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Donald Trump, el nominado republicano en el que nadie creía

La ya inevitable nominación del magnate Donald Trump como candidato republicano a la Presidencia de Estados Unidos ha puesto en evidencia la excepcional situación política que vive el país al escenificar una victoria aplastante que hace meses, cuando presentó su candidatura, todos creían imposible.

Donald Trump, un político atípico e imprevisible. (Foto Prensa Libre: AFP).

Donald Trump, un político atípico e imprevisible. (Foto Prensa Libre: AFP).

Sin experiencia política previa y basando su discurso en el ataque a la esencia y el corazón del partido por el que se presentó, Trump ha roto todas las predicciones y superado todas las expectativas, colocándose a apenas un paso de ser el próximo inquilino de la Casa Blanca.

“Creo que hemos -y, específicamente, he- subestimado al Sr. Trump. Hicimos malas suposiciones, malas interpretaciones de los datos y perdimos las conexiones a lo largo del camino”, reconoció el fin de semana Nate Cohn, destacado analista del diario The New York Times, en un artículo titulado “En lo que me equivoqué sobre Donald Trump”.

Los expertos han tenido que recular en sus apuestas sobre los resultados de las primarias republicanas a medida que el magnate se iba consolidando como el candidato más fuerte de entre los diecisiete que llegaron a presentarse, hasta reconocer por fin, con su victoria de este martes en Indiana, que era el nominado inevitable.

Pero, ¿por qué un error de cálculo tan mayúsculo?

En el 2010, el partido Republicano se vio desbordado por el surgimiento del Tea Party, cuyo objetivo era deshacerse de la clase política tradicional, tanto republicana como demócrata, con el fin de elegir nuevas figuras.


“Una tendencia que hemos visto en los últimos periodos electorales es una disminución en el poder de los partidos en cuanto a la conformación de las campañas presidenciales”, explica el profesor en Ciencia Política de la Universidad Northern Iowa, Justin Holmes.

“(El presidente Barack) Obama tampoco fue el candidato que se esperaba en el 2008, pero fue capaz de construir su propia campaña ligeramente fuera de la corriente del partido. Creo que mucha gente ha tardado en reconocer esta disminución (de su influencia)”, añadió el experto.

En cuanto a Trump, Holmes recordó que desde aquel famoso día de junio pasado en el que el magnate descendió las escaleras en una de sus torres de Nueva York para anunciar sus aspiraciones, existía la convicción de que “de alguna manera” el Partido Republicano lo detendría, “pero nadie fue capaz de explicar cómo”.

“Creo que otro aspecto es que Trump básicamente lo hace todo mal como candidato. Dice cosas que son ridículas y ofensivas para grandes sectores de la población. Tiene una visión personal de las cosas muy limitada (…), y está bastante lejos de lo que esperamos de un candidato ganador, por lo que la gente tendía a pensar que no lo lograría”, agregó.

Sin embargo, lo ha conseguido, y su victoria muestra también las dificultades a nivel ideológico por las que está pasando el Partido Republicano, que incluso obligó al multimillonario a firmar un acuerdo para que respetara un posible triunfo de otro aspirante, evitando así que se presentara como independiente y dividiera el voto conservador.

Aunque los republicanos recuperaron en el 2014 el control total del Congreso, el seno de la formación se ha visto paulatinamente más polarizado con el cada vez más poderoso ultraconservador Tea Party, por lo que muchos incluso han calificado su situación como una “guerra civil”.

Esta lucha interna del partido se ha cristalizado a lo largo de los años en una sucesión de bloqueos legislativos y la consecuente inoperancia del Legislativo, que ha registrado los mayores índices de desafección entre los ciudadanos estadounidenses de las últimas décadas.

“(Trump) identificó un nicho en el electorado, y en gran parte se convirtió en lo que ese nicho quería de un candidato. Fue realmente capaz de capitalizar un estado de ánimo en algunos sectores que se sienten abandonados y enfadados con los cambios que ocurren a su alrededor”, opinó el profesor de Ciencia Política.


Es lo que a lo largo de estas primarias se ha denominado como “sentimiento anti-aparato”  o “sentimiento antisistema”, un estado de ánimo que Trump, sin duda, ha sabido captar.

La cuestión ahora es cómo ese partido al que ha desdeñado en los últimos meses le aceptará y apoyará como candidato presidencial.

“Están en una situación difícil. Al aparato no le gusta Trump. Al electorado no parece gustarle Trump (independientes, e incluso un buen número de republicanos).

La pregunta es, ¿qué tan dispuestos están a apoyar Trump para evitar que (Hillary) Clinton gane?”, se plantea el profesor.

