica para imprimir boletas de papel.
El martes a última hora, la Cámara de Diputados de Brasil votó en contra de la propuesta.
Sin embargo, la campaña para volver a un sistema de boletas de papel, una vieja obsesión de Bolsonaro, ha alarmado a los líderes del poder judicial, a los legisladores de la oposición y a los politólogos, que ven en sus estrategias los ingredientes de una toma de poder en la nación más grande de América Latina. Funcionarios electorales y expertos independientes dicen que el sistema de votación electrónica de Brasil, adoptado en 1996, tiene fuertes salvaguardas y un historial impecable.
“Enturbiar el debate público con desinformación, mentiras, odio y teorías conspirativas es una conducta antidemocrática”, afirmó en un discurso reciente Luís Roberto Barroso, juez del Supremo Tribunal Federal (STF, en portugués) y director del tribunal electoral de Brasil.
Aludiendo al retroceso democrático en Turquía, Hungría, Nicaragua y Venezuela, Barroso dijo que se ha vuelto preocupantemente común que los líderes que llegan al poder a través de las urnas “desmantelen, ladrillo por ladrillo, los pilares de la democracia”.
Los críticos temen que, al igual que el presidente Donald Trump convenció a muchos partidarios de que le habían robado la victoria en 2020, Bolsonaro esté sentando las bases para disputar una derrota electoral en octubre de 2022.
Fernando Luiz Abrucio, politólogo de la Fundación Getúlio Vargas, dijo que ese escenario podría llevar a un caos mucho mayor en Brasil (donde la democracia apenas se restauró a fines de la década de 1980) que en Estados Unidos.
“Si Bolsonaro pierde las elecciones, puede movilizar al ejército, la policía y las milicias”, dijo Abrucio. “El grado de violencia podría ser mucho mayor que el episodio del Capitolio de Estados Unidos”.
La exhibición militar del martes desencadenó una cascada de declaraciones de condena y memes.
“Es inaceptable que las fuerzas armadas hayan permitido que su imagen sea utilizada de esta manera, para plantear la posibilidad del uso de la fuerza en apoyo a una medida antidemocrática golpista defendida por el presidente”, dijeron en un comunicado nueve partidos de la oposición.
Bolsonaro comenzó a despotricar contra el sistema de votación hace varios años, cuando era un diputado marginal y ultraconservador con poco poder o visibilidad en la capital.
En 2015, propuso una enmienda constitucional que exigía que las máquinas de votación electrónica imprimieran un registro de cada voto, el cual se depositaría en una urna. Bolsonaro argumentó entonces que la redundancia reduciría la “posibilidad de fraude a cero”.
El Congreso aprobó la medida, pero el STF determinó que violaba la privacidad y la declaró inconstitucional, por lo que el sistema de votación permaneció sin cambios.
El asunto desapareció del radar político hasta que Bolsonaro emergió como el candidato presidencial favorito tras la primera ronda de votación en las elecciones de octubre de 2018. En lugar de celebrar su triunfo, Bolsonaro sorprendió a la clase política al afirmar que le habían robado una victoria absoluta, lo que habría requerido ganar más del 50 por ciento de los votos.
Incluso después de haber ganado las elecciones en 2018 con un margen de 10 puntos porcentuales, Bolsonaro siguió afirmando, sin presentar pruebas, que el sistema estaba amañado. Su búsqueda para desacreditar la integridad del sistema electoral se ha vuelto más ruidosa y audaz en las últimas semanas, debido a que Bolsonaro ha caído en las encuestas en medio de la creciente exasperación por el manejo gubernamental de la pandemia de coronavirus.
Una encuesta realizada a principios de agosto por la firma Poder Data muestra que uno de cada cinco votantes que apoyó a Bolsonaro en 2018 votaría ahora por su principal rival, el expresidente Luis Inácio Lula da Silva. En un enfrentamiento entre dos candidatos, da Silva superaría al actual mandatario con un 52 por ciento de los votos contra un 32 por ciento para Bolsonaro, según el sondeo.
Los magistrados del STF se alarmaron ante los ataques de Bolsonaro contra el sistema de votación, que se han desarrollado en largas entrevistas con periodistas conservadores y en videos que el presidente difunde en las redes sociales. A principios de este mes, el tribunal abrió investigaciones sobre las afirmaciones del presidente sobre el fraude en las máquinas de votación.
Filipe Barros, un legislador que apoya a Bolsonaro, dijo en una entrevista que las máquinas electrónicas podrían ser manipuladas y que las boletas de papel crearían un mecanismo para certificar de manera independiente el resultado registrado por las máquinas.
“Es un riesgo para la democracia”, aseveró.
Los expertos afirman que las máquinas de votación en Brasil, donde el voto es obligatorio, cuentan con medidas de seguridad sólidas. No están conectadas a Internet, por lo que es prácticamente imposible hackearlas. La identidad de los votantes se verifica mediante un escáner biométrico que escanea la huella dactilar de la persona.
El gobierno del presidente Joe Biden también se mostró a favor del sistema actual y Jake Sullivan, asesor de seguridad nacional de Biden, planteó el tema a Bolsonaro durante una reciente visita a Brasilia.
Los funcionarios estadounidenses dijeron tener “una gran confianza en la capacidad de las instituciones brasileñas para llevar a cabo unas elecciones libres y justas con las debidas salvaguardas contra el fraude”, declaró el lunes a la prensa Juan González, director principal del Consejo Nacional de Seguridad de Estados Unidos para el Hemisferio Occidental. “Subrayamos la importancia de no minar la confianza en ese proceso”.