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Daniel Scioli se encamina a la victoria presidencial en Argentina

Cuando le preguntan cómo pudo desenvolverse en la trepidante política argentina durante las dos últimas décadas, Daniel Scioli contesta que “mucho peor” fue cuando perdió un brazo en el río.

La tenacidad, el pragmatismo y el espíritu competitivo con el que el candidato oficialista superó ese mal trago lo moldearon hasta convertirlo en el favorito para sentarse en el sillón presidencial.      

En su escalada política Scioli, de 58 años, desplegó la misma garra para superar las adversidades e igual sentido de la oportunidad con los que en las décadas de los 80 y 90 ganó competencias internacionales como piloto de motonáutica o en la actualidad mete goles en partidos de fútbol sala.       

El otrora deportista llegó a la política en 1997 como un paracaidista y fue escalando posiciones dentro del peronismo hasta convertirse en el posible sucesor de la presidenta Cristina Fernández el 10 de diciembre. Algunos sondeos dan como segura la victoria del oficialista en una primera vuelta el 25 de octubre y otros vaticinan un balotaje con su principal rival, el conservador Mauricio Macri.       

“El deporte es una escuela de vida; es el trabajo en equipo, la planificación, la tenacidad que hay que tener para llegar a la meta, y la política tiene mucho de eso” , dijo Scioli días atrás a The Associated Press antes de entrar a la cancha a jugar un partido en un estadio que ayudó a construir en el municipio bonaerense de Tigre.       

Scioli tuvo que librar duras batallas en la vida. Un accidente en una carrera de motonáutica en el río Paraná le costó en 1989 la amputación de su brazo derecho.

Dos años antes estuvo a punto de perecer en un incendio junto a su pareja, la ex modelo Karina Rabolini, en el departamento que compartían en Buenos Aires.       Uno de sus hermanos fue secuestrado en 1977 por un grupo armado y en 1993 tuvo que reconocer la paternidad de una hija que había rechazado durante 16 años.

Sus sinsabores con la pérdida del brazo y la reconciliación con la adolescente llenaron las páginas de las revistas del corazón e hicieron de él un personaje popular y cercano.       

Tampoco lo quebraron los desaires que le hicieron Fernández y su fallecido marido y antecesor en la presidencia Néstor Kirchner  (2003-2007) , que lo consideraron un advenedizo en el mundo de la política. Fernández terminó respaldando su candidatura tras aceptar la buena imagen que tiene en las encuestas y ahora lo alaba en los actos de campaña.       

Para muchos, la sombra de Fernández seguirá planeando sobre un eventual gobierno de Scioli. Él asegura que ni ella ni el kirchnerismo duro lo condicionarán, lo que para los opositores es difícil de creer.      

“Siempre he ejercido la facultad institucional. Lo he hecho como gobernador, como vicepresidente y aspiro a hacerlo como presidente” , aseveró el candidato a  AP .        Alejandro Delgado Morales, responsable de la prensa internacional del equipo sciolista, disiente con los que piensan que Scioli se ha dejado avasallar por la presidenta y que no tiene agallas para ejercer como primer conductor del país.

“Él antepone otra mirada: hay que construir puentes y debe ser de común acuerdo”, dijo.       

Según los analistas, Scioli es un caso raro de la política local. Patricio Giusto, director de la consultora Diagnóstico Político, dijo a  AP  que logró “despegar” su gestión como gobernador de la provincia de Buenos Aires, donde problemas tan sensibles como la inseguridad siguen irresueltos, con “su buena imagen” de hombre conciliador y con afán de superación.       

“Logró que las cosas que no puede resolver tengan que ver con la falta de ayuda del gobierno nacional”, acotó Giusto.  Según Delgado Morales, el gobernador tiene además la virtud de diagramar las estrategias con la cabeza pragmática y disciplinada de un deportista que además fue empresario y “ese perfil no es el mismo al de un político estándar”.

Además de exitoso piloto de motonáutica, ocho veces campeón mundial, Scioli hizo negocios en su juventud en el sector de los electrodomésticos.       

Después del trauma de perder el brazo, Scioli se abrió paso en el mundo de la política con el mismo espíritu competitivo, aunque no confrontador. Ocupó distintos cargos legislativos y ejecutivos en las administraciones de presidentes peronistas de distinto color, como el neoliberal Carlos Menem  (1989-1999) , el moderado Eduardo Duhalde  (2002-2003) y los centroizquierdistas Kirchner y Fernández  (2003-2015).

Protegido, según algunos, por los grandes medios de comunicación, sus dos gestiones consecutivas al frente del distrito bonaerense tampoco estuvieron salpicadas por escándalos de corrupción.       

“Él entendió que el peronismo era el instrumento político para llegar al poder y que ha culminado una etapa y se muestra como el candidato confiable y predecible” , dijo a  AP  el periodista Pablo Ibáñez, coautor junto a su colega Walter Schmidt del libro “Scioli secreto”.       

Según sus críticos, el peronista despliega un discurso que resulta ambiguo y la mayor de las veces vacío de contenido.       

Pero los dardos no han dado en el blanco. Los cuestionamientos más severos que ha recibido Scioli durante la campaña fueron su decisión de viajar a Italia cuando la provincia que gobierna estaba inundada por las fuertes lluvias y su negativa a participar en un debate televisado con sus rivales.      

“Scioli no tiene huevos (coraje) para luchar contra la inseguridad ni para debatir, pero sí para gritar en el papi fútbol (fútbol sala)” , lo increpó el tercero en las encuestas, Sergio Massa.

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