La respuesta llegará en los próximos meses.

Se “apoderó”

El multimillonario populista Donald Trump ha capitalizado su manejo de  medios y el sentimiento antiélite que recorre Estados Unidos para convertirse en el primer “novato” político en ganar la nominación republicana luego de Dwight Einsenhower en 1952.

En el 2010, el partido Republicano se vio desbordado por el surgimiento del Tea Party, cuyo objetivo era deshacerse de la clase política tradicional, tanto republicana como demócrata, con el fin de elegir nuevas figuras.

El partido Republicano tomó nota del mensaje, pero Donald Trump logró representar y amplificar ese voto castigo como ningún otro candidato.

“La derecha está enojada con el establishment, que no hizo lo que habían prometido, es decir reducir el rol del Estado, abolir la reforma de la salud, evitar el matrimonio gay y otros avances sociales”, explica James Thurber, director del Centro de Estudios Presidenciales y Parlamentarios de la American University.

“Sus votantes vienen de esa derecha enojada, tienen la impresión de haber sido abandonados, que el Estado y los empresarios son sus enemigos”, dijo el analista.

El aparato republicano incluso contribuyó directamente al ascenso de Trump, durante el primer periodo de Barack Obama.

El hombre de negocios encabezaba en ese entonces a los “birthers”, el movimiento que ponía en duda el nacimiento de Obama en suelo estadounidense con el fin de impugnar su presidencia.

“El partido Republicano le dejó margen porque eso les ayudaba a movilizar su base electoral. Esa maniobra le permitió a Trump subir, algo de lo que mucha gente del partido se lamenta”, subrayó John Hudak, investigador del Instituto Brookings en Washington.

“El partido Republicano estaba encantado con los beneficios a corto plazo, sin tener en cuenta los efectos a largo plazo”, dijo.

Iconoclasta ideológico

El grueso del apoyo a Trump viene de estadounidenses blancos, sin estudios, que se sienten ciudadanos de segunda.

Muchos conservadores se le oponen  (sobre todo aquellos con más estudios) , pero el empresario ha terminado por reunir a más de la mitad de los electores republicanos.

Su popularidad trasciende las etiquetas ideológicas. Es que Trump es a la vez conservador y moderado.

  • En INFOGRAFÍA: Hillary Clinton y Donald Trump, a la cabeza de las primarias en EE. UU.

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El enamorado del capitalismo denuncia el libre mercado, tiene una posición dura sobre el derecho a portar armas de fuego, y también plantea garantizar a los estadounidenses una protección social.

“No esperan de él coherencia filosófica conservadora, es por la rabia que lo votan”, dijo James Thurber.

La xenofobia, que estaba dormida en el seno de la derecha estadounidense, explica también su éxito, según John Kudak.

Los mitines de Trump han sido escenario de violentos altercados entre sus simpatizantes blancos y manifestantes negros o de origen hispano. En cada caso, el candidato aprobó tácitamente las escaramuzas.

Estrella mediática

La otra victoria de Trump es su absoluto dominio mediático. Casi cada día, concede una entrevista en televisión. Gracias a él, los debates de las primarias fueron las transmisiones más vistas de la historia de la televisión por cable en Estados Unidos, sin contar el deporte.

Con esa mezcla de espectáculo y polémica, perfiló su campaña hacia los medios, tanto al insultar a un héroe de guerra como John McCain como al proponer cerrar las fronteras a los musulmanes.

Su promesa de construir un muro en la frontera con México es un lema muy simple y formateado para la televisión.

Es el único de los candidatos cuyos mitines fueron televisados de principio a fin. Esa cobertura gratuita le permitió ahorrarse decenas de millones de dólares en gastos publicitarios.

  • En VIDEO “Donald Trump, con vía libre para ganar nominación republicana”

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“Su estatus de celebridad era su principal ventaja, y debe esa imagen a las 15 temporadas del programa de The Apprentice”, explicó su exconsejero Roger Stone, que lo conoce muy bien, al periodista Glenn Thrush, de la revista Político, en su podcast Off Message.

“Para los votantes, no hay ninguna diferencia entre las noticias y la telerrealidad. Todo eso es televisión”, añadió.

“En The Apprentice, Trump está sentado en un gran sillón, perfectamente iluminado, maquillado, peinado y vestido. Es duro, toma decisiones, y se maneja como se cree que un presidente debería hacerlo”, sostuvo Stone.

Solo 10 meses de campaña le bastaron a Trump para pasar de ser payaso a candidato presidencial. Cuando lanzó su aspiración, en junio del 2015, dos tercios de los republicanos juraban que nunca votarían por él.

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