“Es como una huella digital, todos tenemos un olor particular y la investigación trata de descubrir si se puede establecer una vínculo concluyente que pueda ser empleado en tribunales”, dijo a Efe Tzvika Kanfer, director de Ciencias Exactas y Tecnología en el citado ministerio.
La investigación, que durante 2013 pasará la prueba decisiva de eficacia, se inspira en el olfato de los perros, animales con miles de “receptores” capaces de detectar, analizar e identificar el olor de objetos y personas.
“Tratamos de emular el olfato canino de forma electrónica”, explica Kanfer simplificando lo que realmente se esconde detrás de la investigación: miles de algoritmos e incontables retos científicos en el campo de la nanotecnología.
Uno de ellos es el de que la “nariz electrónica” reproduzca desde el proceso de inhalación de partículas hasta el de análisis de aromas que se realiza en el cerebro humano, y que atribuya eficazmente a la persona en cuestión una “identidad”.
“El cerebro se especializa en la identificación de patrones y al identificar el de un olor busca en su almacén de memoria para determinar de qué o quién se trata”, explica.
El olor que deja una persona al respirar o tocar un objeto consta de un “patrón aromático” singular en cada individuo, pero lo más difícil es “sintetizar ese patrón de otros olores ambientales con los que se mezcla”.
Todo un reto para los sensores, que deben sintetizar el patrón de de entre toda la contaminación que va acumulando el cuerpo a lo largo del día.
Perfumes, olores de comida, humo, gasolinas y otros agentes químicos de uso diario son algunos de los elementos que van diluyendo la firma aromática, pero que aún así los perros saben sintetizar a través de su desarrollado olfato.
La investigación se realiza en el Departamento de Ingeniería Química del Tejnión, aunque su objetivo original dista mucho de los fines en materia de seguridad que se ha fijado el ministerio.
Los científicos trabajan en realidad en un mecanismo olfativo para la detección de enfermedades, entre ellas el cáncer y el parkinson, y se basa en la premisa de que el “patrón aromático” que desprende una persona enferma es distinto al de una sana.
“Al respirar, la persona desprende unas -llamémoslas- partículas químicas, y en un futuro no muy lejano los médicos podrán detectar si está o no enferma de acuerdo a su tipo”, asegura Kanfer al comparar el proceso de detección con el de una prueba de alcoholemia en carretera, salvando las grandes diferencias científicas.
La aplicación policial de esta técnica, que antes de pasar a su fase más crítica en los próximos meses debe superar con éxito el 50 por ciento de las pruebas de identificación -advierte el funcionario-, servirá para recoger “huellas aromáticas” en la escena de un crimen, para después compararlas con las de posibles sospechosos.
“Si la prueba de eficacia consigue demostrar por encima de toda duda que cada persona tiene una huella aromática particular, será posible recoger los olores de la escena de un crimen y convocar una rueda de identificación” de sospechosos, sostiene Kanfer, que se muestra optimista de las pruebas realizadas hasta ahora.
Otra posible aplicación que los científicos ven en un horizonte no muy lejano es la de que los microsensores puedan ser incorporados a los teléfonos móviles, de forma que éstos alerten a su propietario de que se ha registrado una variación química en su aliento y deben acudir al médico porque están enfermos, todo ello, mucho antes de que aparezcan los primeros síntomas.